Ciudad de México, 3 de noviembre (SinEmbargo).- El periodismo –dicen- está “jodido”. Sabrá perdonar, querido lector, el vocablo un tanto astringente y otro poco altisonante, muy gráfico a la hora de definir el estado de las cosas en un oficio que supo respirar mejores vientos en pasados tiempos.
Entre la Internet y la vocación tal vez demasiado ambiciosa de las nuevas generaciones que sólo buscan ser el nuevo Truman Capote o un remedo de Hunter Thompson sin las drogas, el alcohol y, por supuesto, sin Johnny Depp, ser reportero, columnista, entrevistador o simple redactor de noticias, se ha vuelto poco menos que un anacronismo.
Sin embargo, todavía persisten los periodistas de raza que en las trincheras de una profesión atacada por un sistema hostil, buscan saber cómo, por qué, cuándo y dónde de una realidad cada día más compleja, tanto en el ámbito nacional e internacional.
¿LITERATURA O PERIODISMO?
En el medio de acontecimientos vertiginosos, en la era tecnologizada donde no existe un Gadget capaz de frenar guerras, ignominias, ataques a los más débiles, hasta ternura causa que entre los periodistas y escritores se susciten debates como que es más importante, si la literatura o el periodismo.
“¡Es la literatura!”, por supuesto, dijo con enjundia el crítico de jazz Antonio Malacara en un coloquio sobre periodismo y literatura aplicados al rock.
Pero las cosas nunca son tan claras en este ámbito.
Si la literatura es más importante que el periodismo, ¿es el periodismo una ruta de paso hasta arribar a la primera novela y lanzarse de lleno a una carrera literaria? ¿El periodista que por falta de talento o de interés no escribe literatura es entonces un profesional a medias, un pálido reflejo de lo que debió haber sido y no fue?
Tal vez el enigma lo haya resuelto el Nobel colombiano Gabriel García Márquez al explicarnos que el buen periodismo es sólo otra manera de hacer literatura y que en todo caso, corresponde en cada uno decidir hasta dónde lleva la pasión por la palabra, ese modo tan distinto pero tan igual de contar una historia para desmadejar el muro donde se suele agazapar la realidad, esa díscola, esa esquiva.
Como ha dicho también el experimentado Jorge Zepeda Patterson: “comienzas a usar las herramientas de la ficción para poder ver la realidad más oscura”, esa que no alcanzas a vislumbrar con las armas que te da el periodismo.
Como sea, estamos hablando de alguien que cuando fue periodista exprimió al máximo los recursos del oficio para dejar huella profunda y convertirse de paso en formador de nuevos reporteros y fundador de medios señeros, referenciales.
Jorge Zepeda Patterson fue director fundador de los diarios Siglo 21y Público en Guadalajara y director de El Universal. En 1999 obtuvo el Premio María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia.
Dirige el diario Sinembargo.mx. Autor y es coautor de media docena de libros de análisis, entre otros: Los amos de México (Planeta, 2007) y Los suspirantes (Planeta, 2012).
Fundó y dirigió la revista Día Siete y es analista en radio, televisión y prensa escrita, su columna dominical aparece en 20 diarios del país. Todos los jueves El País publica en la edición para América su columna “Pensándolo bien”.
LOS CAMINOS DE LAS LETRAS
En la vida de Zepeda Patterson todos los caminos parecen conducir a las letras y es así como ha sabido sumar y no restar palabras de una vida entera dedicada a escribir.
Si en el periodismo dejó la piel, para su proyecto literario parece haberse reservado el alma, como lo demuestra el éxito obtenido con su primera novela, Los corruptores (finalista del Premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón) y sin duda refrenda Milena y el fémur más bello del mundo, flamante Premio Planeta.
Se trata de una novela de acción y amor que denuncia los abusos de poder y la corrupción, pero que sobre todo, nos muestra el alma abierta de una mujer vejada, como tantas otras, en un mundo cada vez más globalizado, tal como describe la editorial y que llegará al mercado mexicano a fines de este año.
"En ocasiones las experiencias de la vida cotidiana que nos toca contar en las crónicas parecen inverosímiles, pues contadas hasta la saciedad una y otra vez rompen todos los criterios de tolerancia humana", ha explicado Jorge Zepeda Patterson en una entrevista reciente con la agencia efe.
"Es ahí donde la narrativa permite traspasar la imagen fría y tratar de entender estas pulsiones que llevan a un vecino a agredir a otro, a saber qué hay en el alma de un policía mexicano en Iguala que es capaz de matar a casi 40 estudiantes de magisterio desarmados y asesinarlos como si estuvieran en Ruanda o en un campamento de exterminio nazi", agrega.
Lo dicho: sumar y no restar palabras y no pensar las letras en términos de periodismo o literatura. Las dos a la mano para el momento que hagan falta y la realidad, esa díscola, esa esquiva, lo requiera.
