¿Por qué una joven, que ha sido violentada en lo más íntimo, no tendría derecho a abortar? ¿Por qué no ser virgen tendría que significar que cualquiera tenga derecho sexual sobre el cuerpo de una mujer? O, ¿una falda corta, una blusa escotada significan que una mujer está buscando relaciones sexuales con el primero al que se le antoje? ¿Y si no hay una falda corta, y si no hay un escote? ¿Cuál es la siguiente excusa para declarar a la víctima de abuso sexual y físico como la única responsable, como la gran culpable?
Estas son algunas preguntas que rondan en el estado de Guanajuato, mundialmente conocido por ser la sede de un importante festival de arte y cultura. Un estado que cuenta con una de las universidades más prestigiosas, en donde tienen lugar intercambios culturales de diversas índoles. Y un estado en donde, en lamentable contraste, una de las tradiciones más arraigadas es la del machismo y la desigualdad.
El pasado mes de septiembre, María de la Luz Salcedo Palacios, tras ser agredida físicamente al negarse a sostener relaciones sexuales, levantó una denuncia ante las autoridades, y una vez más el estado nos sorprendió con su visión machista y su ineptitud ante los delitos sexuales y de violencia de género. Lo que se vuelve más grave es que de nueva cuenta son las mismas mujeres que ejercen cargos públicos las primeras en acatar procedimientos misóginos.
La juez Paulina Iraís Medina Manzano, encargada del caso, ha vuelto a pasar por alto una denuncia de violencia ejercida contra mujeres. No solo ignoró el hecho de que esta joven de 18 años fue golpeada al negarse a tener relaciones sexuales con un conocido que la llevaba del trabajo a su casa, sino que permitió que se ventilaran aspectos de su vida personal como si ella hubiera sido la que cometió el delito al no ser virgen y al vestirse de manera “provocativa”.
Fue esta misma juez la que pasó por alto el caso de José Félix Rangel, El Gordo, quien violaba a su mujer, hijas y nietas. El que no se hiciera justicia a tiempo, en el caso de El Gordo, tuvo como resultado el embarazo de una de sus hijas a causa de los abusos sexuales que sufría en casa.
Esto ocurre en un estado en el que, en lo que va del año, son más de 55 las mujeres asesinadas.
Y este caso solo es uno de los varios que hemos atestiguado en los últimos años. En 2010, la entonces directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense, Luz María Ramírez Villalpando, declaró que las mujeres tatuadas y con perforaciones eran “un ejemplo claro de la pérdida de valores en la sociedad”. Fue esta misma mujer, cabeza de un instituto que presume “…propiciar el desarrollo integral de las mujeres guanajuatenses”, la que declaró en 2008 su postura contra el aborto aun cuando sea producto de una violación y aseguró que el índice de embarazos por violencia sexual en el estado es bajo porque “hay una situación propia de defensa del propio cuerpo, donde el pH funge como espermaticida por la agresión que está recibiendo. Se vuelve ácido, tan ácido...”
Esto ocurre en un estado en donde en 2010 seis mujeres cumplían condenas de hasta treinta años por abortar, acusadas de cometer homicidios en razón de parentesco, crimen que ni siquiera existe. Dos de estas mujeres habían sido violadas y una, quizá el caso más sonado, había tenido un aborto espontáneo, razón por la cual llevaba más de tres años en prisión.
En 2009, la regidora panista de la ciudad de León, Hortencia Orozco Tejeda, encabezó la quema de libros de Biología de la SEP exigiendo el libro de la SEG (Secretaría de Educación de Guanajuato), en donde se exponen los temas de educación sexual de acuerdo a ideas de matrimonio, virginidad y abstinencia. El argumento era que en el libro de la SEP se exponen los temas de educación sexual explícitamente, que se muestran los órganos del aparato reproductor femenino y masculino, y se habla libertinamente de equidad de género y uso de condón y anticonceptivos.
Esto pasa en un estado en donde se atienden diariamente dos casos de embarazos de mujeres menores de 16 años.
Es momento de tomar acciones si queremos continuar avanzando en materia de equidad de género. No podemos seguir permitiendo que al frente de la justicia estén personas sin la preparación necesaria, no en un estado en donde el índice de feminicidios aumentó un 70% en 2010, no en un país en donde la impunidad ha llevado las cifras a números exorbitantes.
Exijamos información clara, seguimiento a los casos, funcionarios preparados específicamente en el tema, aplicación de la ley y un trato justo y humano para las víctimas que se atreven a levantar la voz.
Ya nos ha asombrado tanto el estado de Guanajuato con noticias de abuso por parte de las autoridades hacia las mujeres, que lo alarmante es que se vuelva cotidiano, que parezca que las mujeres pueden ser asesinadas y lanzadas al campo como práctica común, pues la impunidad, generada por las mismas autoridades, se ha convertido en el mayor enemigo de las mujeres.
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Cuando me casé en 2003 la juez nos leyó la Epístola de Melchor Ocampo, a mi primer intento de risa mi mamá y mi suegra me reprocharon con los ojos. En mi proceso de divorcio fui a parar al DIF cuando lo que quería hacer fue una denuncia por agresión física, entonces, mi marido me golpeaba y me agredía verbalmente. Me fueron pasando de oficina en oficina y mi denuncia no fue tomada. Llegué a una dependencia del DIF donde la abogada me culpó de todo, él quedó libre y tuve casi que pedir disculpas. Fue muy frustrante recibir esa respuesta. Finalmente pude divorciarme, él no paga pensión alimenticia, al denunciarlo pasé por lo mismo, la culpable era yo. Hace tiempo que me rendí al ver que estos casos no tienen ninguna prioridad, hay un montón de casos igual, un montón de hombres que no son responsables de sus hijos. Te digo, por eso me rendí y ahora enfrento que soy mujer y de entrada, hay algo de lo que soy culpable.
Marcela, 36 años
Yo siempre he sido feminista aunque en mi familia piensen que eso es para “viejas pendejas” y que así “nunca me voy a casar”. Ya estoy por mudarme de aquí, para poder ser yo con más libertad. Es fácil para ellos ignorar como es la realidad de las mujeres, esa violencia sobre nosotras les resulta cómoda porque así ellos nunca enfrentaron sus responsabilidades, aquí un hombre no tiene nunca la culpa de nada, no importa si matan a una mujer, si violan a una mujer, el sistema dirá que es “un caso de violencia doméstica”, la gente dirá que “ella se lo buscó por cusca”.
Flor, 29 años







