Klaus Barbie, mejor conocido como “el carnicero de Lyon”, estuvo en Suramérica antes de ser condenado a cadena perpetua por sus crímenes en Francia y se dedicó a un rentable negocio ilegal que lo vinculó con el “patrón” de la cocaína en Colombia.
Ciudad de México, 16 de marzo (SinEmbargo/RT).- En plena selva boliviana, bajo la espesura húmeda de los árboles y el fastidio de los mosquitos, Pablo Escobar conoció a los nazis.
Corría la década de los ochenta del siglo pasado y en Colombia aún no abundaban los cultivos de hoja de coca. Escobar, que ya era conocido entre los narcotraficantes como “el patrón”, viajaba con frecuencia a países como Perú, Ecuador y Bolivia para comprar la paste base destinada a la fabricación de la cocaína. Allí se topó con el enclave germánico, encabezado por una figura clave de la Gestapo: Klaus Barbie.
La escena de ese encuentro, contado en 2001 por el periodista Alonso Salazar en su libro sobre Escobar, supone que el capo colombiano encontró a Barbie junto a ex militares nazis que aún rendían honores a Hitler y vestían los uniformes de la II Guerra Mundial.
EL PROTECTOR
El oficial nazi -destaca el diario Público– estuvo en Bolivia desde 1951 hasta 1983, “conectando con políticos y dictadores militares, haciendo negocios y prosperando con la venta de armas y protegiendo al narcotraficante Roberto Suárez”, también conocido como el Rey de la Cocaína.
En plena selva, Barbie acostumbraba ponerse su uniforme de la S.S. El 8 de enero de 1981, el propio “carnicero de Lyon” fue el encargado de hacerle el recorrido a Escobar y a sus socios Gustavo Gaviria y Rodríguez Gacha, por los campos cultivados de coca que se procesarían en los laboratorios del “patrón” en Colombia.
De acuerdo a una versión del portal Las dos orillas, los nazis quedaron de entregarle al cartel de Medellín en 90% de la pasta base para fabricar la cocaína que se exportaría a Estados Unidos, y acordaron un pacto de apoyo al grupo de exterminio comandado por Barbie “para limpiar a Bolivia de la estela comunista”.
El periodista norteamericano Peter McFarren, citado por el Mirror, especula que el oficial también visitó la hacienda Nápoles de Escobar, en Medellín, donde el capo colombiano tenía aeropuerto privado y su zoológico propio.
CIA PROTEGIDO DE LA CIA
La estadía de Barbie en Suramérica fue auspiciada por la CIA. Después de finalizada la II Guerra Mundial, el oficial intentó huir de Europa pero fue apresado por los norteamericanos, quienes lo pusieron bajo su mando en labores de espionaje hasta que el gobierno francés se enteró y exigió su entrega. Sin embargo, Washington salvó a su protegido y lo puso en un barco rumbo a Argentina, desde donde el militar dio su salto a Bolivia.
Estando en territorio boliviano, el oficial de la Gestapo fue uno de los que participó en la búsqueda y asesinato del Che Guevara en 1967, como agente anticomunista de la CIA, y se desempeñó como asesor de las fuerzas armadas de ese país durante la dictadura de Hugo Banzer (1971-1978).
Pero en 1983, Barbie fue extraditado a Francia y enjuiciado por los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese país, entre ellos el envío de 44 niños a un campo de exterminio. Murió en 1991 y en sus cartas, divulgadas en español hace dos años, no hay ni un viso de arrepentimiento: “Extraño todo, a las tumbas de mi hijo y mi señora, a tu compañía, a todos los amigos y sobre todo al país y a la libertad de la que he podido gozar durante los 31 años de mi vida en Bolivia (…) Lo principal es que yo tengo bien la conciencia y que la base de mis hechos es una guerra cruel en la cual hice mi deber por mi patria”, le dice en una misiva dirigida a su amigo Álvaro de Castro.