Por David Moreno
Porque el futbol es el futbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El futbol es el futbol, viejo.
El futbol. La única verdad.
¡Por favor!
Roberto Fontanarrosa, en Memorias de un Wing Derecho.
Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo/LaCiudadDeportiva).– La primera secuencia de Metegol de Juan José Campanella es un homenaje a Stanley Kubrick y a aquel icónico inicio de 2001 Odisea del Espacio. Campanella va a retratar al famoso grupo de homínidos prehistóricos que evolucionan a partir del descubrimiento de las herramientas. Pero a diferencia del filme de Kubrick en el que utilizan una especie de fémur a manera de arma, aquí tomarán un cráneo para convertirlo en un balón de futbol. Hasta ahí el homenaje, pues mientras para el legendario director estadounidense el primer ser humano adquirió conciencia cuando descubrió las armas, para Campanella lo hizo cuando fue capaz de patear una pelota. Para el cineasta argentino la evolución del ser humano tiene un importante componente emocional y pasional. Y pocas cosas son tan universales para generar pasión y emoción como lo es el futbol.
Después vendrá una elipsis de varios siglos y Campanella centrará su relato en un pequeño pueblo que puede ser cualquiera en el mundo. Un lugar en el que cada habitante tiene una pequeña historia por contar, un sitio con un café en el que los parroquianos se miran los rostros todos los días y repiten deliciosas e interminables rutinas. En ese lugar los espectadores conocemos a Amadeo, un chico algo tímido y taciturno que sin embargo posee una habilidad muy especial: es invencible en la mesa de “Metegol”. Amadeo ha creado un lazo muy particular con el equipo al que controla, ha nombrado a cada uno de los jugadores y les ha brindado de una personalidad muy particular.
Existe otro detalle importante en la vida del chico: está perdidamente enamorado de Laura, una chica cuyos ojos azules constituyen la única ventana que Amadeo tiene al mundo fuera del "metegol". Un día Amadeo va a ser retado por Grosso, un hábil jugador de futbol quien cae estrepitosamente ante la maestría con la que el protagonista mueve las fichas. Grosso se va humillado pero nunca olvida la que a la postre sería su única derrota. Años después regresa al lugar convertido en el mejor jugador del mundo y dispuesto a quedarse con el pueblo al que odia por ser el sitio en el que fue vencido. Para salvar al lugar, Amadeo tendrá que retarlo y vencerlo en un partido de futbol. Pero para ello contará con la ayuda de los integrantes de su equipo de metegol que cobrarán vida para asistir al muchacho en su complicada tarea.

Metegol es un sencillo pero emotivo relato, generado a partir de un cuento de Roberto Fontanarrosa titulado Memorias de un Wing Derecho. Emotivo porque a partir del primer giro narrativo, Campanella va a desplegar una serie de recursos fílmicos que ayudarán a tejer una trama llena de personajes entrañables, pero también arquetípicos del universo del futbol. Porque a pesar de ser una película animada, Metegol tiene la particularidad de presentar a los protagonistas envueltos en el contexto actual del futbol. Aparece la súper estrella que no camina 10 metros sin patrocinador, el equipo que menosprecia al rival que le ha competido con absoluta gallardía, uno puede identificar a los promotores que están ahí para hacer del futbolista una mercancía; pero también están aquellos que ven al futbol como algo representativo de su comunidad, a quienes terminan por disfrutar del juego a pesar de cualquier circunstancia. En otras palabras, Campanella tiene la gran virtud de hacer una película “familiar” pero que posee un subtexto crítico a lo que es el futbol en nuestro tiempo.
Metegol termina por ser un hermoso alegato a favor de recuperar la esencia del futbol. Aquel deporte que prácticamente puede practicarse en cualquier parte siempre y cuando exista una pelota y dos personas dispuestas a patearla. Ese deporte que une a la gente a pesar de sus diferencias en apoyo a un equipo cuyos colores se llevan tatuados en la piel, un equipo que tal vez no tenga posibilidades ante su rival pero al que se termina adorando simplemente porque es nuestro. Esas mismas virtudes se impregnan a lo largo de todo el filme, convirtiéndolo una película casi poética sobre la pasión que genera al futbol y que no difiere mucho de la que puede generarse a partir de una buena historia.
Lo único que puede reprochársele al filme, es que los productores hayan decidido doblar la película del “argentino” al “mexicano” para su exhibición en nuestro país. Se trata no solamente de una mutilación de la obra original, sino que no existe justificación alguna para realizar tal doblaje. En estos tiempos globalizados, niños y adolescentes – que son seguramente en quienes se pensó para realizar tal “traducción” – consumen productos de todo el mundo de habla hispana, por lo que no hubiesen tenido ningún problema para entender la película en su “idioma original”. Es una pena pues asumo que la experiencia como espectador se hubiese enriquecido más al escuchar las intenciones originales que el director tenía con los diálogos y las expresiones de los personajes de la película.
Aún así, Metegol es un bello filme que termina por demostrar que la animación ya no es un género exclusivo de los grandes estudios norteamericanos, sino que en todo el mundo existe el talento para realizar productos que pueden competir con cualquiera. En este caso, no he visto en todo lo que va del 2013 una película animada tan comprometida consigo misma y tan apasionante. Y ello se debe a la verdad universal que es la temática de su narrativa. Como decía Fontanarrosa: “El futbol, viejo. El futbol. La única verdad”.
Un logro.




