Durante cuatro meses, en una de las batallas más cruentas de la Segunda Guerra Mundial (Montecassino, 1944), los Aliados tratan de romper las líneas alemanas en su intento por llegar a Roma.
En ese frente no sólo combatieron ingleses y norteamericanos, sino también tropas llegadas de otros continentes: hindúes, nepalesas, magrebíes, maoríes de Nueva Zelanda, e incluso un ejército polaco compuesto por ex deportados del Gulag. Y entre los dos fuegos, refugiados junto a algunos monjes en la abadía de Montecassino, están los civiles.
Combatientes como John Wilkins, sargento de la División “Texas”, el maorí Charles Maui Hira, los hermanos polacos Szer o el judío Samuel Steinwurzel, superviviente de Siberia, correrán suertes muy dispares.
A la historia de sus vidas se unen voces del presente: esposas, hijos, nietos y parientes –entre ellos la autora– que van tras las huellas de estos héroes que no siempre relataron a sus coetáneos su asombrosa odisea, hecha de horror y de valentía.
Helena Janeczek cuenta diversas historias en forma de fragmentos vistos tanto desde el punto de vista de los combatientes, como de sus descendientes y centra especialmente su atención en los polacos que acabaron tomando la famosa abadía ya en ruinas.
Los polacos lucharon tanto en el frente oriental al lado de sus opresores rusos, como en casi todos los frentes al lado de los ingleses. Pasaron por lo peor mientras su país era arrasado por los nazis y posteriormente rematado por los rusos. Además fueron traicionados por ingleses y estadounidenses que entregaron su país a Stalin. Miles de soldados y civiles se convirtieron en apátridas.
Janeczek lo narra con una prosa sentida que acaba siendo emotiva en un libro que tiene muchas caras, muchos matices, que revela muchos aspectos poco tratados tanto de la guerra como de la memoria y que es a la vez un desalentador retrato de la corrupta Italia actual.
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