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Jorge Alberto Gudiño Hernández

04/06/2016 - 12:00 am

Elecciones

Soy un habitante de la Ciudad de México y no iré a votar este domingo. Sólo me correspondería hacerlo por el Constituyente o por los constituyentes. Me sumaré al enorme porcentaje de los capitalinos que no acudirán a las urnas.

Se ha hablado mucho del voto de castigo, del útil, de la alternancia, de elegir a los mejores. A estas alturas de la vida democrática de nuestro país, ya no creo casi en nada. Foto: Cuartoscuro
Se ha hablado mucho del voto de castigo, del útil, de la alternancia, de elegir a los mejores. A estas alturas de la vida democrática de nuestro país, ya no creo casi en nada. Foto: Cuartoscuro

Soy un habitante de la Ciudad de México y no iré a votar este domingo. Sólo me correspondería hacerlo por el Constituyente o por los constituyentes. Me sumaré al enorme porcentaje de los capitalinos que no acudirán a las urnas. Las razones, supongo, son compartidas. A saber:

No me queda nada claro cómo votar. Las imágenes de las boletas electorales del Constituyente sólo me generan angustia.

No me queda claro por quién voy a votar. Los millones de spots se encargaron de disuadirme. Unos y otros hacían propuestas en el límite de lo absurdo.

No me queda claro si los elegibles son competentes. De hecho, lo dudo. Eso de ofrecer, dentro de una constitución, derecho a Internet gratuito y demás lindezas, suena absurdo por donde se le vea.

No me queda claro por qué no hay un grupo de académicos y constitucionalistas encargándose del asunto. Ellos bien podrían intentar escribir una constitución breve, de pocas palabras, en la que se dijera lo fundamental y no nos distrajeran con asuntos menores.

No me queda claro si mi voto serviría de algo. A fin de cuentas, tanto el gobierno federal como el capitalino tendrán la prerrogativa de imponer a varios constituyentes. Entre ellos, incluso cabrían aquéllos por quienes no votaron los electores.

Me parece que podría seguir alargando la lista. No es el caso. De pronto una sospecha ha lastrado mi ánimo: la de que mi voto no sirve de nada, incluso, en otro tipo de elecciones. Se ha hablado mucho del voto de castigo, del útil, de la alternancia, de elegir a los mejores. A estas alturas de la vida democrática de nuestro país, ya no creo casi en nada. No sólo por el manido hecho de que las promesas de campaña son nada más eso y no hay nada ni nadie que obligue a cumplirlas. También, porque hemos visto que los malos gobernantes del pasado no pagan por sus actos.

Así, si yo viviera en Veracruz, podría ejercer mi voto por un nuevo gobernador. Me parece que, de cualquier modo, de poco serviría. Incluso en el posible caso de que ganare el de Morena, me da la impresión de que no tendría los recursos, la voluntad y la entereza suficiente para que se juzgara a su predecesor. Y si él no lo hace, mucho menos lo harían los otros dos candidatos.

Y la historia se repite en Tamaulipas, en Chihuahua y en cada uno de los estados que elegirán gobernantes. Si viviera en alguno de ellos, me daría trabajo convencerme para ir a votar. A veces el desencanto también se vale. Lo haría, supongo, pese a todo. No lo haré, sin embargo, por el Constituyente. Eso sí me parece un sinsentido total.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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