Se acaba de publicar lo que sería la primera propuesta que produce la oposición en siete años. La firman, entre otros, Lorenzo Córdoba, expresidente del INE, José Narro Robles, exsecretario de Salud de Peña Nieto y militante del PRI durante 46 años, Edmundo Jacobo, quien estuvo en el IFE y el INE durante 15 años ganando más que el Presidente de la República. También firman los expresidentes del INE e IFE. Por ejemplo, Leonardo Valdés Zurita, el que exoneró en 2013 a Peña Nieto y al PRI por comprar cinco millones de votos. El mismo que iba a organizar la elección interna aquella que nunca existió en la Claudio X. González les impuso a Xóchitl Gálvez a las dirigencias del PRI, PAN y PRD. Lo firma también José Woldenberg, el primer orador de la marcha de la marea rosa que acabó respaldando a Xóchitl Gálvez como abanderada del PRIAN. Así, sólo les faltó la firma de Luis Carlos Ugalde, el del fraude del 2006. Además figuran los nombres de seis exconsejeros y un puñado de exempleados de ese mismo instituto y una expresidenta del Tribunal Electoral en tiempos de Felipe Calderón. Es decir, la propuesta viene del PRIAN y su consecuencia en la burocracia electoral.
Es importante que esta primera propuesta sea firmada por lo que queda del viejo régimen del PRIAN que vivieron de la ficción de que México vivía una transición a la democracia. Ellos le siguen llamando “transición a la democracia” a pesar de que que hubo un enorme fraude electoral en 2006 para imponer a Felipe Calderón, tras el fracaso del desafuero de López Obrador. Ellos le siguen llamando “transición a la democracia” a la compra de cinco millones de votos por parte de Peña Nieto en el fraude conocido como de las tarjetas Monex. Ellos le siguen llamando “transición a la democracia” al Pacto por México en el que se presentaron tres supuestas alternativas a las elecciones y acabaron aprobando las mismas reformas para entregar el petróleo, privatizar la educación pública, y hacer del outsourcing la forma de no contratación laboral. Entre las reformas que el PRIAN y PRD aprobaron para Peña Nieto estuvo la integración de un nuevo organismo electoral que se llamó INE y que tuvo consejeros que los partidos se repartieron como si fueran frijoles de la lotería. El propio Lorenzo Córdoba fue propuesto por el PRI y apoyado por el PAN y el PRD, no porque fuera muy bueno, sino porque el acuerdo es que ningún partido vetaría las propuestas del otro. El INE duplicó la estructura de por sí elefantiásica que tenía para hacerse de las burocracias estatales, y se aumentó sueldos y fideicomisos secretos cada año. Fue así que en cada elección el gasto público que ejercieron fue más alto. Ellos le siguen llamando “transición a la democracia” a pesar de que, se entiende que una transición es eso, un paso de un estado inicial a otro final. La española duró tres años, de la muerte del dictador Francisco Franco en 1975 al sistema de partidos legalizados y la nueva Constitución de 1978. Ellos le siguen llamando “transición a la democracia” a lo que iba del fraude de Salinas de Gortari en 1988 al fraude de Peña Nieto en 2012. Veinticuatro años en que los cambios fueron tan graduales que hasta había fraudes electorales, masacres a movimientos sociales y ejecución a opositores. 696 militantes del PRD, por ejemplo. En cada fase de su transición que nunca terminaba había una reforma electoral que hacía las cosas cada vez más costosas.
Es interesante que quien respalda como membrete a la primera propuesta de la oposición en siete años sea el Instituto de Estudios de la Transición a la Democracia, una asociación fundada por José Woldenberg y lo que restaba de su grupo, el MAP (Movimiento de Acción Popular), tras el fraude electoral de Salinas de Gortari. Ese grupo se opuso a que se hablara de un fraude y salió con la idea genial de que la estabilidad política era más importante que la democratización del país. Además de decir que el cardenismo de Cuauhtémoc era atrasado y rural, tuvieron más ideas. Por ejemplo, que la legitimidad de Salinas no iba a ser de origen, es decir, en las urnas, sino de sus acciones de Gobierno. Otra idea genial fue que México no era un régimen autoritario de Partido Único, sino de algo que llamaron “de partido dominante” y que éramos como Japón, Suecia, Italia e Israel. El MAP de Woldenberg y de Rolando Cordera había salido de sus luchas sindicales en la UNAM o el Sindicato de Trabajadores Nucleares en los setentas y ochentas convencido de que el salinismo era la mejor vía para ganar mucho dinero e influencia. Fue su opción para hacer política. Su primera gran idea fue “ciudadanizar” las partes políticas del Estado que no podían ser vendidas y privatizadas. “Ciudadanizar” significó llenar institutos como el electoral pero también el de transparencia, o competencia económica, y hasta telecomunicaciones con sus amigos priistas y panistas que se comprometen a siempre justificar al régimen del PRIAN. Cuando fundan el tal Instituto de la Transición han abandonado cualquier aspiración de izquierda de cuando fueron fugazamente parte del Partido Socialista Unificado de México, y se instalaron de lleno como asesores del Programa Nacional de Solidaridad y le dieron cobertura, primero, ideológica y, luego laboral, a lo que sería el IFE. Incluso publicaron libros muy sesudos como ese de 1991 en la editorial del Estado, FCE, un libro del profesor de Berkeley, T.J. Pempel, que se llamaba “Democracias diferentes”, donde su prologuista mexicano, Rafael Segovia, sostenía sin miedo al sofoco retórico que el PRI de México era tan democrático como los partidos que ganaban muchas elecciones seguidas en Japón, Israel, Italia y Suecia. Ahora se quejan de autoritarismo porque Morena lleva ganados en las urnas dos periodos presidenciales seguidos. Imagínense, con el PRI de Salinas de Gortari y Zedillo, los mismos decían que éramos como Suecia. Estos exfuncionarios del IFE, INE, de Transparencia y hasta del Tribunal Electoral que ahora firman esta primera propuesta consideraban que vivíamos en una democracia sueca y su transformación a partir de la elección de 2018 a ellos les parece tiranía, deriva autoritaria, dictadura, destrucción de la República. Al menos eso dicen. Lorenzo Córdoba, para presentar esta propuesta en su artículo del periódico El Universal empieza diciendo: “El morenismo ha sentando los cimientos de un nuevo régimen de corte autoritario. Así, se refundó el Poder Judicial permitiendo su captura a través de la elección de juzgadores, se militarizó por completo la seguridad pública, se desaparecieron a los órganos autónomos que resultaban incómodos transfiriendo sus funciones al Gobierno y se incrementaron las causales de la prisión preventiva oficiosa”. Entonces, Córdoba se envuelve en la bandera de salvar a México y firma su propuesta electoral.
Pero a nadie engañan. Es una propuesta que trata de salvar como se pueda al PRIAN. Es así de simple: ahí donde el PRIAN fue aplastado por los votantes, es decir, en las elecciones de mayoría relativa distrito por distrito, ahí quiere hacer un cambio. Por ejemplo, propone sin mayor explicación que los pluris aumenten y disminuyan los diputados salidos de las campañas territoriales, cara a cara con los electores. Para justificarlo dicen una mentira. Escriben en su propuesta: “La representación proporcional ha sido la columna vertebral del proceso de democratización de México”. Eso es mentira. Han sido los movimientos políticos, desde el cardenismo de 1988 hasta el obradorismo, del “repudio total al fraude electoral” a “voto por voto, casilla por casilla”. Los pluris se hicieron para simular que había oposición partidista al Partidote Único, con esas listas que nadie lee en la parte de atrás de las boletas y que tienen a las burocracias del PRIAN escudadas en el fuero para no enfrentar la justicia por actos de corrupción. Los pluris no son la columna vertebral de nada. Son Lilly Téllez, Kenia López, Ricardo Anaya y Alito Moreno y Rubén Moreira. Pero los exburócratas electorales proponen que se aumenten los pluris, cuando la propuesta de la ciudadanía es que desaparezcan las listas y hagan campaña en los distritos. ¿Por qué proponen tal desmesura? Porque perdieron el voto popular como unos chanchos: el PAN sólo pudo ganar 31 distritos de diputados, el PRI 11 y el MC 1. Morena ganó 256 diputados de mayoría de los 300 y 60 senadores de los 64 que existen. Con una votación popular, no de listas plurinominales, la Coalición de Morena obtuvo el 93 por ciento de la votación por senadores y el 85 por ciento de la diputados en territorio, es decir, en los distritos electorales. El PRIAN está perdido ahí y, entonces, Lorenzo y Narro y Edmundo Jacobo proponen que no, que ahora sean 250 diputados pluris.
Aquí viene otro asunto interesante que es la sobrerrepresentación del PRIAN vía los pluris. Como decimos, Acción Nacional sólo ganó 31 distritos pero le adjudicaron 40 pluris. El PRI ganó 11 pero le dieron 26 diputados vía los pluris. El MC, que ganó un sólo distrito, el de Lagos de Moreno en Jalisco, tiene 26 diputados por los pluris. Lorenzo y Narro y su Instituto de la Transición ven la desaparición del PRIAN si desaparecen los pluris y ---muy listillos--- dicen: que se aumenten para que no desaparezcamos.
Pero ante la sobrerrepresentación del PRIAN se curan en salud empezando su desplegado con una retórica fallida contra la supuesta sobrerrepresentación de Morena. ¿Se acuerdan? Que decían que la Constitución prohibía que una coalición obtuviera más del ocho por ciento de los lugares en la Cámara de Diputados cuando claramente dice que no son las coaliciones sino los partidos en lo individual. ¿Se acuerdan? Que querían aplicar otro criterio distinto al que ellos mismos habían avalado en 2012 y 2018 porque no les gustaron los resultados de 2024? Que se les tuvo que decir que no podían cambiar las reglas dependiendo de si les gustaba o no el resultado electoral. Pues siguen diciendo que es una sobrerrepresentación la que hay en Cámara de Diputados y, por tanto, proponen delirios como que sea el Senado el que elija a los consejeros del INE o del Tribunal Electoral con 70 por ciento de los senadores, porque en el Senado pues si tienen un poco de más gente del PRIAN. Pero, para segurarse, además proponen que ya no haya elecciones de senadores por mayoría en los distritos, donde perdieron como necios, sino que sean ---¿lo adivinan?--- puros pluris. Así, ellos tendrían el Senado que eligiría a los del INE y a los del Tribunal. Sí son bien astutos.
En otro desvarío, los abajofirmantes del exINE dicen. “Se ha erigido una mayoría que ha hecho de la cerrazón, la cancelación del diálogo y el avasallamiento legislativo, el modo usual de su política”. Pero, ¿Qué no fue el PRIAN el que decretó su moratoria legislativa, que no era más que cerrazón al diálogo con Morena y el Gobierno de López Obrador? ¿Qué no son ellos los que llevan megáfonos para interrumpir las sesiones en el Senado? ¿No es el PRIAN el que pide sus parlamentos abiertos y luego ni asisten a ellos, y cuando van no proponen nada?
El año pasado las elecciones costaron 60 mil millones de pesos, es decir, mil pesos por cada ciudadano que fue a votar. Acción Nacional recibió mil 300 millones. El PRI, mil trece millones, para Morena dos mil millones. Entre todos los partidos el presupuesto es brutal: siete mil 500 millones de pesos. Este gasto es excesivo porque no es comparable al gasto en educación o salud, o infraestructura. Esos no son gastos, son inversiones que dejan más mexicanos formados, sanos o con acceso al bienestar. Las elecciones son cada vez más caras aunque sean los mismos distritos electorales y los mismos tres o cuatro partidos de siempre.¿Por qué aumenta tanto el presupuesto para elecciones cada año? Porque mantenemos a las burocracias de los partidos políticos incluso en años en que no hay elecciones.
De eso no dicen nada nuestros transitólogos a la democracia hechos instituto. Escriben: “Estamos convencidos de que el financiamiento público también debe distribuirse con la misma razón equitativa: la mitad de la bolsa en consonancia con la votación de cada partido, la otra mitad, de modo igualitario”. Es decir los mismos siete mil millones de dispendio de recursos públicos pero repartidos como antes se repartieron el INE de Enrique Peña Nieto. Para ello cuentan con una gran justificación: si no se gasta una fortuna, entrará el dinero del crimen organizado o de los magnates. Es como cuando Vicente Fox decía que si los funcionarios que no ganaban talegas de dinero se iban a corromper. Como si la corrupción no fuera un sistema completo y una inmoralidad individual sino consecuencia del chequecito mensual.
Y así está la primera propuesta de la oposición en siete años. Proponen una reforma para no desaparecer como McPRIAN. De corbata se llevan la democracia de las mayorías, las campañas a nivel de piso, y destruyen al Senado como representación popular. Todo, sin siquiera un guiño, aunque sea chiquito, a la austeridad republicana.





