Sobre las reconsideraciones de la industria editorial y el acceso ilimitado a la información en Internet

26/05/2012 - 12:00 am

Por Manuel López Michelone

Para nadie es un secreto que desde hace muchos años juego y estudio al ajedrez. Es como una segunda carrera a la cual le invertido probablemente más años que a la física y/o la computación. La realidad es que el juego ciencia tiende a convertirse en obsesivo para aquellos que lo practican oficialmente, es decir, van a torneos y siguen las competencias internacionales vía Internet, además de jugar, desde luego, a través de algún portal específico de ajedrez en línea.

Libros de ajedrez, discos compactos con monografías de apertura, ejercicios de táctica, videos con las explicaciones de connotados maestros sobre las partidas más fantásticas de todos los tiempos, son ya parte de las bibliotecas (y discoteca) de todo aficionado al ajedrez.

La información se multiplica y no es casualidad que los ajedrecistas de hoy día juegan mucho mejor que los de hace 50 años. Hay muchas más posibilidades, más recursos, más información. Y si a esto añadimos las bases de partidas, que ya cuentan con unos 5 millones de las mismas, registrando todo el ajedrez en el mundo, además de los motores de ajedrez (los engines, como Fritz o Rybka), que juegan mejor que 99.99% de los seres humanos en el planeta, pues tenemos un panorama nunca antes conocido.

Por ello, ver a grandes maestros de 12, 13 o 14 años parece que ya no asombra a nadie. Muchos jugadores jóvenes, que están llegando al pináculo del ajedrez mundial, seguramente se formaron con toda esta información que antes, simplemente, no era accesible.

Baste un dato: el excampeón del mundo, Anatoly Karpov, me dijo en la entrevista que tuve la suerte de hacerle en 2010 que cuando jugó contra Korchnoi en Baguio, Filipinas, por el Campeonato Mundial, el equipo de Karpov llevó unos 400 kilos en libros. Hoy todos esos libros cabrían, por ejemplo, en un Kindle.

Más de uno podrá decirme que sí, efectivamente hay mucha más información para el ajedrecista, y que además se genera día a día más y más, pero que el problema es acceder a toda esta cantidad de información, el costo de la misma.

Los libros de ajedrez se multiplican y es probable que haya más libros sobre el juego ciencia que sobre cualquier otro juego de mesa. No sé cuántos libros saldrán por año que versen sobre algún tema de ajedrez en el mundo, pero es evidente que son muchos, demasiados para que se puedan tener todos.

Pero el costo parece ya no ser un problema. Mi percepción es que gracias a la red Internet el acceso a toda esta información ya no es problema. Ahora tenemos algunos factores que han cambiado las cosas. Por ejemplo, hay más acceso a la llamada banda ancha (al rato será fibra óptica, que promete aún más velocidad), con lo cual se pueden descargar libros completos en poco tiempo (un par de minutos). Por otra parte, hay escáner para "fotocopiar" en formato electrónico –página a página– cualquier título de ajedrez.

Hay además programas que permiten tomar todas estas imágenes digitalizadas y armarlas en forma de libro en formato PDF. Así, de pronto, más de un aficionado al ajedrez, con cierto tiempo libre, puede escanear su libro favorito y después subirlo a algún depósito de archivos como MediaFire o DepositFiles, en donde cualquiera puede descargarlos sin ningún costo.

Hoy en día los libros están empezando a correr con la suerte de la música en mp3. Ahora libros en formato DjVu y PDF son fácilmente accesibles y sin costo, aunque es claro que todo esto tiene las mismas connotaciones de ilegalidad que cuando se discutía (y se sigue discutiendo, lo sé), el problema de la piratería en la música.

Sin embargo, debo decir que a pesar de los sitios que amables aficionados han puesto a disposición del ajedrez y de la información sobre el tema, a mí muchas veces me gusta tener el libro en papel. Eso de leer en la pantalla en muchas ocasiones no me parece cómodo, amén de que tengo que confiar la información a un dispositivo móvil electrónico, que si nos falla en el momento crítico, nos deja sin los libros digitalizados. A un libro en papel le puede caer agua, ensuciarse, doblársele las páginas y aún así poder ser leído. Por ello, si de verdad me interesa un libro, pues lo compro.

Quizás la ventaja está en que muchos libros de ajedrez ahora puedo descargarlos a ver si me late tenerlos o no. Es como una extensión de lo que hace por ejemplo Amazon, que permite "hojear" los libros que vende, aunque en algunas páginas (índice, un par de capítulos iniciales y ya). Aquí podemos "hojear" todo el libro. Obviamente muchas veces también es importante la calidad del escaneo del libro. En ocasiones ésta es muy deficiente y la verdad es que en ese caso prefiero el libro en papel.

Ahora bien, hay quienes por simple amor al arte ponen en formato PDF, escaneados, libros que incluso ya no se consiguen en ninguna parte (por ejemplo el de Botvinnik, Computers Chess and Long Range Planning, que en pasta dura cuesta unos 72 dólares en Amazon (yo lo compré en Hastings, Inglaterra, por unas tres libras, en pasta dura, aunque algo maltratado). Ya un aficionado anónimo –que tenía el libro, lo escaneó y se puede conseguir en la red. Para esos casos es mejor eso a no poder hacerse de la información.

Pero aún así, habría que poner en tela de juicio si de verdad la piratería de libros terminará siendo como la piratería de la música. Por ejemplo, Adrian Paenza, autor de una serie de libros como Matemáticas, ¿estás ahí?, en las entrevistas que dio la semana pasada en México (pues vino a promover su última obra de su colección de divulgación), dijo que todos sus libros están en la red y se pueden leer directamente sin pagar por ellos. Curiosamente, Paenza ha vendido (dicho por el mismo) –libros en papel– ya un millón de ejemplares. El propio autor se pregunta si no habría que reconsiderar toda la industria editorial al respecto y los problemas que dicen tener con la piratería.

Lo que sí me queda claro es que el mundo ha cambiado. La información ha cobrado una importancia extrema y gracias a las nuevas tecnologías se tiene más acceso a todo. Vivimos una feliz época en este sentido y no hay que desdeñarla.

–Apro

Redacción/SinEmbargo

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