Ciudad de México, 04 de septiembre (SinEmbargo).- El actor puertorriqueño Benicio del Toro, nacido hace 48 años en San Germán, tiene una presencia física tan poderosa que a menudo puede aparecer en las listas de los más deseados como ser nombrado entre los actores menos favorecidos en la distribución de dones de belleza.
No le importa lucir ojeras desde la adolescencia. Se ha acostumbrado a ellas. No le molesta pasar algunas temporadas como un “sexy y barrigón” de buen comer y buen beber. Sabe que de todos modos sus ojos felinos, su sonrisa con hoyuelos y su tremenda, arrolladora, personalidad, le garantizan interés permanente por parte de la industria del cine, fans y medios.
Benicio del Toro es, además de todo lo descrito, un actor formidable que ha entregado actuaciones de peso en películas como Basquiat, 21 gramos, Snatch y, por supuesto, Che, el argentino, de Steven Soderbergh, donde encarnó con gran pasión al héroe revolucionario, en una tarea que describió a priori como “imposible, pero al menos lo intenté”.
Se lució en la exitosa Traffic, también de Soderbergh, película del 2000 pionera en los filmes sobre la violencia del narcotráfico y que contó con un elenco de lujo, formado entre otros por Michael Douglas y su esposa, la bellísima Catherine Zeta Jones.
Tiene fama de ser un tipo complicado que se entrega de lleno a la labor que implica bordar un personaje de acuerdo a sus criterios de excelencia, convencido de que cada película “implica un trabajo duro de estudio”, según contó al periódico El Mundo en una larga entrevista publicada hace una década.
“Estudio, busco, pregunto. Si quiere, compáreme mejor con un minero o con un enterrador. A ninguno le resulta fácil extraer carbón o perforar la tierra para una tumba”, dijo entonces Benicio del Toro, lector voraz, cultor del misterio que lo convierte muchas veces en alguien inescrutable, condición imprescindible –considera- para cualquier actor que se precie.
LA ERA DORADA DE LOS PREMIOS
A este actor poderoso que ha ganado el Oscar por Traffic y que en su juventud salvaje quiso ser basquetbolista y pintor, ha decidido distinguir el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, cuya 62 edición otorgará al actor el Premio Donostia.
En su justa medida, dicho galardón agregará mayor atención mediática a la película Escobar: Paradise Lost, que clausurará la sección Perlas, del certamen vasco.
Dirigido por el italiano Andrea Di Stefano, el filme narra la historia de un joven surfero que, durante una visita a su hermano se enamora de una guapa colombiana. Y todo parece perfecto hasta que conoce al tío de esta, Pablo Escobar, el poderoso narcotraficante de Medellín.
Del Toro, quien a menudo en los Estados Unidos es presentado como pariente de Guillermo del Toro, el director de cine mexicano al que no lo une ningún lazo de sangre, recibirá el Premio Donostia –una distinción que también ha recaído en su colega Denzel Washington- el próximo 26 de septiembre.
Ganador de un Globo de Oro, un premio del Sindicato de Actores de Cine y un Bafta, así como un Oso de Plata en el Festival de Berlín por Traffic y menciones del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York, la Sociedad Nacional de Críticos de Cine y la Asociación de Críticos de Cine de Chicago, Del Toro es prolífico e incansable.
Ha protagonizado El hombre lobo, de Joe Johnston, junto a Emily Blunt y Anthony Hopkins, y ha encarnado al personaje de Lado en Salvajes, de Oliver Stone. Actualmente, rueda Sicario, de Denis Villeneuve, y el próximo año interpretará a Mambrú en A Perfect Day, del español Fernando León, y a Sauncho Smilax en Inherent Vice, de Paul Thomas Anderson.
Nacido en Puerto Rico, Del Toro creció en Pennsylvania. Fue a la Universidad de California en San Diego, donde formó parte de numerosas producciones estudiantiles, y gracias a una de ellas participó en un festival dramático del Teatro Lafayette de Nueva York. Estudió en el Conservatorio Stella Adler, bajo la tutela de Arthur Mendoza.
