Filarmónica de la Ciudad de México rinde tributo a Moncayo

24/09/2012 - 5:01 pm

La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México realizó el pasado fin de semana, un tributo a José Pablo Moncayo (Guadalajara, 1912–Ciudad de México, 1958) dentro de los festejos por el centenario de su nacimiento: “Serie Solistas de la Filarmónica”, programación de la “Temporada de conciertos 2012” en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli.

“Amatzinac” y “Sinfonía”, de Moncayo; “Los centinelas de Etersa”, de Eduardo Angulo (1954), y “Aura” -paráfrasis orquestal de la ópera homónima-, de Mario Lavista (1943): exposición sonora de frondas mexicanas que toma como núcleo la obra del autor del ineludible “Huapango” (1941).

Comienza la recepción con las glosas de “Aura”: atmósfera de sutiles rumbos fantásticos inundan la sala. Metales en contrapunteo con las cuerdas (arpa en pulsantes y breves susurros) y persistencia acuosa de los instrumentos de madera. Soplos de canzonetta con asomos de vals en discurso fragmentado desde sutiles prefiguraciones sacramentales.

“Amatzinac”, escrita originalmente para flauta y cuarteto de cuerdas, rebosa el escenario con un motivo melódico que las cuerdas musitan en conversación con la flauta. Composición de esbozos gráficos y clara intenciones iconográficas, en apuntes paisajistas de rebosada belleza armónica. Frases largas de arquitectura tímbrica locuaz.

La flauta de García Salinas bosqueja, con elocuencia impresionista, los colores rítmicos propuestos por Moncayo. “‘Amatzinac’ es la obra en que Moncayo define mejor su estética”, ha dicho el especialista Ángel Salas.

La segunda parte abre con “Los centinelas de Etersa” (Huacalito, Etersa, Sargen Topolito), estructura en la que Angulo recrea la leyenda de Etersa (personaje femenino de acusada melancolía acuática). Expresiva configuración tradicional en la que se asoman señales de huapango (Huacalito) y sones de tierra caliente. Vislumbres paisajistas, quizás demasiado evidentes.

García Salinas ejecuta la flauta en Do (Huacalito), flauta en Sol (Etersa) y flauta picollo (Sargen Topolito). Ciertos pasajes lúdicos de quebrada estampa impresionista hacen que esta composición sea preferida por los niños (en la presentación dominical era notable la presencia infantil).

Mejor momento de la solista María Esther García Salinas que se ve obligada a tres salidas y ofrecer, fuera de programa, la tradicional “Zarabanda” acompañada de violonchelo.

Concluye el agasajo con “Sinfonía” (Allegro, Scherzo, Lento, Lento- Allegro): escuchar esta composición demuestra que Moncayo no es sólo el “Huapango” y que, posiblemente, sus mejores momentos como compositor se encuentran en otras dársenas sonoras.

Sinfonía con guiños bucólicos y ciertas modulaciones que invitan al recogimiento lírico. Moncayo en tildes de acusado “impresionismo mexicano” bastante alejado del “Huapango” que, por desgracia, lo ha encasillado a un suntuoso colorismo. El autor de “Canción India” en plenitud de su temperamental concordancia.

Particularidad melódico-armónica de incuestionable eficacia y expresividad incitante, sobre todo en el cuarto movimiento (Lento-Allegro), que tiene continuación en la deliciosa “Sinfonietta” de 1945.

El convite de Moncayo sigue su curso el próximo sábado 29 y domingo 30 de septiembre con el despliegue del rondó para dos oboes y cuerdas: “Homenaje a Cervantes” (1944). Merecido homenaje a unos de los más importantes músicos mexicanos de todos los tiempos.

Redacción/SinEmbargo

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