Hace más de diez años decidí ayudar a defender a los animales marinos cautivos en México. En ese tiempo he hecho de todo: protestas frente a delfinarios, campañas educativas, trabajo de investigación, diálogo con autoridades, y hasta logré convocar la primera y única conferencia nacional sobre la realidad de los delfinarios en México. Han sido años de trabajo constante, muchas veces a contracorriente, con un solo objetivo: abrirle los ojos al público sobre lo que realmente ocurre detrás de esta industria.
La noticia de la clausura total y definitiva del delfinario del Hotel Barceló en la Riviera Maya, anunciada por la PROFEPA, es sin duda un momento histórico. Las razones son contundentes: negligencia médica, reincidencia en el incumplimiento de la ley, uso del predio sin autorización ambiental, encubrimiento de información. El gobierno finalmente dijo lo que muchas personas llevamos años denunciando.
Pero este avance, aunque enorme, aún no significa justicia para los delfines que siguen atrapados ahí.

Se trata de Kai, Malú, Mati y Náutica, los cuatro sobrevivientes del encierro. Permanecen en el mismo lugar, a pesar de que ya fue clausurado y legalmente no puede albergar vida silvestre. Siguen ahí, en tanques vacíos de público, pero también vacíos de ética, esperando que alguien decida qué hacer con sus vidas.
La organización Empty the Tanks México, que ha hecho un trabajo valiente y sistemático en defensa de los cetáceos en nuestro país, ha denunciado estos lugares desde hace muchos años y recientemente ha lanzado una campaña para exigir el traslado de estos delfines a un corral de mar: una alternativa ética que permite brindarles un entorno natural, sin espectáculos, sin explotación, sin contacto forzado con humanos.
Durante años nos han vendido la idea de que ver a un delfín haciendo piruetas es algo educativo o incluso conservacionista. Hoy sabemos que no lo es. Hoy sabemos que ese “entretenimiento” cuesta vidas, sufrimiento y encierro para seres que nacieron para nadar decenas de kilómetros al día, no para dar vueltas en una alberca.
Este es el momento para actuar. Cada quien desde donde esté. Puedes alzar la voz, escribir, presionar, educar, compartir, exigir. Tenemos el derecho a denunciar estas prácticas crueles y también la responsabilidad de crear un México mejor para los animales.




