A lo largo de la historia, la humanidad y los caballos han tenido un vínculo cercano, uno de los más antiguos. En la actualidad, son considerados animales "de compañía" aunque lamentablemente son usados a conveniencia. Sus cuerpos son utilizados como máquinas de carga, como transporte, en el deporte y en la industria del entretenimiento.
México es uno de los principales exportadores mundiales de carne de caballos, especialmente hacia Estados Unidos, Francia, Bélgica, Rusia y Japón. Miles son importados vivos cada año para ser asesinados por su carne en México, la mayoría proviene de Estados Unidos. Recorren largos viajes hasta llegar a nuestro país, ya que ahí está prohibida su matanza desde el 2007 y hay una iniciativa para evitar la venta de su carne para consumo, aunque el producto sigue entrando al país debido a que la demanda continúa. La mayoría son animales que han sido descartados de carreras, animales viejos, algunos que fueron utilizados en el rodeo y de la industria del entretenimiento en general.
En nuestro país, no existen granjas en donde se crían caballos por su carne, por lo tanto la mayoría son asesinados en mataderos clandestinos o en mataderos donde supuestamente sólo asesinan vacas. Los animales que llegan a estos lugares no cumplen con los lineamientos sanitarios, ya que a muchos se les suministraban sustancias como el clembuterol antes de su llegada.
El clembuterol es un medicamento principalmente usado para aumentar la masa muscular con fin de acelerar su crecimiento y su uso está prohibido para animales criados para consumo en México, convirtiendo esto también en un tema de salud pública.
En México, muchas veces la carne de caballo es vendida como carne de vacas, de “res”, el etiquetado no es claro, su regulación no es estricta y esto pone en riesgo la salud.

La organización Igualdad Animal México realizó una investigación en donde presenciaron abusos hacia estos animales, incluyendo descargas eléctricas, matanza utilizando la asfixia y golpes.
Al conocer la realidad detrás de la carne de caballo, el sufrimiento de estos animales usados previamente para trabajo o deporte, la falta de controles sanitarios y el uso de sustancias prohibidas como el clembuterol, vale la pena detenerse y preguntarnos: ¿realmente queremos formar parte de esta industria?
Los caballos no son criados con fines alimentarios y muchos de ellos viven una segunda explotación, marcada por el abandono y la crueldad. Elegir no consumir carne de caballo es una forma de rechazar esta violencia y exigir un trato más digno para estos animales sensibles e inteligentes. Cuestionar lo que comemos también es un acto de empatía y de conciencia.




