Este libro aborda como la crisis de seguridad y la violencia han llevado a México a vivir en un estado de excepción de facto que, según el autor, es la expresión institucionalizada más radical del miedo y esta es una condición opuesta al estado de derecho y por ende al proceso democrático del país. Por eso resulta una contradicción combatir a la criminalidad y, al mismo tiempo, consolidar la democracia.
“Apostar por la paz a través del derecho exige un ejercicio de razón que es tan humano como la pulsión violenta, pero mucho menos instintivo. Por eso decidí escribir este libro. Son las instituciones y el modelo de sociedad que perseguimos el ancla y el eje de las decisiones que debemos adoptar para salir de la crisis en la que estamos atrapados. Y, si aspiramos a la paz como horizonte, entonces existe una sola ruta institucional plausible: el constitucionalismo democrático”.
El constitucionalismo democrático que consiste básicamente en fortalecer y proteger las libertades y los derechos de todos los individuos a través de sus leyes e instituciones no es una de las fortalezas de México en estos momentos.
Una de las circunstancias que favoreció la adopción de una postura peligrosamente autoritaria fue la incapacidad gubernamental de responder al desencanto que se generalizó al no verse cumplidas las expectativas de la transición democrática del año 2000.
No sólo no se resolvieron muchos de los problemas del país sino que tampoco vislumbraron un avance, especialmente los anhelos de justicia social, igualdad de derechos y mejores resultados económicos. A ello se sumó la espiral de violencia encabezada por el crimen organizado que motivó a la proclividad gubernamental hacia la lógica de la guerra.
Una sociedad descontenta, que además está paralizada por el miedo, resentida por todos sus muertos y desconcertada ante el futuro propició que el discurso del poder fuera el de la excepción con todo y los peligros que conlleva. Para el autor la única opción para resolver este problema es recurrir a la democracia mediante el constitucionalismo que la sustenta; aunque ciertamente sólo la defiende un grupo minoritario de la sociedad.
Pedro Salazar Ugarte







