Óscar de la Borbolla

Memoria y me moría

Óscar de la Borbolla

08/06/2015 - 12:01 am

¿Por qué me reconozco al mirarme al espejo? Porque soy yo y no estoy loco, responderá cualquier persona sensata aunque poco curiosa, pues la pregunta es inquietante. Presentarse con la palabra "yo" puede resultar efectivo cuando, tras tocar una puerta, nos preguntan: ¿Quién? Ahí si cabe "Yo" siempre y cuando del otro lado nos conozcan y, sobre todo, reconozcan nuestra voz. De esto podríamos sacar una enseñanza obvia: sé que soy yo quién está en el espejo porque me conozco y reconozco la imagen que ahí aparece: para reconocerme hace falta la memoria.

Nuevamente, una persona sensata y poco curiosa, dirá que sí y, además, que la intervención de la memoria en el juego del conocimiento o re-conocimiento es algo que se sabe desde Platón. Y dirá bien, aunque habría que añadir que hay un problema nada desdeñable, pues de todas las capacidades humanas, la memoria es la menos fiable. Y no porque al razonamiento pueda faltarle lógica; a la imaginación, potencia y novedad; a los deseos prudencia y, sobre todo, cumplimiento; a la elección, opciones. Pero es distinto con la memoria, pues a ésta puede faltarle todo: piso, realidad, referente, verdad o como quiera que se llame.

Quizá exagere. No lo creo. Paul Ricoeur advirtió que los recuerdos son imágenes difíciles de distinguir de las que produce la imaginación y Borges nos ha contado la teoría que alguna vez le dijera su padre: no se recuerda el acontecimiento mismo, sino el último recuerdo, la última imagen, con la que nos quedamos al visitar ese pasado. Y quien mejor lo dijo fue el poeta Liber Falco:

Todo está muerto, y muerto
el tiempo en que ha vivido.
Yo mismo temo, a veces,
que nada haya existido;
que mi memoria mienta,
que cada vez y siempre
–puesto que yo he cambiado–
cambie, lo que he perdido.

Lo cierto es que el pasado ya no está. Puede haber indicios de los que deducimos lo que hubo, o nuestra memoria nos muestra imágenes que gritan convencidas que lo que fue fue exactamente como lo recordamos; pero ¡qué recuerdos más contradictorios los que ofrecen dos personas de una experiencia que tuvieron en común!, ¡qué versiones más estrábicas las que dan los divorciados de su convivencia conyugal!, ¡qué distintos son los libros cuando los leemos por segunda vez! ¡Cuánta razón tiene Jaime Sabines cuando dice: "No te deseo nada para el porvenir, deseo que tengas un pasado feliz."

Hemos visto muchas películas en las que al personaje le siembran recuerdos y se cree exactamente ese que le implantaron. Y las hemos visto desde nuestra butaca sintiéndonos perfectamente tranquilos de que somos ese que somos y que nuestra memoria no nos hace jugarretas; pero el pasado se hace y se deshace en la memoria. No hay modo, como dijo Heráclito, de bañarse dos veces en el mismo recuerdo y, sin embargo, me reconozco en el espejo y hablo una y otra vez de mi vida sin darme cuenta de que cada vez cuento y me cuento otra vida.

Es la memoria, mi colección de recuerdos lo que me da mi identidad; mi memoria infiel, mi colección de recuerdos cambiantes. Soy las muchas versiones que me digo y, en cada ocasión, estoy tan seguro de ser ese, de que yo soy así, de que mi vida fue eso. Siempre creo ser ese que me digo y paso de villano a héroe y de víctima a verdugo, porque, cada vez, mis recuerdos están barnizados por una distinta impresión. Así, me reconozco en el espejo porque la imagen que éste me devuelve se parece a la idea que en cada ocasión tengo de mí. Y esto solo es posible porque el espejo es tan infiel como la memoria.

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Óscar de la Borbolla

Óscar de la Borbolla

Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

Lo dice el reportero