Sobrevive con orgullo cultura “colombiana” en barrios de Monterrey

17/08/2012 - 4:49 pm

Monterrey, 17 Ago. (Notimex).- Entre cumbias y barrios bravos, navegando contra la estigmatización de autoridades y de la propia sociedad regiomontana, la cultura “colombiana”, surgida a partir de los llamados “sonideros”, sobrevive, fortalece su identidad y sus integrantes expresan su orgullo de pertenencia.

Para Antonio Palacios Damián, un obrero de 33 años y conocido entre “la banda” desde hace 22 años como “El Satanás de la Monterreal”, toda esta cultura representa “un estilo de vida”.

Su influencia predomina desde la colonia Independencia hasta La Estanzuela, en el sur de Monterrey, y se extendió hacia la zona noroeste en los sectores de San Bernabé, Tierra y Libertad, entre otros, además de los municipios metropolitanos de Escobedo y Guadalupe.

Lo “colombiano”, expresa, “nos ha marcado a todos y a pesar de que nosotros no tengamos la misma vestimenta de los colombianos, cada quien hace su mismo estilo de vestimenta, su mismo estilo de peinado, todos se distinguen en ciertos sectores, tienen sus símbolos”.

En opinión de este “colombiano” del municipio de Escobedo, se puede encauzar de manera positiva a estos jóvenes que en su mayoría, dentro de sus carencias y estilo de vida buscan salir adelante con sus familias.

“Soy un personaje destacado entre las mismas bandas, así sea de un símbolo o de otro, la misma raza ya me conoce y con nosotros no hay problema”, señala este hombre robusto de cabeza semi rapada, con copete y barba oxigenados.

Bajo las actuales circunstancias de inseguridad acrecentadas durante los últimos años en Nuevo León, subraya: “Lo que se procura es que “haiga” (sic) menos pleito y más ambiente colombiano con la misma raza al aire libre, estamos tratando nosotros mismos de unir a las bandas y todo sea más tranquilo para todos”.

Hoy, señala, “está todo marginizado (sic), ahorita si vas a un baile o a un evento grande, ya casi la mayoría es pura gente pesada, ya no puedes ni divertirte, ni andar haciendo escándalos, ni gritar, porque de volada te quieren golpear o te sacan del baile y ya, te perdiste del evento, nomás por ser como tú eras, antes de que hubiera estos problemas”.

“Ahorita nos tienen marginados, por ser colombianos, piensan que todos son drogadictos o son rateros, y la mayoría que ya son como nosotros, de antaño, como dice la raza, unos ya tenemos familia, otros ya tienen niños, están casados, simplemente seguimos con el gusto de la música colombiana”, expresó.

Remarcó la incomprensión de las autoridades al estigmatizarlos negativamente, “pero no nos conocen como personas, igual aquí, nosotros somos personajes entre la raza, pero cada quien tiene su misma historia y su vida, cada quien sabe lo que trae y uno sabe si se mete en problemas o no, ya debe pensar uno en la familia”.

Dentro de las divergencias y rivalidad pandilleril, hay algo que une y que no puede faltársele al respeto, dijo, la creencia o devoción religiosa hacia símbolos para ellos como la Virgen de Guadalupe, “La Jefa”, “La Patrona”, a la cual cada 12 de diciembre se le reza y canta en la Basílica con el fervor vallenato.

San Judas Tadeo, el santo “de las causas difíciles” y la misma “Santísima Muerte” son otros íconos de fe para los “colombianos” que desde el sur de Monterrey se extendieron hacia la zona noroeste en los sectores de San Bernabé, Tierra y Libertad, entre otros.

Se pueden destruir pintas, símbolos pandilleriles, pero “lo religioso se respeta, es sagrado por todos lados, no se toca”, subrayó “El Satanás de la Monterreal”, quien muestra ufano colguijes con un Cristo y la Guadalupana.

Todos coinciden en la evolución en el atuendo “colombiano”, pues antes los ubicaban por las camisas floreadas y de palmeras, que puso de moda Celso Piña, “El Rebelde del Acordeón”, pero ahora “usamos jerseys, camisetas a cuadros, normales, pero al fin y al cabo seguimos siendo colombianos”.

Esto, bajo el antecedente de que hace poco más de 30 años, cuando tomó auge este fenómeno social los hijos de los jóvenes de esa época, al trasladarse de la colonia Independencia a las nuevas colonias, se llevan ese gusto musical.

Al mismo tiempo copiaron elementos de vestimenta y peinados que los identifican, desde pantalones holgados, camisas floreadas con colores llamativos, tenis, colguijes, aretes, pañuelos, entre otros implementos.

Incluso “los primeros colombianos” también usan pantalones “atubados” que utilizaban los rockeros y punks de la época, fleco en flor decolorado, peinado “mullet” con el pelo largo, patillas cortas, pero le dan otro significado de identidad, mientras las mujeres se decoloran el pelo.

“Todo ha ido cambiando, incluso el estilo de baile, antes estaba muy designado, ahora cada quien baila como quiera, antes nomás se bailaba en pareja, ahora no, ahora hacen la rueda, bailan de puntitas, se quitó de que hacían la seña como si se anduvieran drogando”, detalló.

Ahora cada quien baila haciendo los símbolos de su pandilla, que en Monterrey se divide como “El Uno” o “Star”, señala este “colombiano” que labora en una fábrica de focos local.

En tanto, Wilfredo “Monterrey, Nuevo León” o “El Willie de la Granja” sostiene que esta cultura “es muy bonita, no me arrepiento de seguirla, los bailes colombianos, la música, el estilo de Monterrey, es único” y ha permeado hacia otras ciudades como Saltillo y Nuevo Laredo.

A sus 31 años, hijo de madre soltera, es un operador de máquinas en una empresa regiomontana y reconoce la necesidad de “disfrazarse” para evitar la represión policial, “antes traía mis pantalones aguados, pero ningún tatuaje”.

“Si perteneces a pandillas, el que quiere broncas es de broncas, el que no pues no, te la llevas más tranquilo, le das por el lado de tu familia”, dice.

La música y la convivencia es lo mejor dentro de este ambiente en el que está inmerso desde los 13 años, “lamentablemente ya muchos chavos se me adelantaron, unos fallecieron, otros están en el penal y otros quedaron inválidos, por lo mismo de pandillas”.

Como “pandilleros de antaño” ya “nos la llevamos tranquilos” y a los jóvenes “nomás nos queda decirles, hablar con ellos” para que disfruten del baile en civilidad, sostiene “El Willie”.

“En Monterrey, somos más cumbiamberos y el vallenato llorón (lo romántico), aquí lo que se oye más es Andrés Landero, Policarpo Calles, en el llorón es Rafael Orozco, Diablitos de Colombia y Binomio de Oro, Miguel de Oro”, refiere.

Grupos regiomontanos del género colombiano destacados son Los Vallenatos de la Cumbia, Los Príncipes del Vallenato, Los Amantes, Las Amazonas, Vaquero Sabanero, entre otros, menciona.

A José, “Chepo”, un joven de 21 años, estudiante de noveno semestre en la carrera de Derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), le tocó vivir “un boom” en la etapa de la cultura colombiana en los grupos sociales regiomontanos, pero que subsiste pese a otras corrientes que vienen incluso de Estados Unidos.

“Lo bueno de la cultura colombiana es que más que todo es guiado por la música, por la vestimenta y también el propio estilo que se le da aquí en Monterrey y toda su área metropolitana, no pasa a ser una moda más que llega y se va”, apuntó.

Redacción/SinEmbargo

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