Tomo estos dos casos, que aunque no están relacionados entre sí, tienen mucho que ver con la idiosincrasia mexicana. El primero, un periodista que emigró a los estados unidos y encontró campo fértil para su desarrollo. El segundo, un joven sano y con talento que trata de hacer las cosas bien en el viejo continente.

Lo que tienen en común son los niveles de denostación a los que pueden llegar. Lo decía la semana pasada, vivimos una cultura de perdedores. Vayamos por partes, porque es importante analizarlo con algo más de detenimiento. Cuando analizamos la situación del jugador mexicano, hablamos más de nosotros mismos que de él.

Porque de manera curiosa aceptamos de manera tácita que sea banca, pues no puede ser igual de bueno que sus compañeros por el solo hecho de ser mexicano. Pero eso lo pensamos nosotros, no él.

Al igual pasa con Jorge Ramos. Un par de mariconsones a sueldo casi lo acusan de vende patrias y si por ellos fuera hasta le quitan la ciudadanía. Su delito, decir la verdad, ¿Dónde? Pues donde sabía que sus palabras podrían tener el mayor impacto.

Vamos, que no es que Jorge Ramos no tenga un autoestima alta, eso lo damos por descontado, no se trata de la lucha de los egos, que me parece un reduccionismo absurdo. Se trata simple y llanamente de un asunto de legalidad.

Volvamos al “Chicharito”. Miles y miles de mexicanos lo acusan de tronco, de malo, de miles de cosas, las que se le ocurran, lo cual entra en contradicción con lo que piensan los grandes clubes europeos. Si vale lo que vale no es por tronco. Porque si lo fuera no jugara ni en la liga de ascenso. El deporte nacional por excelencia lo he dicho de manera anterior es la envidia. Y  el caso de estos dos mexicanos puede ser llevado a extremos de paroxismo.

Una característica muy nacional gira en torno a elevar a las personas como si fueran dioses o tacharlos de la peor escoria. No hay medias tintas. Y si se les ataca tanto es porque tienen características que no pertenecen al general de los modelos que tendemos a seguir, esto es, al tranza, al tramposo, al político etc etc. Decir la verdad o tratar de hacer las cosas bien en el caso del deporte es casi sinónimo de descalificación.

Pararse en un foro con la atención de muchos millones de personas y espetarle al presidente que se tiene que ir no tiene nada de malo, en absoluto. Jorge Ramos no pagó un cinco por estar allí. En cambio la presidencia gasta miles de millones de pesos en promocionar su imagen.

Los futbolistas frustrados que no tuvieron el valor ni la disciplina ni los valores del joven tapatío lo ven con envidia. Porque viven inmersos en el culto a la mediocridad. Y no es que de manera forzada le tenga que gustar a todos lo que ellos hacen. He leído un par de libros de Jorge Ramos y me parecen repetitivos y aburridos. He visto al “Chicharito” pasar por crisis futbolísticas y reconozco que como humano es falible.

Pero eso no significa que deba vivir la cultura de la denostación, la del mínimo esfuerzo.

Y lo peor del caso es que somos la cuna del machismo en un país sin huevos.

Cuando los ejemplos de Ramos y Hernández empiecen a multiplicarse, y la corrupción tome el cariz negativo que muchos mexicanos se niegan a darle, entonces y solo entonces avanzaremos en la dirección requerida. No estaremos dando vueltas como los perros solo para echarnos.

Buen día.

Ramiro Padilla Atondo

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Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

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