Cuando rescatar rebasa limites y la acumulación sin control lleva a fatiga compasiva

21/12/2025 - 6:31 am

En la madrugada del 11 de diciembre de 2025 se llevó a cabo el desalojo del inmueble del Refugio Franciscano, ubicado en Cuajimalpa, Ciudad de México. Actualmente, se encuentran en riesgo entre mil y 1 mil 500 perros, además de decenas de gatos. Este riesgo no proviene únicamente del desalojo en sí, sino del conflicto legal y logístico que lo rodea.

El desalojo involucra a la Fundación Antonio Haghenbeck, la cual busca recuperar la administración del predio. Dicha fundación ha sido acusada de intrusión violenta y de no permitir el acceso para que terceros atiendan a los animales, aunque al mismo tiempo ha asegurado que no permitirá que se les cause daño y encargarse de ellos. Paralelamente, el Refugio Franciscano ha sido denunciado por presunto hacinamiento y alimentación inadecuada. Las versiones de los hechos son contradictorias entre todas las partes involucradas, lo que vuelve aún más complejo el panorama.

Acumulación sin control 

Más allá de determinar quién tiene la razón —algo que no me corresponde juzgar—, hay un hecho innegable: más de mil animales rebasan la capacidad operativa de cualquier refugio. Existen rescates que, con el paso del tiempo, se transforman en centros de hacinamiento. Aunque la intención inicial sea buena, la acumulación sin control conduce a la fatiga compasiva: un fenómeno que termina dañando justamente a quienes se busca proteger, manteniéndolos en condiciones lamentables.

Si un refugio llega a albergar mil animales, es una señal clara de que algo no se está haciendo bien. Esto no sólo señala fallas internas, sino un problema estructural mucho más grande: la ausencia de prevención. Si el gobierno y la sociedad se involucraran de manera real en la esterilización, la educación y el control de la sobrepoblación de perros y gatos, refugios de este tamaño simplemente no tendrían que existir, y no caerían en malas prácticas derivadas del colapso.

Hablo desde la experiencia de gestionar un refugio de animales, donde uno de los principios fundamentales es establecer límites claros: cuántos animales se pueden recibir y, sobre todo, a cuántos se les puede ofrecer una verdadera calidad de vida. Rescatar no es sólo salvar de la calle, sino garantizar bienestar continuo.

Fatiga compasiva

La fatiga compasiva es un agotamiento físico, emocional y psicológico que afecta a quienes cuidan de seres que sufren. Este desgaste puede sesgar la percepción de la realidad y generar una inercia peligrosa: no dejar de rescatar, aún cuando ya no se tienen los recursos ni la capacidad para hacerlo adecuadamente. Se pierde de vista que el rescate no termina al levantar al animal de la calle. Esto no justifica el hacinamiento, pero sí explica una de sus causas. Es una problemática que la sociedad debe atender si realmente le preocupan los animales en los refugios.

Decir que no se puede permitir llegar a cantidades tan altas de animales suena sencillo, pero en la práctica es extremadamente difícil. Aun así, es imprescindible establecer límites. Esto implica campañas de adopción verdaderamente efectivas y, en casos extremos, tomar decisiones duras como la eutanasia en pacientes sin o con poca esperanza de recuperación. Nadie quiere esto; todos deseamos darles una oportunidad a todos. Sin embargo, con un apoyo social y gubernamental tan bajo, es imposible cuidar a todos. Llegar a tener mil animales significa no poder ofrecerles calidad de vida y obliga a cuestionarnos, incluso, si algunos estarían mejor en la calle que en un encierro permanente y precario.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Es fundamental apoyar a los refugios, tanto económica como físicamente. Pero el apoyo no debe dirigirse únicamente a los animales. También es necesario cuidar a quienes los cuidan. Donar terapias psicológicas, espacios de descanso y redes de apoyo para los cuidadores es igual de importante que donar croquetas o medicinas.

La salud mental de las personas rescatistas es un pilar esencial para el bienestar de los animales. Ignorar este aspecto perpetúa ciclos de colapso, hacinamiento y sufrimiento silencioso. El caso del Refugio Franciscano no debe verse como un escándalo aislado, sino como el reflejo de una crisis colectiva: una sociedad que abandona, un sistema que no previene y refugios que cargan con una responsabilidad que debería ser compartida. Si realmente queremos proteger a los animales, debemos dejar de romantizar el rescate sin límites y comenzar a exigir prevención, apoyo estructural y cuidado integral para ellos y para quienes dan su vida por ayudarlos.

Ximena Machete

Ximena Machete

Nacida en la Ciudad de México, a mis 29 años soy tatuadora, artista plástica y defensora de los derechos de los animales. Los últimos 6 años de mi vida los he dedicado a ser la encargada del bienestar de los animales del Santuario Libres al Fin en Monterrey, Nuevo León.

Lo dice el reportero