Porque los amigos resultan ser grandes amores de la vida, hoy escribo a una amiga que no sé dónde está. Vengo a dejar esta carta aquí porque tal vez en la marea de gente –a la que siempre fuimos tan ajenas por estar en nuestra isla– que ahora nos envuelve, volvamos a encontrarnos.
«Anhelada tú:
Me doy valor para escribirte porque busco que no sea la última vez.
Necesito respetar el protocolo y hacerte saber que nos hemos perdido nimiedades y hazañas del grosor del corazón.
Entérate que me he enamorado como loca, que siento todo como si fuera la primera vez, que incluso en el primer beso que le di yo cerré los ojos y llegué hasta su boca en un camino como trazado de memoria; que estrellé mi auto porque las desventajas de la estupidez; que el vino solo si es afrutado; que cocino papas a la francesa una vez a la semana; que te extraño; que no hablo de ti porque cuando lo hago me da por soñar contigo durante días seguidos; que he perfeccionado aquel caldo de pollo que hacíamos en lunes o días feriados; que mi padre me dijo que mi regalo de cumpleaños era la detención y encarcelamiento de Elba Esther y solté la carcajada de mi vida por sus ocurrencias, ya sabes cómo es; que me pongo sensibilísima con Portishead; que todas las películas del mundo que hablaban de amistad nos daban risa porque no sabían lo que tú y yo y que me duele el alma porque me faltas tú.
Ojalá tuviera pretextos para justificar mi estupidez, ojalá pudiera decir que cuando te falté estaba drogada o no había comido, que tenía resaca o un mal de amores, ojalá pudiera decir que cuando te falté no estaba en el país o mi abuela me había hablado de urgencia, que perdí una pierna o se robaron mi bicicleta, ojalá pudiera decir que cuando te falté me habían secuestrado o tenía que llegar a mi casa porque mi perro llevaba dos días sin comer, pero no, recuerdo que dije la verdad porque acepté mi culpa, y aún la acepto, pero ya no la quiero porque te quiero a ti.
Me gusta pensar que somos dos tontas esperándonos en el aeropuerto o en el andén de algún tren. Me gusta pensar que si estamos lejos es porque una bomba cayó entre nuestras ciudades. También que ya no nos escribimos porque somos tan clásicas que todo el tiempo pierden nuestras cartas en el correo postal. Prefiero pensar que si estamos separadas es porque tú eres todavía más sabia que el tiempo.
Perdóname, anhelada tú, perdóname todo. Y cúlpame también, cúlpame de todo amar, cúlpame del gasolinazo, del cáncer de Chávez, del insoportable frío en vísperas de la primavera, del aumento en la canasta básica, del alto índice de desempleo; puedes culparme de todo, pero jamás decir que nunca te quise.
Te escribo porque no sé –y no quiero– decirle a un amor de mi vida que tiene que dejar de serlo».
@hartatedemi







