Ciudadanos vs profesionistas

27/06/2014 - 12:01 am

La semana pasada se detonó un nuevo movimiento de redes: #yosoy17, para apoyar a un grupo de 16 médicos del seguro social en Guadalajara que están bajo juicio por la muerte de un menor.

El tema se ha discutido ampliamente tanto en los medios como en las redes, pero no deja de sorprender lo que el caso refleja. La mayoría de los movimientos de redes son grupos de ciudadanos que apoyan a ciudadanos en contra de la autoridad. Ante la corrupción, ineficacia o franca incompetencia de los funcionarios, las redes ofrecen una extraordinaria salida para defender causas de grupos pequeños.

En este caso, nos topamos con ciudadanos, beneficiarios de un servicio que pagan (seguro social) que padecen la muerte de su hijo, por lo que ellos consideran una negligencia médica. Es difícil, sin ser médico, saber exacto que paso. La versión médica es que no hubo negligencia, simplemente la deficiencia de material y condiciones de trabajo impidió tener un buen resultado.

Como madre de familia, no puedo imaginar la frustración y el dolor de las víctimas. Como analista destaco el daño que nos estamos haciendo entre ciudadanos por las serias limitaciones de nuestro sistema institucional. La falta de recursos, la sub inversión, la corrupción, las marañas legales construidas para tratar, ineficazmente, de evitar los desvíos de recursos, esterilizaron a las maquinarias de provisión de servicios públicos. Hoy, los ciudadanos acusan a los profesionistas. El enojo ciudadano se entiende y se vuelve vendetta. Del otro lado del escritorio, se extiende la frustración del profesionista que trata, infructuosamente, de cumplir con sus obligaciones.

El dilema no es fácil de resolver. ¿Hasta donde llega la culpa del individuo y hasta donde es responsabilidad de la institución? Y a la inversa, ¿Hasta donde se vale desprestigiar a una institución por la mala acción de un funcionario?

Se critica al “gobierno” como si se tratara de un ser homogéneo. Pero el “gobierno” es un grupo de individuos que cumple con funciones diversas. Idealmente, la misma responsabilidad debiera tener un médico que el contador que asignó el presupuesto a la sala de operaciones o que el encargado de surtir una orden de medicamentos. Lo mismo pasa con los que hacen los pedidos, los que llenan las formas y así… Podemos seguir en la cola de responsabilidades hasta llegar al Gobernador o al Presidente de la República.

La parte más complicada de la rendición de cuentas es justamente esa: definir quien es el responsable de una falla de la autoridad y quién debe, y como, resarcir el daño. En México, la debilidad de las reglas hace que los individuos de rangos medios sean sujetos de convertirse en chivos expiatorios mientras los jefes son inaccesibles para la autoridad.

En el imaginario colectivo construimos historias y asignamos responsabilidades que en papel nunca se pueden demostrar. Tanto ciudadanos como autoridades quedamos frustrados por la incapacidad de resolver y castigar. Todos cargamos con el costo de que no haya consecuencias por las indefiniciones y limitaciones del sistema.

Las autoridades siguen su juicio y castigan a los profesionistas. La institución ha tratado de defender a sus colaboradores, todavía sin éxito, porque la ley no ha logrado distinguir entre funcionario, entidad e institución.

Hace casi 10 años que se habla, de manera cada vez más seria, sobre las deficiencias del sistema de salud pública mexicano. Pero nuestros representantes populares se contentaban con presumir el seguro popular o con el social (en sus distintas imágenes): un papel que avala la cobertura médica y promete respaldo al beneficiario. Sin embargo, es la llegada a la clínica de base la que nos obliga a poner los pies en la tierra. Aquí se entiende el dicho de “del dicho al hecho falta un trecho”.

El seguro popular, por diseño, no puede monitorear el seguimiento y aplicación de los recursos que se entregan a los estados. Ahora centralizaron la compra de medicinas pero, el manejo estatal de los recursos siguen siendo un barril sin fondo.

La administración pasada no busco, no se enteró o no quiso atender el problema. Hace unos meses, esto se materializó en un expediente judicial: el caso Granier en Tabasco. Paulatinamente, crecen los escándalos de  maltratos, y mala atención médica, niños que nacen en el baño y demás. Hasta que, agotados, los ciudadanos actuaron contra los profesionistas.

El caso es frustrante para todas las partes. Los padres que perdieron a su hijo, los médicos que perdieron su libertad, la institución que pierde recursos y prestigio (aunque poco le quedaba) y, lo peor, como en la guerra contra el narco, crece en los mexicanos con sed de venganza.

La crisis institucional de los gobiernos es hoy un mal generalizado. Brasil es un gran ejemplo de autoridades rebasadas y un público desbocado. México no es la excepción. Lo que nos urge ver, allende los espléndidos discursos, son más acciones concretas para corregir estas fallas.

Nadie cree en la respuesta… años de atole con el dedo nos hicieron desconfiados. El reto de las autoridades no es menor porque la crispación social solo tiende a empeorar. La frustración de la guerra parece extenderse a otros sectores.

Para aquellos que no la pudieron ver, anexo la carta de Esteban López en torno al asunto que arroja luz sobre los que se vive del otro lado del escritorio.

Cortesía de Esteban López para quienes no conocen nuestro sistema de salud:

Los médicos comparten contigo los momentos álgidos y, finalmente, también comparten la muerte. Embarazos, nacimientos, enfermedades, accidentes, diagnósticos fatales, dolor, cirugías, decesos; todos los eventos relevantes de una vida, siempre van de la mano de un médico.

Desgraciadamente, el médico luz y guía, el médico amigo, consejero, apoyo, experto, confiable, vecino, es un lujo que en nuestro País no cualquiera se puede dar, los que cumplen esos requisitos,cuestan dichoso aquel que puede cubrir sus honorarios y llamarle incluso por las noches. Desgraciado aquel que ante la emergencia acude al IMSS, al ISSTE a la SSA, o con el Dr. Simi: Siempre encontrará un desconocido, un profesionista en apuros, tratando de solventar el día.

Nuestro sistema de salud se empeña en destruir toda noción de relación humana.

nuestro sistema de salud enferma, desde su olor, su fachada, su miseria, su abandono, su falta de compromiso
Las computadoras llegaron desde hace años, pero el anquilosado sistema de amontonar expedintes y poner a los estudiantes a pegar resultados no cambia,

Sistema de explotación de estudiantes que son mensajeros, enfermeros, secretarias, y hasta químicos quienes han delegado sus responsabilidades por “logro sindicales”

Son los avisos hechos con plumón, como si del anuncio de una cenaduría se tratara; sólo que en vez de decir “Hay Pozole”, se leen cosas como: “el presupuesto del 2014 se ha agotado, favor de presentarse el próximo año”.

Son las farmacias en las que nunca hay el suficiente medicamento, mezcla de la corrupción y la flojera del médico que no llena estadísticas y por tanto no genera la necesidad de recursos.

Pero hablar de los servicios de urgencia o de atención hospitalaria es cosa aparte, son palabras mayores, otro mundo; el inframundo.

Son los pasillos llenos de camillas con sangre o secreciones corporales, oscurecida por el paso de los meses, sábanas rotas, vestigios de batas hospitalarias, pacientes graves que esperan horas el destino entre la vida y la muerte: si hay quirófano, si hay camas, si hay médicos, si hay instrumentos; el universo ha estado a tu favor. Si no, pues no. Sobrevivir ahí no es una cuestión médica, a veces es un acto de suerte.

Son los cuartos sépticos que producen náusea; las salas de espera para familiares convertidas en trincheras armadas con cartones, cobijas, bolsas y papel higiénico. Son las plagas de insectos, incontrolables; es la escasez de jabón, agua, papel en los baños.

Es la comida para enfermos, incomible, poco apetitosa.

Son los deudos con miedo a preguntar; es el incumplimiento del derecho a tener una segunda opinión; son los enfermos alejados de sus seres queridos. Es vivir una muerte despojado de todo, hasta de dignidad.

El efecto IMSS es devastador, pero no sólo para los pacientes o para sus familiares. También lo es para quienes ahí se instruyen y trabajan.Imagine usted su situación laboral, sin prestaciones laborales…. y luego hablemos de justicia.

¿Qué hay de justo en un sistema burocrático lleno de vicios que te orilla a trabajar con lo “posible”, que te sume en la resignación, que te agota, que no tiene recursos? ¿Qué es justo en un sistema que te siembra la eterna cara larga, la indisposición, la indolencia? la justicia no debería juzgar sólo a los médicos, debería empezar por el sistema que nos ha dado malos médicos que ni te escuchan ni te ven a los ojos, así como empleados perezosos y ladrones.

¿Acaso es justo que un médico vaya a prisión? es justo si es negligente por su actuar, y a veces pienso, por ser cómplice de ese sistema corrupto y aceptar trabajar en esas condiciones también.

Del otro lado hay una familia que perdió a su hijo, a su padre, a su hermano, es una historia triste, donde falta humanizacion, equipamiento, recursos. compromiso

Cualquiera que ponga un pie en una clínica del sistema de salud publico tendría sobradas razones para poner al menos una queja.

Pero, cualquiera que trabajase comprometido bajo esas mismas pésimas circunstancias, y lograra salvar una vida no sólo es un médico, debería llamársele héroe.

Alejandra Cullen
Economista del ITAM y tiene una maestría en administración pública de Harvard. Permanece en búsqueda constante de las coincidencias y disidencias entre sociedad y gobierno para entender lo que sucede en México.
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