Julieta Cardona

No es la misma luna de octubre la que tú ves

Julieta Cardona

11/10/2014 - 12:01 am

Luna Roja de octubre, fotografía tomada del 'Huffington Post'
Luna Roja de octubre, fotografía tomada del 'Huffington Post'

Estoy sentada en una mesa al aire libre de un hotel a un ladito del Jardín de la Unión en el centro de Guanajuato. Tal como hace un año, vengo a cubrir eventos del Cervantino por parte del Cervantino. Y tal como hace un año, selecciono el lugar donde me viene mejor ponerme a escribir. Termino en esta mesita pidiendo un espresso que seguramente me saldrá carísimo, lo digo por el lugar en el que estoy y por el nombre con el que me lo presentan: Ristretto de Arábicas de América Central y del Sur, puros y de tostado oscuro hacen del Ristretto un café con cuerpo denso y distintivas notas de cocoa blablablá; yo lo pedí, específicamente, porque decía “intensidad 9/9”. Lo pedí superintenso porque por la madrugada soñé con Anne Hathaway y descubrí que desde que desperté, solo quería volver a dormir para volver a soñar(la); pero tengo un chingo de trabajo, entonces, mi amorío con la brunette tendrá que esperar.

Llega un señor a mi mesa y se pone a platicar conmigo. Me dice que se ha enamorado de la luna y yo, en lugar de tildarlo de loco enamoradizo, le digo que podría ponerse a poetuitear[1] porque en estas fechas, Twitter se llena de alusiones poéticas a la luna. No me entiende nada y rapidito le cambio de tema. Soy una persona muy torpe para iniciar una charla e incluso seguirla, pero no me doy por vencida y trato de manejar, como marioneta muy mal manipulada, el hilo de la conversación. En serio, la otra vez un camarógrafo me sacó plática de la nada (porque como que intentaba ligarme) y cuando no supe qué contestarle, le dije “eso de ser camarógrafo suena muy aburrido”. Le caí muy mal y paró el flirteo; seguro le parecí sosa, pero eso pasa cuando agarran a una en completo estado de sobriedad y, bueno, tampoco fue como que él defendió su trabajo, solo me dijo: “mmm, pues a mí me gusta”. Y yo de que: no no no no, pues claro, exacto exacto exacto exacto, esa es la idea, sí sí sí sí”. Luego, seguramente, le parecí una loca monosilábica y mejor se fue. Será que por eso sigo soltera, jo.

Pero regreso al señor de la luna, que me tiene muy agobiada. Me repite que se ha enamorado de la luna. Pienso en decirle, para causar empatía, algo así como: sí, a mí me pasó con la luna de abril. Pero no le digo nada y él continúa: me dice que recién murió su esposa y que cuando se fue para siempre, su mirada quedó fija en la luna. Por eso amo a esa blanquita de las alturas, porque mi Bety desde ahí me cuida, me dice y, casi inmediatamente, saca una bolsa de paletas de cajeta, de esas de Coronado. Le compro un par y me dice “que Dios te lo pague”. Yo me quedo pensando cómo puede seguir creyendo en Dios después de una vida tan miserable. Pido la cuenta: $49 del maldito café. Pago y comienzo a caminar de regreso al hotel donde estoy hospedándome. Camino rápido y como que pisando fuerte buscando sacudirme la imagen de la mirada de Bety cuando murió.

Me ofrecen un folleto de Telcel y obvio lo rechazo. Sigo mi camino y mis ojos se cruzan con los de otra brunette (no tan buena como Anne Hathaway, pero muy bella) y, de pronto, la tomo de la mano y nos ponemos a caminar sin preguntarnos nada; jajaja, eso último desde tomarle de la mano a la brunette, no sucedió, pero ojalá que sí hubiera sucedido; me pasa que a veces hago verosímiles situaciones improbables para que el otro no vaya a pensar que mi vida es muy aburrida. La cosa fue que la brunette y yo cruzamos miradas, nos sonreímos y seguimos nuestro camino muy separadas.

Llego al bar del hotel, prendo un cigarrillo y pienso que tal vez el señor de la luna sentía lo mismo que Poe cuando escribió Annabel Lee. Me arrepiento de pensarlo miserable. Pido una botella de vino y subo a mi habitación. Abro un libro de Poe que traigo para este viaje y llego hasta Annabel Lee. Vuelvo a arrepentirme y por fin entiendo el papel de la luna –desde siempre roja– en esta historia.


[1] Desambiguación: poe (poema) y tuit. Perteneciente al argot de Twitter que significa escribir tuits alusivos al tema del amor.

Julieta Cardona

Julieta Cardona

Lo dice el reportero