
Ciudad de México, 3 noviembre (SinEmbargo).- El reciente fallecimiento de Lou Reed, ex líder de Velvet Underground, autor salvaje de muchas de las canciones que hicieron vibrar a las generaciones de las últimas décadas, hizo que el mundo diera la vuelta para expresar sentidos pésames a su viuda, Laurie Anderson.
La partida de Lou, en lo que podría haberse visto como un “perfect day”, tan hermoso estaba el otoño en Nueva York, según dijo la célebre autora de “Superman”, fue el marco “resplandeciente y dorado” para que la artista multimedia nacida en 1947 en Chicago, diera el último adiós al que fuera su compañero de la vida durante más de dos décadas.
“Lou fue un príncipe y un guerrero; sé que, al escuchar sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo, muchas personas se sentirán plenas de esa increíble alegría que sintió por la vida. Que esa belleza nos llegue y nos atraviese siempre”, fueron las palabras de quien se definió como “amante y esposa amiga eterna”, de Reed.
El de Lou y Laurie fue un caso extraordinario de unión entre dos artistas del mismo peso histórico y con personalidades muy bien definidas; tanto así que una mirada apresurada impide determinar cuánto de ella hubo en su arte y viceversa.
Sin embargo, colaboraron juntos en varios proyectos relacionados con la música, el teatro y los trabajos visuales, entre ellos el concierto para perros llevado a cabo en Sidney en junio del 2010, en una frecuencia sólo captable por los animales y que formó parte del Vivid Live Festival.
LA INCLASIFICABLE LAURIE ANDERSON
El día que se escriba la biografía de Laurie Anderson será difícil darle una etiqueta que abarque las muchas cosas a la que se ha dedicado durante su prolífica carrera artística.
Comenzó a actuar en las calles de Nueva York y en sus espectáculos, inolvidables, conmovedores, mezcla poesía, música, echando mano además de los más variados artilugios tecnológicos que dan forma a un contenido con el que esta graduada en Historia del Arte, experta además en cultura egipcia, propone una mirada crítica hacia el mundo occidental contemporáneo.

A menudo se la muestra –y lo es- como una verdadera apasionada por las nuevas tecnologías, un hecho que relativiza aclarando en cada entrevista que no hay nada de glamour ni esnobismo en su inclinación. Se trata de herramientas que le sirven para expresar una idea, una emoción.
Como el traje con sensores rítmicos que le permitía crear música con los movimientos de su cuerpo o el violín sin cuerdas ni arco al que le había adosado una grabación que reproducía palabras cuando se tocaba.
La música de Laurie Anderson es visual y sus propuestas visuales son sonoras. Casi todas esas aproximaciones provienen de su amor por los libros.
Quiso, por ejemplo, hacer una ópera basado en el libro Arco iris de gravedad, de Thomas Pynchon y le escribió una carta para contarle el proyecto. La respuesta del escritor fue: “Genial, pero sólo se puede usar el banjo”.
“Fue su dulce manera de decir no”, dijo Laurie, quien también admira mucho a William Bourroughs, cuya voz incorpora en “Sharkey’s Night”.
Con idéntica pasión odia los musicales de Broadway y los zoológicos, mudó su estudio para colocar en él un gran acuario de agua salada; escribe historias sobre serpientes, lee a toda hora, no toma en cuenta los elogios a su obra porque eso la distrae del trabajo real y aprendió de su esposo a decir las cosas en forma más directa.
“Siempre estoy hablando en torno a algo y él a menudo me exhorta a decir lo que pienso. Es emocionante”, dijo en una entrevista en 2010.

Ha grabado una decena de discos en solitario, el primero de los cuales es el exitoso Big Science, con el sencillo homónimo y el también aclamado “O Superman”, que alcanzó la segunda posición en el Reino Unido.
Su espectáculo reciente es Delusion, un performance con marionetas integrado por relatos de misterio que presentó en México, en el Palacio de Bellas Artes, en 2011.
Su disco de 2010, Homeland, dio fin a un silencio discográfico de ocho años, con el que construyó un retrato descarnado de la sociedad del siglo XXI, obsesionada con la seguridad, la violencia, la guerra, el miedo y la libertad.




