El escritor Franz Kafka dejó inacabado el texto titulado La muralla china, como varias de sus obras. Quizá, después de La metamorfosis, Kafka se encontró con que sus novelas podían ser, si no infinitas, al menos extremadamente extensas, como llegó a sucederle a Robert Musil con El hombre sin atributos, pero por otras razones. En Kafka, debido a la estructura de círculos concéntricos que podían convertir sus novelas en una cinta de Moebius; en Musil porque, al plantearse escribir en el borde de las consecuencias colmadas de su época, ya el tercer tomo alcanzó en su cotidianidad a Musil y estaba a punto de ir delante del escritor.
En La muralla china, Kafka descubre la esencia del poder, mostrándonos que en su estructura tiene diversos niveles entrelazados unos con otros y que sólo bajo esa estructuración el poder puede ser imperecedero. En algún momento, en el texto se compara la muralla con la Torre de Babel, pero mientras la muralla es construida en la horizontalidad, la torre lo es en la vertical. A la Torre de Babel se le ha llamado «Casa del Fundamento del Cielo y de la Tierra» y sus constructores fueron castigados por Dios debido a sus intenciones de alcanzar el cielo, es decir por intentar asaltar la casa divina. De manera distinta, la muralla se construyó sólo en la Tierra y su motivo inicial fue para defenderse de los bárbaros del Norte, una misión noble a primera vista, pero sería la Casa del Fundamento de la Tierra.
Avancemos sobre la siguiente cita de la muralla: “Se afirma que hay espacios vacíos que nunca se edificaron; aseveración, sin embargo, que es tal vez una de las tantas leyendas a que dio origen la Muralla”. Por lo general, la formación de las leyendas proviene de un hecho histórico que, con más o menos certidumbre, bajo el dominio de la comunidad, se va transformando de generación en generación hasta llegar a nuestros días. La siguiente cita puede dar noticia de que la muralla pudo no haber sido terminada: “...quedaron grandes espacios abiertos que tardaron muchísimo en cerrarse: algunos lo fueron años después de proclamarse oficialmente que la Muralla estaba concluida”. Es decir, nadie podía afirmar que en rigor la muralla hubiera sido terminada. Esta posibilidad no es de mayor relevancia para los fines de la constitución del poder porque “la Muralla tenía que ser una defensa para los siglos que vendrían”. Por ello, no importaba si se tardaban siglos en construirla.
Un poder que pudiera perdurar “por los siglos que vendrían”, es decir a través de distintas eras, como lo diría Walter Benjamin, sólo podría edificarse por una unidad indisoluble entre gobierno y pueblo, tocando a cada uno de sus individuos. Como diría el texto mismo, surgieron “hombres que desde la primera piedra que enterraron se sintieron parte de la Muralla”; o sea que el fundamento de La Muralla se encontraba en la argamasa humana, en cada uno de los chinos, independientemente de la región de la que fueran originarios, distantes o cercanos a la gran muralla.
Por esto, visto el poder de abajo a arriba, vale mencionar que “...un capataz de cuatro obreros debía ser un hombre versado en albañilería, un hombre que en el fondo de su corazón sintiera la importancia de la obra. Cuanto más alto el cargo, mayor la exigencia china (que se pensaba amurallar)”. Normalmente, la exigencia del poder es de arriba abajo, pero en el caso de la construcción de la muralla era más grave la responsabilidad en medida de que subía el rango de gobierno. Y así lo dice el texto de Kafka: “Los jefes superiores, y aún los intermedios, ven mucho del crecimiento múltiple de la obra para mantener en alto el espíritu” valedero para los siglos por venir.




