Este número de Artes de México nos habla de lo que se llevaron los conquistadores de México, nuestras semillas, plantas, frutas; el tributo generoso de México que propagarán los dulces y significativos nombres que aquí recibieron los árboles, las plantas, las flores y los frutos: ahuehuetl, chilli, auácatl, tómatl, xempoalxóchitl y cacáhuatl.
Por Marta Cecilia Preciado Suárez
Ciudad de México, 27 de julio (SinEmbargo).- Los alimentos que presenta la revista-libro no. 122 Semillas de identidad: 31 alimentos que México dio al mundo. Son un emblema que ha trascendido el tiempo y las fronteras y han gozado notablemente una proyección internacional gracias a sus sabores únicos que proporcionan a la gastronomía global.
¿Qué es lo que le da identidad a un país? Existen varios elementos que en conjunto conforman la identidad de una nación, permitiendo distinguirse y destacarse de otros. En el caso de México, podemos empezar por: los símbolos patrios, el idioma, la religión, las etnias, la geografía, la gastronomía y, claro, las tradiciones y costumbres. Todo aquello no existiría si no fuera por la historia, que ayudó a dar forma a nuestra identidad y sentido de pertenencia.
La historia de México es vasta e interesante, conocerla nos permite identificar y entender los factores, eventos y procesos del pasado que contribuyeron a la transición de nuestro país. Gracias a los vestigios que han sobrevivido con el tiempo, podemos conocer y admirar lo que fue México, lo vemos con los monumentos, ruinas y reliquias; también de forma inmaterial que se expresa a través de relatos orales, creencias, artes escénicas etc. Con esto dicho, hablemos de la revista-libro Semillas de identidad: 31 alimentos que México dio al mundo.

La revista nos transporta al pasado, la Nueva España, que entre fragmentos de crónicas, recopilaciones de escritos y compendios de refranes y poemas nos entregan descripciones y primeras impresiones de forasteros, misioneros españoles, exploradores y catedráticos tras consumir los alimentos de nuestra tierra a partir de la curiosidad por probar lo que forma parte de la dieta azteca después la conquista española y tratando de comprender su importancia cultural.
Este ejemplar combina láminas en óleo y acuarela con textos centrados en los alimentos emblemáticos de México que van desde: el maíz, el cacao, la vainilla, el nopal, entre otros, hasta llegar a aquellos que son inusuales como la pitahaya, el nanche, la chirimoya o la guanábana. Dichos alimentos, que sorprendieron a extraños son, a su vez, un testigo silencioso de la evolución histórica mexicana y un emblema mundial por nuestro gran abanico gastronómico.
Puede cautivarnos los pormenores expresados, generar fascinación e impresión de las utilidades que se le daban a los alimentos fuera de la cocina. Por ejemplo, el maguey, menciona el uso de sus puntas como agujas, rastrillos para cepillar la tela o alfileres; sus hojas al ser asadas y aplicadas calman el dolor y curan una convulsión; cubrir los techos con las pencas, dan calor a los hogares al ser quemada como leña; hacer hilos para fabricar todo tipo de vestido y de su jugo hacer vino, vinagre, azúcar o el pulque.

Resaltan su conexión con lo divino manifestándose en ceremonias y la preparación del alimentos, por ejemplo el cacao y su brebaje que se elabora; o ser parte de la creación como es el maíz, esto lo señala Popul Vuh que el origen de nuestros primeros padres fue con el maíz amarillo y blanco, su carne y extremidades se hicieron con la masa de este alimento legendario.
Los españoles, con su puño y letra, plasman su experiencia al probar alguno de los treinta y un alimentos que aborda la revista-libro. Podemos estar de acuerdo con sus descripciones detalladas o sentirnos halagados por la belleza con la que escriben. Por ejemplo, en la página dedicada al aguacate, el fruto más pulido, más bien emblemático que conozco: el aguacate.
Viste un pellejo liso y negro como de hule fino. Tiene un solo hueso o semilla, casi tan grande como el total de su cuerpo. Y la carne es una mantequilla verdosa que no adhiere al hueso. No tiene, pues, jugo que chorree, dureza de esquivar, acritud ni dulzura excesivas (José Moreno Villa, Cornucopia de México,1940).
Me atrevo a señalar, también, que los textos pueden sacar una que otra carcajada por las comparaciones o semejanzas con los alimentos oriundos de España. Por ejemplo, al cacahuate que iguala su sabor y forma al del piñón; mismo caso con el capulín con la cereza o resaltan que si se come en exceso huitlacoche provoca la caída del cabello.
No obstante, se puede detectar, a primera vista, las palabras despectivas o prejuicios que se tenían con "los indios" y su forma de vida. De hecho, en las últimas páginas de la revista-libro, nos presentan a los autores en que se basaron esta edición y nos cuentan su labor en México. Por una parte protegieron o divulgaron el conocimiento y otros lo destruyeron como fue el caso del misionero Diego de Landa.

Resaltando al testigo silencioso
Nuestros alimentos, testigos silenciosos, presentes desde la época prehispánica estando en grandes banquetes para los emperadores o dioses; han padecido los cambios con la conquista española al introducir especias nuevos ingredientes gracias al intercambio precolombino como fueron el ganado o el trigo. Finalmente, se han adaptado a las circunstancias o precariedades que atravesaban nuestra sociedad como fue durante la Revolución Mexicana. Estos testigos cercanos a nosotros han sufrido y persistido a las modificaciones socio-culturales.
Semillas de identidad: 31 alimentos que México dio al Mundo no se limita recopilar textos que hablan de nuestros alimentos, es un recordatorio de lo importante que es nuestra gastronomía, no sólo sacia el hambre sino que es pilar de nuestra identidad mexicana; recalca el simbolismo presente que hay en estos al ser parte de ritos, rituales y tradiciones que asombran a propios y extraños. Por supuesto, nos invita a valorar, preservar y proteger el legado alimentario mexicano.




