Que no te haga bobo Jacobo

Ramiro Padilla Atondo

05/12/2013 - 12:00 am

Creímos por algunos años que ese México ya no existía. Que con el solo hecho de sacar al PRI de los pinos, el futuro del país sería brillante. Que haríamos de las nubes terciopelo. Pero oh sorpresa. No solo no avanzamos, retrocedimos. Y una de las formas en las que se mide el retroceso viene directo de las loas al presidente. Tal pareciese que regresamos a los años setenta. ¿Qué horas son? Las que usted quiera señor presidente. Al menos es lo que dice el gran Jacobo. Que por todo es famoso menos por imparcial.

Por algo Molotov le dedicó una rolita:

El famoso periodista a sueldo. De repente vio lo que la mayoría de los mexicanos no ve. Yo digo que vive en una realidad alternativa.

Quesque hizo chuza con todos. ¡Uy! ¡Que malo! ¡El héroe que México esperaba tiene nombre y apellido! Y lo digo porque Zabludovsky inicia de esta manera:

Nos lo habían pintado como muñequito de sololoy, producto de la televisión, invento de los poderosos, títere de los ricos, niño bonito manejable, vacío debajo del copete, inmaduro y débil. ¿Sí? Pues, ¡oh sorpresa: no lo conocíamos! Después de más de veinte años de gobiernos apapachadores de los rich and famous bastan once meses para descubrir la película inesperada: llegó un sheriff discípulo de John Wayne y metió en cintura a los cowboys de negro, los bajó del caballo y les dijo quién manda. Y calladitos se ven más bonitos. Derribó todos los palos de una vez y con una sola bola.

Mire usted. Mientras los indicadores económicos nos ponen en franca recesión, la criminalidad casi dobló los números de por sí aterradores, llega un presidente que ahora sí le cobrará impuestos a los ricos. Ajá. Como si esa película no la conociéramos. El personaje que Jacobo describe no existe. Al menos no en la realidad.  Lo que existe  es una dicotomía terrible entre los dos Peña Nieto que conocemos. El gran estadista elevado a prócer de la nación gracias a nación-tv, y el que sale todos los días confundiendo estados con ciudades, suplicando que no le pongan palabras difíciles en los discursos, y siendo portada de las revistas de corazón.

Porque cobrarle impuestos a los ricos no es ninguna hazaña. Debe recordar Jacobo que estos híper-ricos son producto del padrino de Enrique, el famoso Salinas. Han hecho fortunas exorbitantes gracias a los privilegios de la cercanía con el gobierno. (Si quieren conocer más de este asunto es altamente recomendable el libro Los amos de México de Jorge Zepeda Patterson). Y que paguen lo que deben es lo mínimo que deben hacer. Ya tienen dinero para que sus herederos y los herederos de sus herederos vivan en la más absoluta opulencia. Si no pagaron impuestos en el pasado fue gracias a la conformación de las leyes en México, diseñadas de tal manera que el poderoso se las pase por el arco del triunfo. (También pueden leer País de mentiras de Sara Sefchovich).

Todo esto se da mientras la imagen artificial construida por los medios se derrumba.

Porque este primer año arroja más interrogantes que respuestas. Indicios de un nuevo autoritarismo, un crimen organizado que controla varias zonas del país, (que por arte de magia ha desaparecido de las primeras planas), algunos medios que dicen que Peña Nieto es una combinación de Roosevelt, Churchill, con incrustaciones de Adam Smith y John Locke, no hacen sino abonar al escepticismo con el que los mexicanos miramos su gestión.

No puede hilar dos ideas consecutivas y es un gran estadista. A mí no me haces bobo Jacobo. La estructuración de las ideas viene de dos fuentes. Una, la lectura. Dos, la reflexión. El presidente no reúne ninguna de estas dos condiciones. Inclusive su capacidad lectora es limitada (sobran las pruebas). Jacobo dice que es como el burro que tocó la flauta. Pero no solo la toca, hace verdaderas sinfonías con ella.

Y aparte las medidas son efectistas, no efectivas. Ya hallarán los poderosos la manera de zafarse. Eso no es nuevo. El poder del presidente siempre será temporal. El del capital, va pa’ largo. Y el discurso de Jacobo… es el mismo de siempre. Aunque lo premien.

Ramiro Padilla Atondo

Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

Lo dice el reportero