Este proyecto tiene el objetivo de dar continuidad al propósito de Ruth de compartir sus fotografías con las comunidades retratadas y enriquecer la catalogación del acervo con la información aporten.
Por Daniela Morales Muñoz
Ciudad de México, 2 de noviembre (SinEmbargo).- Los archivos juegan un papel esencial en el desarrollo de la sociedad, pues contribuyen a la constitución y salvaguardan la memoria individual y colectiva. Sin embargo, uno de los mayores retos que enfrentan quienes trabajan en la gestión de un acervo es el de lograr que éstos se activen, es decir, que puedan movilizarse y ser accesibles a más personas para así, efectivamente, cumplir su función social.
En esa búsqueda, Fundación Ajaraca diseñó el proyecto “Modelar la imagen, revelar el barro. Arte cerámico en la fotografía de Ruth D. Lechuga” que planteó dos objetivos centrales: dar continuidad al propósito de Ruth de compartir sus fotografías con las comunidades retratadas, y enriquecer la catalogación del acervo con la información que éstas pudieran aportar sobre las personas, los objetos y las tradiciones que fueron capturadas por la fotógrafa de origen austriaco.
Curiosidad e identificación
Para lograr la activación social de una parte del acervo, Ajaraca montó un Laboratorio de curaduría itinerante que recorrió seis comunidades purépechas en Michoacán retratadas por Ruth en los años setenta. En las Jefaturas de Tenencia, la Casa Comunal y talleres familiares de Santa Fe de la Laguna, Patamban, San José de Gracia, Ocumicho, Santo Tomás y Huancito se expusieron las fotos de cada comunidad y se convocó a las y los artesanos para que pudieran conocerlas y reconocerse en ellas.
Con curiosidad y entusiasmo los artesanos acudieron y observaron detenidamente las fotografías y activaron el taller de socialización con una serie de intercambios entre ellos y con el equipo curatorial. Reconocieron a madres y padres en su infancia, adolescencia y juventud; a vecinas, abuelos, viejas artesanas de las comunidades que ya no están pero que fueron recordados como pioneros del arte que hoy realizan como una herencia que les da sentido e identidad. Hubo, incluso, quienes con sorpresa se reconocieron a ellas y ellos mismos en las imágenes.

La identificación de personas en las fotografías de Ruth Lechuga fue un fenómeno muy interesante. Como señala la antropóloga Eva Garrido Izaguirre, asesora curatorial del proyecto, además de permitir el trazo de linajes artesanales, en ese proceso se dio nombre y rostro a quienes han sido protagonistas, casi siempre anónimos, de una historia del arte mexicano que aún está por construirse.
Pero no sólo fue el encuentro de personas y ancestros, el laboratorio despertó la reflexión acerca de las piezas cerámicas, el trabajo fino, los estilos, los motivos característicos de cada comunidad y las técnicas antiguas que quedaron plasmadas en las imágenes de Ruth Lechuga, y que permitieron identificar los cambios y las permanencias en el oficio; las fiestas, la indumentaria tradicional, las calles, las plazas y otros espacios públicos que se han transformado.
Saberes y reflexividad
La socialización de las fotografías detonó una cascada de saberes de los que sólo ellos son poseedores, pues los han adquirido a través de complejos procesos de transmisión del conocimiento y en el trabajo cotidiano de su oficio artesanal. Son ellas y ellos quienes pueden hablar de cómo y de quienes aprendieron; de lo que define sus procesos creativos; de cómo se insertan en las redes de comercialización de cuáles son los criterios valorativos de sus obras en los diversos contextos sociales en las que las movilizan; de cuáles han sido los principales agentes de cambio en el oficio y cómo han sido sus formas de organización familiar y comunitaria.
Sin embargo, en el proceso de diálogo entre actores sociales e imágenes se confirmó que el acervo fotográfico observado, en un ejercicio de reflexividad, también habla y revela aspectos centrales de su oficio, de su comunidad, de su familia y de su historia. De ahí la trascendencia de colocar, como lo hizo Ajaraca, a los actores sociales en el centro del proceso curatorial, pues sus conocimientos son fuente invaluable para la catalogación de las imágenes, para la comprensión del oficio artesanal, así como para definir cómo se comparte y difunde su historia y cómo quieren ser representados.
En el contexto de este ejercicio de intercambio que se mueve entre el pasado y el presente, hablaron también de las problemáticas que actualmente enfrentan. Desde los impactos que el oficio ha tenido en su salud hasta el contexto de violencia que dificulta el proceso de comercialización de sus piezas, y la preocupación por el futuro de un oficio que está lejos de redituar económicamente el enorme esfuerzo físico que demanda.
El laboratorio de curaduría logró establecer así un diálogo con las y los artesanos de las comunidades Purépechas que fueron retratadas por Ruth D. Lechuga hace casi cinco décadas atrás. Todos participaron en la elección de las fotografías que formaron parte de la exposición que algunos meses después se pudo apreciar en Morelia y en la Ciudad de México en donde sus testimonios e historias también guiaron y alimentaron el discurso curatorial.
Este ejercicio que suma al actor social en el proceso de documentación que desde 2018 ha realizado Fundación Ajaraca apoyada en las anotaciones de la propia Ruth Lechuga, en fuentes bibliográficas y consultas con especialistas, permitió transformar el archivo en un espacio vivo que se enriqueció con la valiosa mirada de las comunidades retratadas pero que al mismo tiempo contribuyó con el rescate de la memoria individual y colectiva de las mismas y de la propia historia del arte mexicano.
Este proyecto es una producción Nacional de Artes Visuales realizado con el Estímulo Fiscal del Artículo 190 de la LISR (EFIARTES) y el apoyo de Barclays Capital Casa de Bolsa S. A




