
La semana pasada celebramos un nuevo cumpleaños de Julio Cortázar. Entre muchas cosas, llama la atención que, a casi tres décadas de su muerte, se siga hablando de él como si estuviera vivo. Esto puede deberse a múltiples razones. Entre ellas, que en vida fue generoso y abierto, defensor de las causas justas y gran amigo de sus amigos, que eran muchos. También, el que su literatura conserva una frescura que parece no anquilosarse con el paso del tiempo. Pese a que se ha convertido en un referente común, no está lastrada por el peso de lo clásico; mucho menos es un divertimento cualquiera aunque, a ratos, bien podría parecerlo.
Mencionar libros suyos es como pretender elegir una sola cuenta de un collar enorme o caer en el lugar común de escoger las piedras más vistosas. Sin embargo, hacerlo es inevitable cuando su nombre sale a relucir en pláticas y se le dedica la velada. Sobre todo, porque su literatura es variada y camaleónica. Es sencillo encontrar cuentos magistrales cerca de complejos ensayos políticos, pasando por una poesía que tiene ritmo de canción o por experimentos narrativos que aún no encuentran su justo balance. Así, opto por un ejercicio casi azaroso. En él incluyo desde sus libros más famosos hasta otros más difíciles de conseguir. Trato con un par de cuentos aislados y llego hasta el divertimento. Lo hago en la conciencia de que cualquier listado se defendería por sí mismo. Además, me doy el lujo de incluir textos que, durante años, han operado en mi ánimo de tan diversas formas que no puedo sino agradecerlo.
Un tal Lucas

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El perseguidor

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Rayuela
Mucho es lo que se ha dicho de esta novela. Existen estudios en torno a las diferentes formas que existen para leerlas, hay quien gusta de citar capítulos en medio de conversaciones triviales e, incluso, fanáticos que buscan seguir los pasos de Oliveira por París. Sin embargo, no es la trama ni la compleja propuesta formal lo más poderoso dentro de Rayuela. Es cierto, la historia avanza en dos (o tres momentos) narrativos. Lo hace a partir de un esquema novedoso que permite una multiplicidad de lecturas. Pero, más allá de eso, existe un elaborado tratamiento de la psicología de los personajes. Conocerlos es comprender las razones por las que están dispuestos a hacer determinadas cosas, es entender su momento histórico, su mundo, sus inquietudes y las razones de sus diálogos. Más aún, en esta novela Cortázar nos permite experimentar emociones a una intensidad máxima. Tal vez por ello estén los que insisten con determinados capítulos. En ellos resulta imposible no enfrentarse a la sorpresa.
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Vientos alisios

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Algunos pameos y otros prosemas
Los amantes de las clasificaciones no dudarían a la hora de señalar a Cortázar como un narrador y, en cierto sentido, no estarán tan errados. Sin embargo, a la hora en que busquen clasificar algunos de sus libros empezarán los problemas. De pronto se enfrentarán con textos híbridos, donde los géneros se acompañan y se funden (incluso se toparán con fotografías y dibujos). Algunos pameos y otros prosemas no es tan extremo. Pero sirve para refutar a los clasificadores: es un libro de poesía casi por completo. Ahí se pueden encontrar poemas de ésos que gusta la juventud: atormentados, insumisos, seductores. Sin lugar a dudas, un libro clave para ampliar el referente que nos ha significado el autor.
De nueva cuenta me he quedado corto. La lista bien pudo incluir el cómic escrito por Cortázar, los libros a cuatro manos con la colaboración de artistas visuales, su enorme correspondencia e, incluso, las letras de tango que compuso. La obra de Julio Cortázar es tan extensa que es difícil que no haya rozado la vida de los lectores de las últimas décadas. Eso no impide, por supuesto, que cada uno elija sus textos predilectos. Discutir sobre quién tendrá la razón puede ser un interesante ejercicio argumentativo. Pero no hay una sola respuesta válida. Si acaso, se podrá coincidir en el enorme compromiso que emana cada una de las palabras que escribió. Como si estuviera consciente de que, en ellas, depositaba una buena parte de sí. Desde entonces y para siempre.







