No es exagerado decir que los liderazgos, pensados o de facto, que han dado pie a consignas de la oposición del PRIAN, son muy reveladores no sólo de sus carencias, sino también de sus objetivos. Hagamos un breve repaso. En diciembre de 2019, por ejemplo, un bufonzuelo de poca monta, el seudocomediante “El Costeño”, emitió un par de mofas simplonas contra el Gobierno de López Obrador en uno de sus espectáculos. Ante las reacciones críticas contra el payaso, de inmediato un grupúsculo de choque digital lo quiso construir como ejemplo de “libertad de expresión” y a las respuestas a sus chistes malos, como “ejemplos de censura”.
Así, un hazmerreír fue elevado a la categoría de paladín democrático de la libertad expresiva y se insinuó la tontería de que el tipo podría ser censurado, cosa que no sólo no ocurrió, sino que vivió sus momentos de mayor fama en esa coyuntura. Por cierto, además de un par de pésimos gracejos, el tal Costeño emitió en su espectáculo una mofa contra el aún inconcluso Aeropuerto de Santa Lucía, inventando que sería inviable porque según él ahí había un cerro. Así, una franja amplia de opositores exhibió que tomó de líder momentáneo al presunto comediante porque, precisamente, su nivel de comprensión de la política está al mismo nivel que el de él.
Otro ejemplo. En 2022, luego de que López Obrador exhibiera las múltiples inconsistencias y deshonestidades del porro montajista Carlos Loret de Mola, la reacción ameritó una coordinación en voces de la prensa y liderazgos partidistas, quienes al grito de “Todos somos Loret”, quisieron victimizar al presentador de Latinus.
Así, por un ejercicio deshonesto de omisión, o una ignorancia peligrosa, se pasó por alto el sistemático daño que ese personaje ha hecho a la vida pública mexicana: a través de la invención de reportajes de guerra en Afganistán; a través de hacer entrevistas a modo para blanquear a hampones como Javier Duarte; o a través de inventar personajes ficticios como la niña Frida Sofía o a través de fabricar mojigangas, con tortura al aire incluida, a favor del narcotraficante Genaro García Luna. En el sentido común del PRIAN y sus corifeos voluntarios u oficiosos, nada de eso importa, porque el enemigo de mi enemigo es mi amigo, bien valía la pena enarbolar como héroe de la prensa valerosa a un pelele impresentable.
Otro ejemplo. En 2019, Jorge Quiroga, expresidente de Bolivia, tornado en un golpista sin escrúpulos, llamó a López Obrador “matoncito cobarde” por el hecho de haber dado asilo al Presidente Evo Morales, ilegal e ilegítimamente depuesto ese año. En vez de reaccionar con entereza, algunos guiñapos de la oposición optaron por adoptar el insulto de Quiroga, personajillo que hoy, ya con la evidencia completa, queda como un antidemócrata miserable, y la otra que secundó sus insultos contra el expresidente mexicano, Jeanine Áñez, hoy yace donde debe: en prisión por golpista.
La lista de fuentes de apoyo y liderazgos coyunturales de la oposición es larga. Ahí yacen también personajillos menores como el payaso Brozo, el puberto tardío Chumel Torres; y otros más protagónicos que perpetraron casos más serios, como el gánster Presidente de Ecuador, Daniel Noboa, quien agredió la soberanía mexicana. Y, ya más recientemente, Donald Trump ha fungido como una esperanza de facto para cierta oposición mexicana, deseosa de que el energúmeno fascistoide que gobierna Estados Unidos haga realidad sus bravatas contra México, porque, según piensan, eso favorecería a su causa.
En esta galería de personajes impresentables, hoy resalta el narcotraficante Ovidio Guzmán, de quien esta misma franja fanatizada, espera confesiones que, según ellos, exhiban a López Obrador o al Gobierno de Claudia Sheinbaum como cómplices de sus crímenes. El autoengaño que se cuentan es predecible. Aluden al episodio de 2019, cuando el entonces Presidente tabasqueño ordenó suspender un operativo donde ya se había detenido al narcojúnior, para así evitar un enfrentamiento en Sinaloa que deviniera en muertes de inocentes.
Con ese hecho, más la bagatela delirante de que López Obrador al saludar a una anciana cuyo hijo es un criminal ya lo vuelve cómplice, esta franja fanatizada da por sentada la fantasía de que Ovidio Guzmán y López Obrador son aliados añejos, socios delincuenciales y gestores del mismo cártel. Para que esta fantasía prosperara, sin embargo, hace falta omitir una verdad, y esa es la de que el mismo Gobierno del tabasqueño retomó después el operativo y capturó eficazmente a Ovidio Guzmán, para extraditarlo a Estados Unidos, donde enfrenta a la justicia en este momento.
Ahora que el criminal se ha declarado culpable de delitos y está dispuesto a confesar, la secta antipeje tiene la esperanza de que los dichos de Ovidio ahora sí, por fin, signifiquen un misil efectivo contra la llamada Cuarta Transformación. Ahora sí, según ellos, podrían aparecer las anheladas acusaciones de que López acrecentó tal o cual cártel. Ahora sí, según ellos, podrían aparecer los dichos de que la campaña de abrazos y no balazos fue para favorecer a un grupo de delincuentes en detrimento de otros. Ahora sí, en suma, anhelan que Ovidio Guzmán haga partícipe a López Obrador de crímenes que, por el contrario, sí se han acreditado ya en personajes como García Luna y el narcogobierno al que perteneció.
Ahí alberga la esperanza de crecer de una oposición venida a menos. Lo que se olvida es que ese encogimiento al parecer irresoluble no se ha dado debido a los simples dichos de fulano o zutano o perengano. Se ha dado porque los hechos han constatado que esa oposición reducida fue aún peor como Gobierno y a lo más que aspira ahora es a acusar que el Gobierno actual es muy parecido a ellos.
Esa situación desesperada los hace buscar clavos ardientes de los cuales prenderse para no volverse aún más irrelevantes. Su condición mendicante de liderazgos y elevar a este rango a personajes impresentables, cuando no a delincuentes confesos, habla de que su único objetivo es ya no digamos volver al poder, sino llevarse entre las patas a alguien más en su caída al abismo.





