Melvin Cantarell Gamboa

Puedes cambiar tu vida

"Sí partimos de que el verdadero yo es puramente espiritual y el actual producto de experiencias que dieron lugar a una falsa consciencia, entonces y en lo sucesivo, el individuo ha de dirigir su actividad espiritual a la formación de un nuevo yo; ha de empezar con el despojo de las propias pasiones, la vanidad, del prurito que lo rodea e huir de la maledicencia".

Melvin Cantarell Gamboa

03/12/2025 - 12:05 am

Puedes cambiar tu vida
La Gran Stupa Bön para La Paz Mundial, considerada la más grande construida en Occidente. Foto: Crisanta Espinosa Aguilar, Cuartoscuro

“Cambiar nuestra manera de mirar las cosas y nuestras vidas, exige colocarse en una disposición interior de calma y reposo” Pierre Hadot. Ejercicios espirituales y filosofía antigua. Ediciones Siruela.

“Antes de sanar a alguno hay que preguntarle sí está dispuesto a renunciar a lo que le enferma”. Hipócrates

Lo humano no es un estado fijo, sino un entrenamiento constante, un proceso de autoformación continuo para el que la educación escolar no es suficiente; el yo, el verdadero yo es la individualidad fecundada y producida a través de experiencias vitales, principalmente aquellas que tienen que ver con los afectos y su transmutación en pasiones. Sin embargo, el proceso de construcción de una singularidad propia normalmente choca con los enormes bloques de sufrimiento, desigualdad económica y social que trastornan la formación de una personalidad afectiva. Se sabe, en términos existenciales, que la pobreza, la enfermedad, la carencia de bienes materiales, el dolor, el desamparo, la negación de la libertad, los deseos insatisfechos y otros sentimientos destructivos no son contingencias de la existencia humana ni responsabilidad de quien las padece, en concreto, consecuencia necesaria del sistema, en especial del neoliberalismo y su actual y última etapa, el tecnofeudalismo que, con el señuelo de mayor acceso al consumo, obliga a los individuos a maximizar su productividad y rendimiento hasta la extenuación, bajo la ilusión de que son sus propios jefes y actúan libremente sin aparente coacción, cuando en realidad son víctimas de un sistema coercitivo e injusto basado en la autoaniquilación del explotado.

Estos individuos formateados por el consumismo difícilmente pueden identificarse con una espiritualidad libre capaz de oponerse a la lógica de un sistema que produce artificiosamente individuos a su medida a los que hace creer que actúan de modo racional, que son autónomos, libres por naturaleza, emprendedores con iniciativa y habilidades propias y su éxito depende del uso que haga de las mencionadas cualidades; lamentablemente, en la mayoría de los casos, esas personas terminaran, tarde que temprano, desintegrando su proyecto de vida.

Todos queremos vivir bien; de ahí, la necesidad de defendernos de esas amenazas. Escribe Peter Sloterdijk en su libro Has de cambiar tu vida. Editorial Siruela (que inspiró también el título del presente artículo): “los seres humanos han creado siempre sistemas de protección psíquica para defenderse de las amenazas existenciales y la vulnerabilidad inherente a la vida” y, a partir de esta tesis, el filósofo invita a reflexionar sobre la autoformación y el progreso personal para escapar de la “sociedad del rendimiento”; para el caso, propone una serie de prácticas y ejercicios a los que denomina “antropotécnicas para la mejora del mundo y de uno mismo” que, afirma, son fundamentales para eliminar las tensiones y presiones que constantemente afectan a la sociedad y llevan a las personas al agotamiento, la depresión y el estrés. Su propuesta arranca con una severa crítica de quienes proponen la vuelta a las religiones y a las explicaciones metafísicas, principalmente aquellas que inculcan supuestos “gurús” que se hacen llamar “maestros” o “guías espirituales”; en realidad, individuos que explotan la ingenuidad de sus seguidores haciéndose pasar como “sacerdotes” espirituales cuando en realidad se trata de doctrinarios administradores de un pensamiento que ofrece analgésicos a cambio de dinero.

La crítica de este tipo de ofrecimientos exige un severo análisis crítico-genealógico de sus propuestas y al mismo tiempo rescatar el origen, y fundamentos de filosofías y religiones tan valiosas como el budismo, el taoísmo y la filosofía clásica que pueden aportar a nuestras vidas preciadas enseñanzas para vivir en armonía con el orden natural, principalmente en entornos tan complejos como el actual que a diario daña tantas vidas y, sus víctimas en el deseo de encontrar alivio a sus problemas cae en manos de oportunistas engañabobos. Una crítica oportuna y correcta, como dice Walter Benjamín en su texto Calle de mano única. Editorial Alfaguara. 1987, “es una cuestión de distancia correcta. La crítica se encuentra a gusto en un mundo en el que todo depende de la perspectiva… La ingenuidad de la mirada libre es mentira, cuando no expresión totalmente naif de una incompetencia declarada” (página, 95); por lo tanto, donde haya situaciones como las señaladas que nos tocan tan de cerca es necesario que los culpables reciban una crítica a la medida.

Las prácticas y ejercicios a los que nos referiremos han estado presentes en el desarrollo y constitución de los seres humanos desde hace seis milenios y deben leerse no desde nuestras preocupaciones, sino intentar comprenderlas de acuerdo al sentido de cada época, es decir, leerlas y releerlas como antiguas verdades destinada a la educación de uno mismo con problemas totalmente diferentes de los nuestros; la modificación de nosotros mismos ha de obedecer a otros tratamientos y no a una simple exegesis o interpretación que cualquier “guía espiritual” hace de esos antiguos textos. Por el momento intentemos conocer esas doctrinas tal y como fueron concebidas, con la advertencia que ninguna tradición espiritual es compatible con las exigencias intelectuales y pensamientos contemporáneos debido a que las intenciones filosóficas del pasado eran diferentes a las nuestras; ellas tienen intenciones formativas, no los fines pragmáticos que se les atribuye, por ejemplo, a la filosofía clásica hoy reducida a fines informativos en la enseñanza académica, de ahí que tengamos profesores de filosofía, pero no filósofos; en la antigüedad los autores transmitían a sus lectores guías para la formación de un espíritu, hoy, el “funcionario de la filosofía” responde a los intereses del sistema; antes se educaba con la intención de practicar una forma de vida y un arte de vivir, hoy se quiere ser original inventando nuevos conceptos u ocupándose de trivialidades, banalidades y necedades.

Desde una perspectiva genealógica, es decir, en la búsqueda de las raíces y el origen de esas filosofías entendidas como herramientas para la transformación intelectual y espiritual, puede considerarse históricamente como punto de partida y principio, las enseñanzas de Sidharta Gautama, llamado el Buda, en el siglo IV a, de n. e., quien propuso para la liberación del sufrimiento humano la meditación, la ética y la sabiduría; sus ideas tienen el propósito de permitir a las personas alcanzar lo que él Buda denomina atención plena (concepto que la neurociencia adoptó para expresar también el dominio de sí mismo, saber mantener la calma en situaciones extremas y el desarrollo de la resiliencia); la atención plena budista consiste en una serie de procesos y transformaciones que mejoran y potencian la esencia espiritual de los individuos; consiste en la observación del momento presente sin emitir juicio alguno para abrir campo a la comprensión de uno mismo, la regulación de las emociones y la reducción de las emociones y pasiones para dar paso a un estado mental equilibrado.

Doscientos años después, en el siglo VI surge en China el taoísmo, una filosofía creada por Lao Tsé, se caracteriza por la búsqueda de una vida vivida en comunión con el Tao a través de prácticas que desembocan en la mejora profunda del yo; al proceso en su conjunto se le llama “el camino” o “el principio”, consiste en seguir un conjunto de ideas y prácticas de manera natural y espontánea dejándose llevar por el flujo de la vida hasta aprender a vivir en armonía con el universo y consigo mismo.

La antigüedad clásica (Grecia y Roma) llama a estas prácticas ejercicios espirituales; no se trata de una mera enseñanza de teorías abstractas, sino de actividades destinadas a la transformación personal y espiritual mediante la sabiduría filosófica: se desarrolla de la siguiente manera: el sujeto reconoce que su percepción del mundo, sus creencias y forma de vida dañan su existencia con resultados adversos para su bienestar emocional y, en consecuencia, opta por un cambio radical. Este punto límite obliga, en consecuencia, una conversión que transforme de manera profunda a la persona y la existencia misma; el converso ha de partir del deseo de recuperar su naturaleza originaria perdida a causa de haberse privado de amor a la sabiduría e iniciar la construcción íntima y personal de una bella individualidad.

Sí partimos de que el verdadero yo es puramente espiritual y el actual producto de experiencias que dieron lugar a una falsa consciencia, entonces y en lo sucesivo, el individuo ha de dirigir su actividad espiritual a la formación de un nuevo yo; ha de empezar con el despojo de las propias pasiones, la vanidad, del prurito que lo rodea e huir de la maledicencia, así como liberarse de toda pena u odio para amar a los “hombres libres”, diría Nietzsche; este acto revolucionario de autoapropiación irá moldeándose a pequeñas dosis hasta la conquista de un yo auténtico, es decir, lo que realmente se y nos hace ser como somos.

En resumen, si nuestra percepción del mundo no es sana ni correcta, si la armonía entre cuerpo y mundo está perturbada por deseos imposibles de satisfacer, ilusiones, fantasías, imaginación desbocada de grandeza, fama, riquezas, preocupaciones que nos alejan de la realidad y de la vida interior de modo inconsciente, si reconocemos que no existía espiritualidad en nosotros y logramos eliminar las causas de estos sufrimientos, desordenes e inconsciencias gracias a la antropotécnica de los ejercicios espirituales, si ahora sentimos que nos pertenecemos por entero porque hemos adquirido cualidades que considerábamos deseables y valiosas, si alcanzamos la consciencia de habernos convertido realmente en lo que deseábamos ser, entonces, goza en lo sucesivo de una vida poética (Edgar Morin. Ética) y del arte de vivir. Recomiendo para conocer decenas de ejercicios filosóficos útiles para este propósito, la lectura del libro de Pierre Hadot: Ejercicios espirituales y filosofía antigua de Editorial Siruela.

Melvin Cantarell Gamboa

Melvin Cantarell Gamboa

Nació en Campeche, Campeche, en 1940. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es excatedrático universitario (Universidad Iberoamericana y Universidad Autónoma de Sinaloa). También es autor de dos textos sobre Ética. Es exdirector de Programas de Radio y TV. Actualmente radica en Mazatlán, Sinaloa.

Lo dice el reportero