DOS AÑOS, SIETE CIUDADES Y UN RECLAMO: ¡JUSTICIA!

16/02/2013 - 12:00 am

Un fotógrafo mexicano de prensa deja todo para documentar en siete ciudades las protestas del movimiento Occupy en el mundo. Dos años de un paso social histórico.

Fotos: David Jaramillo.

Dejé mi labor como fotoperiodista después de 13 años de carrera, en los cuales colaboré en diferentes medios escritos. Buscaba acercarme a otras realidades y entender conflictos y movimientos sociales en el ámbito global; siempre me habían inquietado y por algunas circunstancias editoriales me fui alejando de ellos. En 2011, me di la oportunidad de arriesgar lo seguro por lo inseguro. Renunciar al diario El Universal fue un gran paso para continuar mi aprendizaje. Existían varias motivaciones que me impulsaron a realizar el nuevo proyecto. Una de las principales fue la oportunidad de obtener boletos de una compañía aérea dónde me costaría 10 por ciento de la tarifa oficial. Todo comenzó a tomar sentido cuando recibí la invitación del pintor Rubén Leyva, para editar un libro de fotografía en colectivo con otros escritores y artistas; la invitación surgió a través de Editorial Marabú, que ha publicado Memorial de Agravios–Oaxaca, México 2006, AFRO y Fotografía Contemporánea en Oaxaca. Desde entonces, el proyecto creció y aún seguimos trabajando en él con los materiales que se han generado en los últimos años.

Después de vender mis muebles y tomar los pocos ahorros que me quedaban emprendí el viaje. Mi primer destino fue Nueva York, donde documenté por más de cuatro meses, de principio a fin, el movimiento Occupy Wall Street.

Ese fue el inicio de este periplo alrededor del mundo que trata de dar cuenta y entender lo que está pasando en la sociedad humana de inicios del siglo XXI.

Después de llegar a Nueva York crucé Estados Unidos –de costa a costa– para ser testigo del movimiento Occupy Oakland, en California, donde me sorprendió que aun dentro del mismo país las protestas tuvieran matices tan diferentes.

La marcha continuó por Europa. Aterricé en Madrid en septiembre de 2011y fui a la Plaza del Sol a conocer a los activistas del 15M; la hospitalidad en sus casas fue clave para que pudiese seguir durante estos años la línea de pólvora que se extendía por el mundo, en mi caso fue hacia Catalunya. Así presencié el movimiento 12M y15M.

Instalado en la cosmopolita Barcelona, la ciudad se convirtió en el muelle natural para partir a diferentes países del Mediterráneo y presenciar en Atenas, Grecia, las protestas contra la visita de Angela Merkel y también la huelga general en Italia.

En cada lugar al que fui conté siempre con el apoyo de activistas e intelectuales, anarquistas solidarios como los de Occupy London y, en general, con la mayoría de los movimientos anticapitalistas alrededor del mundo.

Al pasar por Roma, Italia, conocí a otro grupo de activistas que aceptaron recibirme solidariamente en el Forte Prenestina, una singular ocupación enclavada en una especie de castillo del siglo XVIII tomada por punks 25 años antes, y que ahora es uno de los centros sociales alternativos más importantes de Europa.

Fue así, en este ir y venir de viajes solidarios, que logré documentar la última Huelga General Europea dónde participaron más de 10 países del Viejo Continente ante un proceso histórico sin precedente.

Durante este recorrido, el proyecto de investigación fotográfico tomó su forma de manera natural, consolidándose como una muestra visual que, a su modo, va armando el rompecabezas de distintos movimientos a nivel global, mientras plasma una perspectiva y une los cabos en común de algo que ha sido tan determinante en los inicios de este siglo.

LA LUCHA EN EL EPICENTRO DEL CAPITALISMO

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“¡Mic check… Mic check!”.

El grito fuerte de Nina, en medio de cientos de personas, hace que más de cinco activistas volteen a verla de inmediato; ellos, ubicados en diferentes partes de la aglomeración, la secundan y gritan al mismo tiempo: “¡Mic check… Mic check!”.

En un momento el coro se hace más fuerte y rebota en otros 15 sujetos que reproducen lo que ella dice. Es el momento. Nina, una joven que estudia en la Universidad de Columbus expresa efusivamente que hay que extender la lucha social contra el capitalismo más allá de Manhattan: “Hay que llegar a los barrios donde la lucha social no es un privilegio, hay que llegar con las clases sociales más marginadas de New York”.

El discurso de Nina se extiende entre los cientos de mujeres y hombres que van transmitiendo en coro cada una de las estrofas que Nina genera; un eco vivo rebasa las avenidas que rodean el parque Zuccotti, el sonido llega hasta ahí a dónde la policía se encuentra vigilando el campamento, en el cual, según las disposiciones de la autoridad en turno, está prohibido usar altavoces y equipos de sonido para no alterar el orden social. Sin embargo, en este momento no pueden arrestar a nadie ya que no están usando megáfonos ni sonido de audio. Es la unión de las  voces de los ciudadanos neoyorquinos la que amplifica las ideas revolucionarias que han cuestionado al sistema impuesto por el 1% de la población, el sistema económico de los políticos y los monopolios estadounidenses.

Al final de la intervención de Nina, la conglomeración grita con euforia y levanta las manos para expresar que han aceptado la propuesta por unanimidad. Todos sonríen y Nina se pierde entre la gente cuando otra persona que toma la voz de todos vuelve a gritar con aplomo: “¡Mic check… Mic check!”.

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En este momento los medios ya no pueden detener la protesta y así los neoyorquinos salen a las calles convocados por la Internet para intentar tomar Wall Street durante el mes de septiembre. La policía responde de manera brutal, los protestantes se autodenominan el 99% contra el 1% que representa a la clases política y a los dueños de los monopolios económicos.

Siguiendo la protesta fue como terminé encapsulado en medio del Puente de Brooklyn entre las 700 personas que fueron aisladas el día 2 de octubre 2011. Los 700 que se revelaron decidieron sentarse su pasarela y confrontar la acción policiaca de manera pacífica. Para mí, después de haber estado en Oaxaca y en Atenco, en principio las acciones de protesta de este movimiento me parecían demasiado moderadas, pero entender el contexto histórico de esta sociedad era necesario para no prejuiciar el contexto político en el que me encontraba. En Nueva York, el hecho de conquistar las banquetas era un avance, en un sistema donde la policía te podía arrestar por el simple hecho de bajar de ellas. El desafío a la autoridad por parte de sus ciudadanos era importante, pues en más de cuatro décadas no había existido una asamblea nacional que rebelara el descontento de los ciudadanos estadounidenses.

Muchos jóvenes sonreían a la policía, otros guardaban silencio, activistas que por su trabajo político se encontraban señalados optaron por escalar las columnas de hierro hacia arriba para llegar al paso peatonal que cruza de Manhattan a Brooklyn, el resto poco a poco fue arrestado y atado con esposas de plástico negro, algunos menores de edad lloraron cuando fueron exhibidos frente a la decena de fotógrafos que estábamos con los encapsulados encerrados en un rincón sin poder dar cuenta de todo el proceso.

Una mujer con sus dos hijos menores de 10 años también fue llevada a la zona de arresto. La madre pide a la prensa que no fotografíen a sus niños; un fotógrafo contesta: “¿Para que los trae?”. La madre enojada le responde con una seña obscena, al instante los motores de las cámaras fotográficas suenan simultáneamente. Los arrestos avanzan lentamente, a toda la prensa nos retiran mientras seguía la represión a los cientos de manifestantes que uno por uno fueron arrestados en el emblemático Brooklyn Bridge.

OAKLAND: LA FURIA CALIFORNIANA

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Conforme creció el movimiento a nivel nacional empezamos a escuchar por las redes sociales que las movilizaciones de Oakland contra la policía californiana eran muy fuertes. Así decidimos contactar a algunos amigos mexicanos que viven de ese lado del continente, y con un grupo de compañeros viajé a Oakland para ser testigos de la Huelga General el 2 de noviembre de 2011, cuando los manifestantes cerraron el cuarto puerto más importante de Estados Unidos.

En Oakland nos recibió una amiga mexicana que nos dejó dormir en su estudio, inmediatamente nos dirigimos al campamento Oscar Grant (nombrado así por el joven negro asesinado en el metro después de ser esposado y tirado al piso boca abajo por un policía, quien teniéndolo sometido le disparó por la espalda frente a cientos de pasajeros).

En esta nueva atmósfera encontré enfrentamientos directos y una actitud irreverente frente a la policía. Aquí los jóvenes no se dejaban arrestar: primero luchaban con piedras y bombas molotov. Fue impresionante percibir la diferencia de carácter entre los newyorkers y los chicos californianos.

Después de que el Bloque Negro de California destruyó bancos y derrotó al ala comunista moderada, fui testigo de cómo los encapuchados de negro se aglomeraron y empezaron a destruir los vidrios de los bancos. Algunos “ninjas anarquistas” golpeaban fuertemente a quienes intentaban interrumpir su acción. En esta protesta, ellos habían acordado que la acción anarquista dirigiría la manifestación en los riots (disturbios) y que agredirían a todo aquel que se interpusiera en su camino. Mientras las miles de personas tomaban otras calles para continuar la protesta, los anarquistas seguían destruyendo supermercados y gasolineras para demostrar el repudio a los monopolios empresariales.

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Al llegar la noche, cerca del parque Oscar Grant el bloque anarquista se dedicó a poner barricadas; alrededor de unas de las calles donde tomaron un edifico recuerdo una manta que decía: “Occupy Everything”.

Así, el ala más contestataria tomó el edificio para organizar actividades políticas, mientras las sirenas anunciaban la llegada del fuerte operativo policiaco. Los “robocops”, nombre que los activistas daban a los cuerpos policiales, empezaron a rodear la zona mientras los manifestantes recolectaban piedras en carritos de supermercados; las barricadas empezaban a arder y la policía avanzó disparando gas lacrimógeno, era tan fuerte que corrí dos cuadras hasta llegar al fondo de un estacionamiento solitario, en un rincón me hinqué para apoyarme en el piso y ponerme gogles y máscara antigás mientras mis manos temblaban por la adrenalina. Pensé: he cruzado Estados Unidos de costa a costa para este momento. A las pocas horas sólo quedaba basura y los retenes policiacos rodeaban el parque Oscar Grant. De esta forma el movimiento se extendió en los suburbios mientras las protestas no dejaban de confrontar a las patrullas que encontraban a su paso. Este ambiente fue el que dejamos para regresar a Nueva York y así continuar en Occupy Wall Street que, a la postre, me llevó a cruzar el Atlántico.

Al llegar a Madrid me integré con los activistas de Vallecas. Este barrio es uno de los conclaves madrileños dónde el 15M se ha mantenido con asambleas activas. La información corre en el aire, en Barcelona algo vienen pasando, así que decidí presenciar el 12 y 15M en la Plaza de Catalunya y no en la Del Sol.

BARCELONA: LA INDIGNACIÓN DE LOS OKUPAS

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En Barcelona encontré a un compañero que había participado de lleno en el movimiento estudiantil del CGH-UNAM en 1999. César fue a estudiar su doctorado en la Universidad de Barcelona y es miembro de una asamblea dentro de una ocupación en el barrio del Raval, llamada “la casita de a lado”. Este edificio de ocupación se llama así por estar ubicado en el Palace Well –construido por Gaudi–. En este lugar viven unas 30 personas en una comunidad multicultural de franceses, italianos, mexicanos, españoles, catalanes, peruanos, saharauis y marroquíes, quienes mantienen la asamblea de esta ocupación para resolver las problemáticas internas y participar en actividades políticas y culturales de colectivos altermundistas. Ahí conseguí una habitación con la venia de la asamblea al contar lo que había visto.

Una madrugada una compañera pasó despertando a los camaradas. En el alboroto se escuchó que la poli estaba desalojando a “la Barrilonia”, una Okupación autogestiva que se encuentra sobre la Rambla del Raval. Cientos de policías rodearon el lugar y sacaron a los activistas y habitantes de esta ocupación. Desde hace más de tres años, el trabajo social de este centro se basa en talleres gratuitos educativos y comedores sociales para vecinos de un barrio de migrantes.

La escena a fotografiar es de jóvenes de distintas nacionalidades sacando sus cosas ante el fuerte operativo policiaco, decenas de furgonetas rodean las calles del edificio. Más jóvenes acuden y en catalán gritan indignados: “¡Esta es nuestra democracia y esta es la libertad!”, mientras otros se abrazan ante el inminente desalojo.

MADRID, LA UNIÓN CON LOS MINEROS

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Al salir de ahí el ojo vaga queriendo agarrarse de algo. Fue en el barrio de Vallecas, de vuelta en Madrid, que fue brotando el hilo que une caminos. En las paredes del barrio se ve propaganda pegada en la pared que dice: “Todos con la resistencia minera”. Es la recepción de las marchas mineras del 10 de junio de 2012.

Los mineros anuncian que vienen a pie desde Asturias, defendiendo las minas que generación tras generación han dado de comer a sus familias. Ahora los recortes gubernamentales quieren desaparecer la producción de carbón de un día para otro. Las miles de personas que esperaron horas para verlos gritan: “¡Esto nos pasa por un gobierno facha!”.

Las lágrimas asoman en los ojos de la gente cuando después de horas de espera los mineros entran a la plaza y miran a la gente de frente, encarándolos, solidariamente. Se saben en la misma lucha, de trabajador a trabajador que defiende lo que siempre ha sido suyo: el derecho a la labor.

Al día siguiente, el 15M y los mineros fueron alcanzados por pelotas de hule disparadas directamente a los cuerpos de los manifestantes. La policía detuvo a decenas de simpatizantes de la lucha que habían logrado llegar a la capital española después de 20 días de caminata y 45 de huelga. Entre las consignas se escucha: “¡No somos terroristas, somos mineros!”. Al mismo tiempo, las personas intentan retirar las vallas de metal que rodean la sede del Ministerio de Industria. A pesar de la fuerte movilización y los enfrentamientos, los recortes presupuestales no se detuvieron por parte del presidente Mariano Rajoy y sus diputados del Partido Popular (PP).

En el barrio de Vallecas, los bien organizados integrantes de la asamblea popular realizan una fiesta para reunir los fondos que paguen las altas multas de los activistas detenidos. En medio de la gente, Ana, integrante de la asamblea, expresa a sus compañeras que hay que hacer más para contrarrestar la represión, pues aparte de que son atacados ahora tienen que sacar fondos para pagarle a la policía por la libertad de sus compañeros presos. Sus jóvenes compañeras la miran preocupadas buscando en su interior respuestas que la situación actual de España y del mundo no les puede dar.

ATENAS: GAS PIMIENTA Y DISCUSIÓN POLÍTICA

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Es media noche en la Plaza Sintagma de Atenas, Grecia. Ha pasado ya el último autobús. Camino sobre el piso de mármol carcomido por las batallas que se han dado en los últimos cinco años, levanto la vista frente al Parlamento Griego: no es tan grande como lo veía en los videos.

Pregunto a un taxista hacia dónde es el barrio de Iksarjia, con un inglés fluido me responde que no es muy lejos. Camino por algunas calles muy oscuras y encuentro un bar con atmósfera cálida; dentro se encuentra una chica delgada y muy guapa, el barman me responde amable y sonriente la dirección a seguir. Ahora busco la calle de Mabromijaili, pero cuando observo los letreros con los nombres de las calles, no puedo comprender el griego escrito; busco una avenida más amplia.

Por fin llego a la dirección indicada. Es la casa de Dimitris, un agrónomo fotógrafo que hace un blog sobre acontecimientos políticos en su ciudad. Me explica que necesitaré una máscara antigases porque los policías de ahí usan un gas pimienta muy fuerte, es el que usan los israelitas contra las Intifada palestina en Gaza. Era demasiado tarde. Al día siguiente todo estaba cerrado y desde muy temprano los contingentes empezaron a aglomerarse en diferentes plazas del centro de Atenas, al fondo se divisa la Acrópolis, entre edificios, mantas y consignas.

Miles de manifestantes de diferentes ideologías merodean la plaza del Parlamento. La beligerancia de los jóvenes anarquistas se hace notar en el coraje y técnica de contraataque frente a la policía: lanzan bombas de petróleo y antorchas de bengala… las ondas expansivas hacen brincar. Sin máscara, los primero gases lacrimógenos contra la gente hacen llorar. La garganta se me cierra y al intentar huir de las bombas de humo, mis ojos ya no distinguen nada. Todo era una pintura surrealista dónde sólo percibía colores, manchones de ellos. Caí al piso protegiendo mi cámara, ahí sentí como varias manos me recogieron y me sentaron en el piso. Un fotógrafo me dio un sobre color gris, me habló en griego y no le entendí; no sé si untármelo o tomarlo, lo primero que se me vino a la cabeza por el ardor insoportable fue untarlo. Después una señora me dio gotas para los ojos. Me rodean dos chicas que me traducen del griego lo que la señora dice: “esa crema también se puede beber”. Los griegos hace años van bien preparados contra las armas químicas que usa la policía de su país.

Eksarjia está rodeada de escuelas universitarias. A toda hora los jóvenes estudiantes corren y caminan apresurados con sus libros y mochilas en los brazos para llegar a sus clases. La policía vigila de cerca cada una de estas instituciones,  cuando no lo hace permite que dealers vendan mucha heroína, morfina y crack a cualquier persona y a buen precio. Es el caso de la Universidad Politécnica Nacional de Atenas, donde camino con cuidado de no enterrarme una jeringa tirada por en el piso. La primera vez que pase por ahí, mi lengua se durmió e hice conciencia de cada una de las venas de mi cuerpo; a mi paso encuentro a un señor tirado sobre la banqueta, se desangra en una escalera que da a una puerta de los edificios… la sangre cae gota a gota y nadie lo ayuda.

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A unas cuantas cuadras se encuentra la explanada del barrio, donde hay centros sociales en los que se dan clases a inmigrantes de griego, inglés y español; también hay bares okupas: ahí venden cerveza y café, es un espacio abierto. Las ganancias son para la liberación de los presos políticos detenidos en los disturbios o para apoyar solidariamente a los inmigrantes en las batallas contra los grupos neo-nazis, que en la actualidad van en piqueras a suburbios de inmigrantes, sobre todo a los de africanos, destruyen sus comercios y golpean a la gente. La policía los apoya: nunca hay detenidos y en muchos casos la policía también participa.

Harris tiene 20 años de edad y es estudiante de Comunicación en la Universidad de Atenas. A su corta edad ya participa en el diario Época y también es activista político; su entorno se lo exige de manera natural: las asambleas son parte de lo cotidiano en su nueva trayectoria como periodista en medios, un periodismo social que busca solución a las problemáticas que atañen a la mayoría.

Harris también se reúne con un colectivo feminista en un bar autegestivo. De ese lugar también salen cinco jóvenes vestidos de negro con banderas rojinegras de astas de madera muy gruesa. Las guardan en la cajuela de un auto, todos suben y desaparecen con velocidad, en un barrio dónde el color de Eksarjia se expresa a través de grafitis con consignas críticas al sistema político. Es raro que en este barrio exista una pared libre de stencil o grafiti.

Las ferias de intercambio o los espacios comunitarios son una realidad alternativa. Hace años que los griegos buscan nuevas opciones de vida; día a día es común que en espacios públicos se junten y lleven todo tipo de mercancía; cuando no reciclan comida de restaurantes y mercados para producir comida popular o gratuita, hay foros con expertos que muestran la forma de producir vegetales orgánicos en espacios reducidos dentro de la ciudad. Me retiro del lugar luego de comer una sopa de vegetales con un pan de grano y agua de plátano; coincido con una chica en el autobús que lleva una pequeña planta a su casa: la consiguió a cambio de un libro.

Después de la Huelga General del 18 de octubre de 2012, algunos activistas se reúnen un parque autosugestionado del barrio de Esakjia para discutir.

¿Aún son eficaces en la actualidad las acciones directas contra los policías griegos?, se preguntan. ¿Qué tan eficaz es atacar a la policía si un sector de ellos, casi 40%, no se han declarado fascista cómo el 60% restante? ¿Cómo hacer que este sector no se vuelque a las ideas fascistas? Enfrente de la discusión política una pareja juega con sus perros cachorros mientras fuman hachís marroquí.

ROMA: LA DERROTA DE LA APATÍA

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Organizaciones de varios países convocaron la Huelga General Europea para el 14 de noviembre de 2012. Bob, un anarquista de la ocupación de Forte Prenestino, comenta que la lucha de clases en Roma, en comparación de la de Grecia, está muerta, si se considera que la última acción directa de los rebeldes fue en las manifestaciones masivas en Génova, contra el G8, cuando un carabinero le disparó en la cara al activista Carlo Juliani en medio de las protestas.

Desde entonces, creen, Italia ha sufrido un retroceso provocado por la casería de brujas de la policía; esto, sumado a la hegemónica manipulación de televisora que encabeza Silvio Berlusconi. Por ello consideran que todo lo que se había construido en materia de resistencia contra las políticas de ultraderecha se había quedado en un mal recuerdo por el asesinato de su compañero, es el parecer de la apatía.

Pero algo sucedió en la Huelga General Europea. Una manifestación con miles de estudiantes de preparatoria y universidad frente al Coliseo. La policía romana no cedía un centímetro de su demarcación y algunos jóvenes trataban de evitar la confrontación mientras realizaban cinturones humanos entre policías y manifestantes. De repente, alrededor de 150 jóvenes con cascos y escudos de plásticos aparecieron. Parecían organizados, construyeron un cinturón humano,  una muralla obstaculizó la calle; la policía llegó rápidamente en 10 furgonetas, de ellas bajaron decenas de hombres, algunos muy bien equipados: policía vestida de civil con casco y chamarras de piel, tolete en una mano, en la otra un radio.

Los jóvenes se enfrentaron a ellos. El primer bloque resistió la golpiza. En algún momento estallaron petardos contra los vestidos de azul, algunos del bloque negro  abandonaron la resistencia, los de enfrente sufrieron una fuerte golpiza: son entre cinco y seis policías contra un activista.

En un par de minutos la policía ya no pudo avanzar, se habían reagrupado. La batalla ya no era cuerpo a cuerpo, ahora los proyectiles de piedra, envases de cerveza y algunos tubos eran los protagonistas de la resistencia global contra las políticas neoliberales.

En una camioneta hay una consigna pintada: “Basta profitti sulle norte vite!!!” (Basta de sus beneficios sobre nuestra vidas). La policía rocía con mucho ánimo a los manifestantes y a todo lo que se le pone en el paso. Así fue diluida la manifestación.

Algunos estudiantes muy jóvenes  en su intento de huir a través de un puente se encerraron en un callejón sin salida. Levantaron las manos frente de los antidisturbios. La fuerza del orden goza mientras amedrentan aún más. Los oficinistas curiosos se asoman del edificio de enfrente a través de las ventanas y le gritan a la policía: “¡La delincuencia está en otra parte!”, “la policía está confundida!”, “¡hagan bien su trabajo!”, “¡no se dediquen a detener a estudiantes críticos!”, “¡la mafia es quien gobierna!”.

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MEXICANOS ANTIPEÑISTAS EN BARCELONA

Es la calle Hospitalet en Barcelona. Un grupo de mexicanos se han organizado para tomar un edificio desahuciado por la banca, un hotel de una empresa de origen de dudosa procedencia. El hotel está totalmente equipado con cocinas integrales, recámaras y muebles de diseño. El hotel está construido para hospedar al turismo del norte de Europa pero ha sido cerrado.

Algunos chilenos con experiencia en ocupar también participan. Se metieron durante la Huelga General Europea el pasado 14 de noviembre de 2012.  La azotea fue el acceso clandestino para poder entrar. Cara, de origen brasileño, abrió la cerradura de la puerta que da hacia al ático. Por ahí ingresaron de noche. Resistieron más de cuatro semanas sin hacer ruido. De esta manera han logrado pasar un lapso de tiempo crítico para no ser desalojados sin la orden de un juez. Ahora es necesario soportar un proceso penal que puede durar hasta años, para ser desalojados con previo aviso. El trabajo de asamblea es indispensable para que se coordinen en acuerdos mínimos. Entre brasileños, catalanes, saharauis, peruanos, italianos, españoles y otras nacionalidades se repartieron los pisos y las habitaciones. Dieron prioridad a quién trabajó más con los vecinos y las autoridades para legitimar la ocupación. Fueron socializando poco a poco con los vecinos para que entendieran que la nueva ocupación era de gente trabajadora, académicos, estudiantes y algunos artistas.

Durante los acontecimientos del 1 de diciembre en la Ciudad de México, los integrantes mexicanos de esta agrupación junto con #YoSoy132, decidieron participar en una jornada de actividades para el 8 de diciembre y así, entre mantas con consignas antipeñanieto, marcharon desde las Ramblas hasta la Plaza San Jaume para denunciar la imposición de un Presidente que, dicen, tiene claros tratos con empresas españolas como Endesa, Preneal y Repsol; es así cómo lo expresó Rosa Zarco, mujer mexicana casada con un catalán y que tiene más de nueve años viviendo en la profunda Cataluña.

Personas del País Vasco, catalanes y mexicanos se manifestaron abiertamente en esta antigua plaza para informar al pueblo catalán que México estaba viviendo de nuevo un proceso antidemocrático en su vida electoral y que era evidente la imposición de un Presidente que no fue electo por el pueblo, pero sí por los bancos y la industria internacional.

El mitin aclaró que la encarcelación de personas inocentes en represalia a los desmanes provocados, sólo mostró el compromiso de la cúpula en el poder para imponer intereses globales que afectan a la humanidad y a la sustentabilidad de la tierra, si se considera el contexto la relación y dependencia que se tiene con la crisis global en que nos encontramos envueltos.

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