Colima, 12 Mar. (Notimex).- Conocido como San José desde inicios del siglo pasado, pero con un origen que proviene del siglo XVII, este barrio ubicado al poniente de la capital colimense perdura por sus tradiciones y sus singulares atractivos, a pesar de los embates de al menos cinco terremotos.
“San José es un barrio que, como otros de Colima, destaca por sus habitantes, pues aún tienen la tradición de sentarse afuera de su casa, platicar, o reunirse en el jardín, es decir, la sociabilidad no ha cambiado”, afirmó María Irma López Razgado, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La entrevistada trabaja actualmente el proyecto “Mujer y familia de finales del siglo XVIII en la Villa de Colima”, además de haber dado clases sobre historia en la Universidad de Colima y ser colaboradora del Archivo Municipal, ha escrito varios boletines sobre los barrios de esta ciudad
“En 1986, como parte de mi tesis en la licenciatura, trabajé los barrios de Colima con un boletín donde de manera gráfica señalaba los límites, su gente, problemas y atractivos, pero en 1995 hice una revista sobre los barrios más importantes, representativos y tradicionalistas del país”, explicó.
Sin embargo, los conocimientos de López Razgado en torno a San José no se deben solamente a las investigaciones que ha realizado, sino a una labor informativa vecinal que ha desarrollado en ese barrio, pues aunque nació en la ciudad de México, sus padres decidieron asentarse en esta capital, específicamente en San José.
“Llegamos en los setenta, y mis papás compraron esta casa que fue de un militar muy importante, en la que destacaba un pozo profundo de agua que aún conservamos”, señaló.
En esta finca, remodelada tras el terremoto de 2003, la familia López Razgado abrió hace más de 25 años un restaurante de comida mexicana, precursor de lo que ahora es un pequeño corredor gastronómico, uno de los varios atractivos del barrio de San José.
Irma López refirió que desde temprana edad buscó el acercamiento con sus vecinos, muchos de ellos mayores de edad y que incluso ya murieron, con los que al paso de los años fue obteniendo información sobre los orígenes, costumbres y tradiciones de un barrio con apenas una docena de manzanas urbanas.
“Este barrio comprende de la calle Venustiano Carranza a Pino Suárez, de oriente a poniente, y Doctor Miguel Galindo a Torres Quintero, de norte a sur, y a diferencia de otros nace antes que su parroquia, y por lo tanto con otro nombre, el de Charco de la Higuera, porque había un manantial donde la gente lavaba y se surtía de agua”, indicó.
López Razgado añadió que de acuerdo a algunos escritos, originalmente se le habría conocido como el barrio de Triana o el Tarímbaro, hasta antes de 1856, y desde ese año hasta el de 1904, como Charco de la Higuera.
“Pero también se le conoció como el barrio del Pocito Santo, por un pozo profundo que se encuentra precisamente en esta casa-restaurante adquirida por mis papás Antonia y Alejandro, quienes incluso lo reabrieron, pues había sido sellado por el dueño anterior”, indicó.
Explicó que esa denominación de “santo”, se debió a que a finales del siglo 19, empezó a escasear el agua en los pozos de los otros barrios de la ciudad, mientras que en el de esa finca nunca dejó de fluir el líquido, “pero era tanta la gente que venía a surtirse, que el dueño lo cerró un día, pero se quedó el nombre del Pocito Santo”.
Fue en 1904 cuando el barrio cambió de nombre, al actual de San José, debido a que por gestiones del sacerdote Petronilo Preciado, se edificó un templo dedicado a ese santo, y que ahora es Parroquia.
“Entre 1854 y 1871 se encontraba ahí la Aduana Marítima de Manzanillo, y tras una gestión de 1896 a 1900, el padre Preciado logró su objetivo, por lo que el templo quedó concluido en 1904, construido por el arquitecto Hermenegildo Lepe, quien hizo un diseño gótico, ahora algo modificado por los daños que sufrió tras el temblor de 1941”, indicó.
Para la investigadora del INAH, el templo es el principal atractivo del barrio, que también cuenta con una plaza arbolada, un pequeño corredor gastronómico, dos mercados públicos apenas separados por un callejón o pasillo, la venta de dulces, comidas y bebidas típicas de la región, un tianguis dominical y un museo, entre otros atractivos.
Recordó que a mediados del siglo XIX se estableció en este barrio una de las principales dulcerías de la ciudad, la “Reyes” y de la que ahora existen sucursales en otros barrios, en las que se produce y comercializan dulces con productos regionales como el coco, tamarindo y mango, principalmente.
“También aquí se estableció la primera mercería, La Princesa Eduviges que ahora se ubica en la zona centro de la ciudad, pero cuya dueña, doña Carmen Banda y su hija Graciela, ya fallecidas, dejaron la tradición de festejar en el templo de San José a la Virgen Eduviges, por lo que este templo tiene dos fiestas anuales”, resaltó.
La entrevistada destacó que, al igual que otros barrios, el de San José tuvo a sus protagonistas, “que día tras día hicieron y hacen algo por el barrio con una labor comunitaria, o que destacaron por su trabajo o trayectoria”.
Entre ellos, prácticamente todos fallecidos, mencionó al herrero Manuel Amezcua; el líder de los locatarios del primer mercado establecido ahí, Manuel Batista; las mencionadas Carmen Banda y su hija Graciela, el comerciante Jacinto Gallardo comerciante, María Mercedes con sus clases de catecismo.
Asimismo, el comerciante Chano Terrones, Alejandro López y su esposa Antonia, Agustín González Villalobos, Gabriel Gutiérrez, el relevante pintor Gabriel Portillo, la maestra de bordado Concha Zamora de Sandoval, el laminero Miguel Ceballos, y Gregorio Torres Quintero, creador del método onomatopéyico de enseñanza educativa.
López Razgado aclaró que si bien San José destaca por su infraestructura o contenido físico, “lo más sobresaliente es su gente, la vecindad, la amabilidad, sus ganas de salir adelante, a pesar de las tragedias que han dejado los terremotos, pues ha sobrevivido a todo y es un barrio tradicional, de atractivo turístico y comercial”.
“Conocer la historia del barrio es importante para los vecinos y para los que vienen de fuera, el hecho de que haya superado tragedias fue gracias a la solidaridad de cada uno de los vecinos, por lo que pese a todo, este barrio ya no desaparece, mientras haya gente y memoria histórica, esto continuará y seguirá siendo cada vez más tradicional”, enfatizó.
Entrevistado por separado, el presidente de la Comisión de Planeación, Fomento Económico y Turismo del Congreso del estado, José Antonio Orozco Sandoval, aseguró que el de San José “es uno de los principales y más antiguos barrios de Colima, con muchos atractivos”.
“Entre esos atractivos destaca su templo, tal vez el más antiguo, tiene sus dos mercados, y hay gente que ha destacado de manera significativa en la vida social del estado, en lo empresarial, político, cultural, hay gente muy valiosa, y lo quiero mucho porque de ahí es mi esposa”, señaló.
“Se acerca la temporada de Semana Santa y Pascua, cuando nos visita mucha gente, y es bueno recomendarles que vayan al barrio de San José, que disfruten de sus jardines, de las comidas y bebidas que ahí se pueden disfrutar, de sus mercados, donde también pueden encontrar artesanías de todo el estado”, detalló.




