El libro Lugares prometidos es la entrada al mundo del fotógrafo Gabriel Figueroa Flores, quien presenta paisajes oníricos e imposibles y revela promesas y deseos profundos. El escritor Alberto Ruy Sánchez complementa la experiencia surreal con palabras que nutren y a la vez alimentan cada paisaje, monumento y textura presentadas por el ojo de Gabriel Figueroa.
Por Emanuel Vite Chávez
Ciudad de México, 24 de agosto (SinEmbargo).- El título Lugares prometidos de la Colección Luz Portátil de la Editorial Artes de México es la entrada al mundo del fotógrafo Gabriel Figueroa Flores, quien presenta paisajes oníricos e imposibles y revela promesas y deseos profundos. Por su parte, el escritor Alberto Ruy Sánchez complementa la experiencia surreal con palabras que nutren y a la vez alimentan cada paisaje, monumento y textura presentadas por el ojo de Gabriel Figueroa.
Escaleras en el desierto
Los paisajes varían entre desiertos, selvas y montañas, se entremezclan con arcos, muros, columnas de edificios y monumentos, desdibujando los límites entre los elementos naturales y humanos. De tal manera podemos atestiguar escaleras al cielo, edificios incrustados en roca y puertas que no llevan a ninguna parte. Las figuras más recurrentes dentro de esta arquitectura imposible son las escaleras y arcos, que simbolizan aspectos como: el anhelo, la curiosidad, el amor y la divinidad. La monumentalidad también es un tema recurrente en los paisajes presentados, ya sea mediante cabezas o pies de esculturas gigantes, como torres gigantes que opacan incluso a las montañas en el horizonte.

Del paisaje a la historia
¿Qué fue primero, el muro o la raíz que lo sostiene? pregunta Alberto Ruy en uno de los textos que acompañan los paisajes de Lugares prometidos, con lo que hace cuestionarnos si las historias compartidas en cada texto inspiraron las fotografías o viceversa, aunque pareciera ser esto último. Sea cual sea el caso, las palabras de Alberto le hace una invitación al lector para imaginar al igual que él, los mundos e historias que tiene cada paisaje presentado.
Incluso antes del primer texto, es fácil adentrarse en las arenas y selvas delirantes que propone Gabriel Figueroa, de manera que la lectura se convierte en un juego entre fotógrafo, escritor y lector, creando así una experiencia única para cada persona e incluso en una experiencia diferente con cada lectura.
El detalle en las promesas
El blanco y negro de cada fotografía acentúa las texturas de los paisajes mostrados y contribuye a crear una atmósfera onírica. Asimismo, la mezcla de arquitectura de diferentes lugares y épocas consolida cada fotografía como un espacio atemporal, dejando a la imaginación de cada quien el lugar y fecha en las que se fueron capturadas las imágenes y a su vez, en las que sucedieron las historias que las acompañan.
Para contribuir con esta inmersión, Alberto narra desde un lenguaje de fábula, incluso a manera de guía turístico por los Lugares prometidos, en donde comparte relatos de un pasado inexistente pero igualmente fantástico. Pero no se queda ahí, sus palabras están cargadas de sentimientos, como el deseo y la pasión de dos amantes, que es tan intenso que se desborda en forma de magma sobrepasando incluso montañas.
“Y así, concentrados, no nos dimos cuenta de que cada caricia iba despertando ese río de lava que parecía muerto”.
Además de la monumentalidad y el contraste entre lo urbano y lo natural, encontramos elementos religiosos; templos y cruces que alimentan historias como la de los dos monjes, quienes: “Sólo se persignan, como si hubieran visto al diablo. O como si buscaran protección divina en su aventura. Se apuran a entrar en la capilla de enfrente”.

Al encuentro de la promesa
Cada página se convierte en la promesa de una historia distinta, de un viaje a lugares inesperados e imposibles. Pero, ¿cuáles son los lugares prometidos? ¿son los que vienen a nosotros en sueños?, ¿los que nos prometemos a nosotros mismos?. Gabriel Figueroa y Alberto Ruy no brindan una respuesta clara, ya que existe más de una.
Los Lugares prometidos bien podrían ser aquellos que usamos como escapes de la realidad, pero también podrían ser la representación de aquellos mundos que deseamos que sean realidad, no por lo majestuoso y surreal de sus paisajes, sino porque en ellos cualquier cosa es posible, incluso encontrar la respuesta a los problemas que nos aquejan en el mundo real.




