En México, pocas marcas gozan de la confianza que tiene Bachoco. Sus productos están en cada esquina, sus empaques color naranja son casi parte del paisaje doméstico y su publicidad caricaturiza la vida animal como si fuera una broma inocente. Pero detrás de esa imagen amigable se esconde una historia de explotación laboral, violencia estructural y sufrimiento animal que no deberíamos seguir normalizando.
Luis trabajó como operador de granjas en el Rancho Estrada, ubicado a solo 10 minutos de Celaya, en Guanajuato, una de las muchas instalaciones bajo el nombre de Bachoco. Años después, decidió contar su historia. "El trabajo en Bachoco es el peor que he tenido", afirma en un testimonio publicado recientemente por la organización GenV. Lo que relata no sólo es indignante, sino revelador del tipo de industria que sostiene los productos más consumidos del país.
Describe jornadas de 12 horas sin descansos, trabajo los siete días de la semana, condiciones antihigiénicas, amenazas constantes por parte de los supervisores y maltrato animal sistemático. Se le ordenaba ahogar o golpear a los pollitos considerados "no viables", mientras trabajaba expuesto a enfermedades respiratorias, plagas, polvo, amoníaco y un ritmo de producción inhumano. Todo esto por un salario mínimo.
Luis lo resume con una frase tan clara como brutal: "No les importa nada, ni las aves ni los humanos, el trato como tal es deplorable para todos. Una vez un compañero se cayó desde una plataforma de 3 metros y el encargado lo puso a trabajar de nuevo, inmediatamente".
Es importante decirlo con todas sus letras: esta industria no sólo maltrata animales, también explota a quienes trabajan con ellos. Y lo hace amparada en el silencio institucional, el desinterés mediático y la desconexión del consumidor con lo que hay detrás de lo que pone en su plato.
El testimonio de Luis no es único. Lo escandaloso es que sea tan común. Millones de personas han pasado y siguen pasando por condiciones similares en granjas y mataderos industriales en todo el país. El 21 de agosto del 2024, dos trabajadores perdieron la vida en una instalación de Bachoco en Yucatán.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que se sacrifique la dignidad humana y animal en nombre de un supuesto progreso? ¿Hasta cuándo vamos a aceptar que la eficiencia y el "bajo costo" justifiquen la violencia?
México necesita urgentemente revisar su modelo alimentario. Necesita leyes laborales que protejan realmente a quienes sostienen el sistema con su cuerpo. Necesita vigilancia sanitaria y ambiental real sobre las operaciones de empresas como Bachoco. Y también necesita consumidores informados, que se pregunten por el origen de su comida y las consecuencias de su elección.
La historia de Luis es sólo una de miles, pero podría ser un punto de inflexión si decidimos no mirar hacia otro lado. Porque detrás del huevo barato, no hay gallinitas felices. Honestamente, ¿De verdad seguirías comprando productos de una industria que trata así a personas y animales?
