Jaime García Chávez

Vivir Ayotzinapa desde dentro

"En conjunto se advierte sobradamente que Ayotzinapa es una herida que no ha cicatrizado".

Jaime García Chávez

29/09/2025 - 12:03 am

A 11 años de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, familiares y estudiantes de diversas escuelas, marcharon del Ángel de la Independencia al Zócalo Capitalino. Foto: Rogelio Morales Ponce, Cuartoscuro

En el marco del aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, alumnos de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” organizaron un foro denominado “Ayotzinapa 11 Años: Luces y Sombras” al cual tuve oportunidad de asistir el pasado 19 de septiembre. Fue una experiencia que mucho me sirve para comprender la realidad de esa parte del país desde la óptica de un ciudadano que vive en el otro extremo de la República, en Chihuahua, y que ha militado en favor de la causa que afecta a las familias de los desaparecidos.

Siempre se ha dicho que los viajes ilustran. Y en efecto. 

Al llegar a Tixtla, Guerrero, antesala inmediata del edificio que alberga la Normal Rural, observé en su plaza pública el monumento a Vicente Guerrero, el insurgente que mantuvo la llama de la Independencia y que pasado el tiempo se convirtió en el primer Presidente de México de origen afrodescendiente.

También noté el culto cívico que se le rinde a Ignacio Manuel Altamirano, un hombre que de la miseria extrema se elevó a la cima de la intelectualidad liberal durante el siglo XIX; él, que sólo envidiaba a los ricos que tuvieran dinero que le faltaba para comprar libros, y que emprendió la crítica política con independencia y capacidad de pensar por cuenta propia. Ambos próceres son el orgullo de ese pueblo.

Al llegar a la Normal Rural hubo muestras de solidaridad fraternal, atenciones que se agradecen. Si bien el ambiente era de alto espíritu colectivo y alegría, se sentía además una pesadez por el recuerdo de un ignominioso suceso que no termina por quedar debidamente resuelto en términos de justicia para la memoria del país, principalmente para las víctimas que a 11 años de distancia ven que el Estado y sus instituciones han sido incapaces de poner un punto final, sin que esto signifique que las agendas de lucha hayan terminado. 

Basta y sobra decir que la lucha continúa, y que es ardua y de una dimensión cronológica profunda, pues la escuela se fundó en 1926, durante el Gobierno de Plutarco Elías Calles, y ahora está empeñada en la exigencia de justicia para los 43 desaparecidos, empresa en la que cuentan con un gran apoyo popular nacional.

De las intervenciones que escuché en boca de los estudiantes durante el foro, advertí el malestar con el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador por no haber ido al fondo, por no esclarecer los crímenes y no rescatar la mejor memoria que un suceso de esa magnitud requiere y que es aún una asignatura pendiente. Esto lo entiendo en términos de que al Ejército hoy no se le toca ni con el pétalo de una rosa.

Las voces estudiantiles fueron precisas en cuanto a los objetivos, a la organización y a los llamados a los consensos clave que exigen un caso como este. El enfoque, en cambio, de las vocerías de Naciones Unidas y de los derechohumanistas ahondó en la reflexión y puso el acento en las claves que se derivan de los derechos humanos y los juegos políticos que se traban con el poder imperante en el país, tanto en la época de Peña Nieto como en la de López Obrador y con la actual presidencia de Claudia Sheinbaum.

En conjunto se advierte sobradamente que Ayotzinapa es una herida que no ha cicatrizado. 

El discurso del antropólogo y derechohumanista Abel Barrera Hernández, fundador del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, estremeció a la comunidad estudiantil tanto por su armazón retórica como porque tocó los más profundos sentimientos de indignación colectiva que rodean a la desaparición de los 43 y la incuria estatal.

El activista trazó la pauta de que sólo la lucha y el seguir poniendo el acento en los reclamos se podrá llegar a la conclusión y obtención de la justicia que se demanda, resaltando el gran papel que han jugado los padres y madres de los 43.

Hasta ahí mi experiencia evocaba los recuerdos de muchas otras luchas que he visto a lo largo de mi vida. Pero nada como ver en vivo la rabia desbordada de los jóvenes, que rebasa al suceso y que se adentra en la expresión del futuro que les espera, por su pobreza, por su origen en los pueblos ancestrales y el México profundo, marcadamente marginados por un sistema excluyente de dominación. Ví lágrimas y músculo de ir al fondo y sin más limitaciones que su optimismo que rebasa a una voluntad inimaginable. 

De sobra está decir que atestiguar todo esto me conmovió. Ví detrás del presidium la expresión plástica que mezcla muralismo y grafiti para plasmar a los íconos de la utopía del siglo XX: Engels, Marx y Lenin, representantes de un pasado que unos dicen que ya se fue pero que aún sigue estando aquí.

Durante el foro, dos preguntas de jóvenes que no rebasan los veinte años de edad quedaron sin respuesta: ¿Por qué se nos discrimina y se nos trata como delincuentes?, y ¿cuál es el papel que en esta coyuntura y en este gobierno juega Omar García Harfuch?

Jaime García Chávez

Jaime García Chávez

Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

Lo dice el reportero