
I
Al amanecer
en la serenidad que apunta
sus enigmas palpitantes de dicha;
cuando los arrecifes del sueño
quedaron atrás,
el viento en su tarea incansable,
entre la incertidumbre zigzagueante
de nuestros quehaceres y querencias,
advierte una y otra vez
la ausencia que nos interroga
y desafía.
II
Ese movimiento suyo,
su inestabilidad permanente,
el sortilegio de su fertilidad,
la pronunciación de su paso
de brisa y tormenta;
el dilatado dolor
cuando enceguece la razón
e incendia las palabras
y disemina su ulular
desgarra certezas
y rompe cadenas,
hasta volver
a su minucioso silencio
que acredita la mirada interior,
atenta
al reafirmar el asombro.
III
Es la fe,
el instinto de sobrevivencia,
el aliento del mismo ser humano
en su danza con el tiempo.
IV
Cuando los brazos se juntan,
las manos unidas apuntan
hacia los cielos,
estirando
las raíces
de la tierra;
la misma sangre
de los ríos del cuerpo;
hasta saberse
la espada del corazón
en medio de la guerra:
V
Este viento fresco
es la paz interior.
Rendija
La ideología de un gobierno ¿es el país, es la nación, la República?
Cuál es la experiencia de la historia, y en un régimen democrático, qué implicaciones tiene para el ejercicio del poder que es temporal; es decir, suele cambiar al paso del tiempo, a través de sus procesos políticos, algunos electorales.
México no es una isla, es un puente territorial entre el sur y norte, este y oeste, pueblos originarios, sociedades mestizas, criollas, indígenas, cuya frontera norte colinda con el imperio anglosajón multirracial. México ¿puente civilizatorio o crucifixión?, la elección de su historia está en su presente, en el entendimiento de la hondura civilizatoria que implica la actual coyuntura. La responsabilidad del gobierno es toda y de los ciudadanos también, aunque se haya olvidado o reprimido por la bisagra del temor y la violencia.
Esa coloquial bondad metafísica, abrazos no balazos, derivó en una autorización para multiplicar el crimen. Si el gobierno no logra expresar con contundencia su divorcio con el mismo, la guerra civil será inevitable (ya está presente a baja escala en los altisonantes discursos de la atmósfera política y sus redes) porque la furia contenida resquebraja la esperanza y la justicia tarde o temprano encuentra su propio camino.
Se tiene el carácter, falta que encarne la palabra, sin aislarse más, al estar encadenada a la obstinación de una herencia caduca.
El país no puede seguir dudando del rumbo a elegir, no se trata de votaciones, sino de la vida misma, de la sobrevivencia de una Nación, de sus posibilidades y dignidad.





