En Estados Unidos, un hombre logró escapar tras vivir 20 años encerrado por su padre y su madrastra. El maltrato comenzó cuando era un niño y las autoridades fueron alertadas, pero nunca actuaron.
Ciudad de México, 15 de abril (SinEmbargo).- ¿Cómo es posible que haya gente así? Un niño de 12 años fue encerrado en un pequeño cuarto de su casa por su padre y su madrastra. El encierro duró 20 años, hasta que ese niño, convertido en un hombre de 32 años, de 1.74 de estatura y 30 kilos de peso, logró provocar un incendio y ser rescatado.
Esto sucedió en Connecticut, en Estados Unidos, un país que se presenta como líder mundial en derechos humanos y democracia, pero donde 20 millones de niños enfrentan barreras para acceder a servicios esenciales como salud y educación, según el Fondo de Salud Infantil.
Un cuarto diminuto se convirtió en el universo de este niño, donde pasó de la infancia a la adolescencia y finalmente a la edad adulta, mientras el mundo exterior seguía girando con indiferencia. Este caso casi increíble va más allá de lo que el padre y la madrastra hicieron, expone una falla sistemática en la protección de las infancias y revela cómo las instituciones y la sociedad pueden fallar simultáneamente en su deber de cuidado.
Veamos, durante años, docentes, compañeros y hasta algunos vecinos sospechaban que el niño sufría maltrato. El director de la escuela, Tom Pannone, reportó que asistía sucio, hambriento, que comía con desesperación cualquier cosa que encontraba. Alertó en varias ocasiones al Departamento de Infancia y Familias, que realizó algunas visitas... pero cerró los casos asegurando que todo estaba “en orden”.
🇺🇸 #ABERRANTE | 🎥 ¡Encerrado 20 años por su madrastra! En Connecticut, un hombre fue liberado tras prender fuego a su casa para escapar. Pesaba apenas 30 kilos al ser rescatado.
una habitación de 2,5x2,5 metros fue la celda del hombre desde los 11 años. Su única salida:… pic.twitter.com/nixHconVr5
— ElPirobo_TM (@ElPirobo_TM) April 11, 2025
Después, el padre lo retiró de la escuela con el argumento de que lo educaría en casa. Nunca lo hizo. El director pidió a una familia vecina de este chico, donde vivía un compañero de escuela, mantener vigilancia en la medida de lo posible. Pero pronto dejaron de hacerlo.
El niño dejó de ser visto. Las poquísimas personas que lo buscaban, lo olvidaron y su padre, quien murió el año pasado, junto con su madrastra tuvieron dos hijas, ahora de 29 y 27 años, mientras a él lo tenían cautivo.
La crueldad de quienes debieron cuidarlo, su padre y esta otra mujer, es innegable. Pero este horror también deja al descubierto algo más: una idea social de que el cuidado de las infancias es responsabilidad exclusiva de los padres y madres
Y por supuesto: las autoridades, que no respondieron adecuadamente a las denuncias previas, lo que pone en evidencia fallas estructurales en los sistemas de protección infantil.
No es un caso aislado de crueldad extrema. Es el síntoma de un sistema fallido que combina negligencia familiar, apatía comunitaria e ineficiencia estatal.





