Ciudad de México, 22 de febrero (SinEmbargo).– Los Furbys, esos juguetes que recordaban a los gremlins de las películas de la década de los 80, son por igual encantadores y desagradables; pero, dejando de lado su apariencia, ¿pueden ser utilizados como pequeños espías? El gobierno de Estados Unidos así lo creyó por un tiempo.
Los Furbys estaban de moda a finales de los noventa. El furor por estos muñecos afelpados fue tal durante los últimos meses del siglo XX que en 1998 lograron venderse más de 27 millones de unidades. A pesar de que su apariencia resultaba extraña para muchos, sobre todo para las personas mayores, la clave del éxito de estos juguetes radicó en su anatomía robótica. Por otra parte, su programación –sofisticada para la época– les permitió interactuar con los propietarios de estos muñecos y entre sí en un grado sin precedentes. No obstante, estos añadidos tecnológicos se convirtieron también en un inconveniente para otros.
De esta manera, hubo un tiempo en el que los Furbys, además de ser los juguetes de moda, también fueron considerados como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Al grado que la Agencia de Seguridad Nacional de EU (NSA, por sus siglas en inglés) una vez prohibió estos juguetes electrónicos bajo el argumento de que temían que estos podrían ser utilizados para espiar las conversaciones clasificadas, publicó el sitio Mental Floss.
Sin embargo si hay algo que estos juguetes parlanchines no podían hacer –a pesar de los rumores de lo contrario– eran cosas como imitar lo que habían oído decir de sus propietarios, lo cual incluso fue comentado por un vocero. "(Aunque) el Furby es un juguete inteligente, no graba o imita voces", dijo.
No obstante, parece que nadie se molestó en aclarar este último punto a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. Así, en 1999 los Furbys fueron prohibidos oficialmente por la NSA, el Astillero Naval de Norfolk, y el Pentágono. Al parecer, los administradores se encontraban supuestamente preocupados por que un empleado pudiera llevar uno a trabajo y así escuchar a escondidas una conversación de alto secreto.
Por su parte, Tiger Electronics –una división de la compañía de juguetes Hasbro– se apresuró a emitir un comunicado para limpiar el nombre de su producto. De esta forma, el presidente de la empresa, Roger Shiffman, dijo que los recelos del gobierno estaban basados en "divertidos rumores aún incorrectos", además de agregar tajantemente: "La NSA no hizo su tarea. Furby no es un espía".
De igual manera, otras denuncias bastante inexactas contra el Furby que el equipo de Shiffman tuvo que disipar incluyeron varios alegatos que insistían en que "el actual Furby tiene la tecnología para lanzar el transbordador espacial". Un hecho irrisorio que se suma a otros señalamientos peculiares. "(También) tenemos una mujer que es absolutamente insistente en que su Furby canta óperas italianas", agregó Shiffman.
Sin embargo, la lista de acusaciones para el Furby es larga, y también fue denunciado por supuestamente interferir con los equipos médicos electrónicos, un mito que fue desmentido en el año 2000 por científicos de la salud de Canadá, como el doctor Kok-Swang Tan, quien ayudó a realizar la investigación, quien recordó haber sido objeto de "algunas miradas extrañas de colegas que se preguntaban por qué estaba jugando con un Furby delante de los dispositivos médicos".




