
Ciudad de México, 21 de enero (SinEmbargo).– Con el despertar de las manifestaciones relacionadas con problemas raciales en Estados Unidos, y de que aflorarán de nueva cuenta la problemática en torno al tema de discriminación en esta parte del globo, las discusiones sobre el racismo latente en la sociedad (no sólo norteamericana) ha salido a la superficie de nuevo.
De esta manera, muchos sostienen que los prejuicios raciales, ya sean conscientes o inconscientes, existen en una escala mucho más amplia que la mayoría de las personas quisieran reconocer, un hecho que se puede vislumbrar de manera particular en el propio cerebro, al medir las actitudes inconscientes hacia diversos objetos e ideas, mediante la aplicación de una prueba de asociación implícita o IAT.
Sin embargo, dejando de lado lo sorpresivos que puedan ser los resultados inconscientes de cada persona., científicos españoles y británicos afirman que la realidad virtual puede ayudar a las personas a superar dichos sesgos implícitos, metiéndose en la piel de un avatar y adoptando una identidad nueva, lo que contribuiría a desarrollar una empatía racial cruzada, según publicaron los especialistas en Trends in Cognitive Sciences.
"La investigación sobre los estereotipos demuestra cómo el prejuicio existente afecta a la forma en que procesamos grupos externos. Estudios recientes han considerado si es posible cambiar nuestro sesgo social implícito cambiando experimentalmente la relación entre el yo y grupos externos", escriben los científicos.
En una serie de estudios experimentales, los participantes fueron expuestos a las ilusiones corporales que indujeron la propiedad sobre un cuerpo diferente a su propia relación con el género, la edad o la raza. Se encontró así que la propiedad de un cuerpo fuera del grupo al que se pertenece está asociada con una reducción significativa en sesgos implícitos contra ese grupo.
"Proponemos que estos cambios se producen a través de un proceso de apropiación que tiene lugar primero en lo físico, el terreno corporal como un aumento en la percepción similitud física entre el ser y un miembro de afuera del grupo. Esta asociación propia luego se extiende al dominio conceptual, que conduce a una generalización de las asociaciones positivas similares al ser hacia afuera del grupo", agregan.
Para poner en práctica lo propuesto, el estudio utilizó una variedad de ilusiones ópticas y la tecnología necesaria para "hackear" el cerebro y hacerlo pensar que su cuerpo es algo que en realidad no es. En primer lugar, los investigadores llevaron a cabo la "ilusión mano de goma", en el que acariciaban una mano maniquí de color oscuro en sincronía con una mano real (oculta a la vista) de un participante blanco. Así mismo, en un segundo experimento, cada voluntario fue acariciado en la cara por un hisopo de algodón mientras observaban un video de alguien de una raza diferente a la suya siendo acariciados de la misma manera y al mismo tiempo.

Comparado con las primeras pruebas, los participantes obtuvieron un puntaje más alto en integracionismo en la IAT después del primer experimento. Por su parte, después de la segunda prueba, los participantes tendían a puntuar el rostro de su contraparte como más atractiva y físicamente similar a la propia. Así mismo, dijeron que estarían más dispuestos a compartir las opiniones de la otra persona.
Finalmente, en otro ejercicio de realidad virtual, en donde podían ver sus avatares (de diferente tono de piel al cuerpo real) reflejados, fueron especialmente las mujeres que alcanzaron mayores puntos en el IAT, publicó la revista Popular Science.
"Estas simples ilusiones manipulan la manera en la que el cerebro usa la información de los sentidos como la vista y el tacto. Nos muestra que tan plástico es nuestro cerebro", dijo Manos Tsakiris, coautor de la publicación y profesor de psicología en la Universidad de Londres.
Tsakiris afirma que los resultados de estos tres experimentos son sorprendentes ya que muestran que el sentido de identidad de una persona no es tan rígido como se pensaba. De esta manera, al ser maleables nuestras identidades, se difuminan las líneas entre los grupos incluyentes y excluyentes, dice, lo que cambia la manera en la que reaccionamos hacia las personas con una apariencia distinta a la nuestra.




