
I
El flujo del tiempo
es el signo a descifrar.
El tesoro de la memoria
es la libertad del presente.
La ansiedad del futuro
enceguece el porvenir.
Cuando se desgaja
del lugar
el tiempo,
emerge el Apocalipsis.
II
Contemplar
es el arte,
enlaza las horas;
el día y la noche
tejen sus orillas
en el dorado parpadeo
del amanecer.
III
Un segundo de eternidad
encarnado,
es el paso por la tierra.
IV
El trémulo despertar
al advertir el polvo
en la repisa del yo
que conjuga su presencia,
y atestigua su tránsito
inevitable a la desaparición.
V
Los afectos
sobreviven a las razones,
Fértiles, su frescura
acoge los años
y sabe disolverlos
en la soltura
de todo agradecimiento.
VI
Juntar las palmas de las manos
a la altura del mentón,
mirar por la ventana
las admirables nubes
(en San Luis Potosí);
saber de esa dicha
sin propiedad ni nombre,
es vivir la vastedad
que nos acoge todavía.
Rendija:
El poder como consigna, obsesión e imposición, define los escenarios. Tenerlo a como de lugar, es el juego dominante en prácticamente todos los ámbitos.
Someter, avasallar, son los principios hegemónicos de las relaciones políticas y no políticas. Hay un deterioro estructural, que advierte de la inserción cada vez más autoritaria, en su esencial dinámica, de la cultura digital cuyo oxígeno es la velocidad. El soplo autoritario disfrazado de libertad, es ya un común denominador de las relaciones públicas y privadas. Se conquista el territorio de la mente, a la vez de estar más cerca de nombrarnos: fantasmas; seres con escasa densidad humana que aparentan existir. Y ciertamente en esas condiciones, los escenarios políticos se han convertido en el dominio de lo grotesco y la crueldad: la pérdida de la mínima sensibilidad para saber del prójimo.





