Descubrí en muchas obras importantes de la humanidad, como El Quijote, el Ulises, Tom Sawyer, el humor era un elemento clave. Entonces pensé que un elemento que debería estar presente en la obra literaria era el humor en todas sus dimensiones: desde el humor sencillo, inmediato, transparente, hasta el humor oscuro, satírico. Porque además pienso que la literatura es amoral. Entonces, si de repente dices “lleve usted esta silla de ruedas aerodinámica para que los otros minusválidos lo envidien”, pues ya tienes una especie de greguería, de falso anuncio literario que yo en la realidad, como persona, no lo diría nunca. Pero, en el plano literario, pues todo está permitido. Por ejemplo, respecto a los minusválidos… pues no me gusta que haya olimpiadas de minusválidos; sino que dentro de las mismas olimpiadas debería de haber, digamos, cien metros de nado libre con una mano, o con un brazo. Y que lo mismo participaran minusválidos con un brazo que uno que no es minusválido y que se amarre el brazo: a ver quién gana. O básquetbol en silla de ruedas donde también participaran los que son minusválidos y puedan caminar, pero que compitieran contra los que están en sillas de ruedas. Por eso me parece absurdo que hagan olimpiadas de esos dos tipos. Y finalmente, si lo miramos bien, pues todos somos minusválidos. El que es un neurótico tiene limitaciones muy importantes, no visibles corporalmente, pero es un minusválido de la mente. Y así le vamos revisando a cada persona, y alguna minusvalía tiene. Los minusválidos que más me cuesta tolerar son los soberbios, porque les hace falta... Son minusválidos de la humildad, de la sencillez. Pobres.
Me ha costado mucho trabajo saber qué es la humildad, la sencillez. Estoy permanentemente aprendiendo de los demás, He entendido que cada persona, en cualquier lugar del mundo, tiene un microcosmos en su interior, infinito. Y que es un individuo único e irrepetible, y que puedo aprender de cada uno. Entonces, a donde voy, voy abierto, con la mente abierta. Desde luego que tengo prejuicios, pero trato de controlarlos y que no vayan delante de mí; sino esperar a recibir la realidad con sus mensajes visibles u ocultos. Y de ahí surge muchas veces buenas amistades. Acepto que muchas veces saltan prejuicios, me adelanto a los hechos. Alguna vez viajé a un estado de la república y no estaba en el aeropuerto ninguno de mis amigos, de hace varios años. Llegué al hotel y nadie me llamaba. Entonces, a partir de ahí empecé a pensar que: primero, pues que ya no me iban a dar trabajo; segundo, que ya no me querían; tercero, que qué había yo hecho, sin darme cuenta, que los había ofendido. Me empecé a auto-conmiserar, me deprimí, me tomé un valium. Y, a la mañana siguiente, entra un telefonazo y era mi mejor amigo de allá. Y me dice “lo estamos invitando a que deje plasmadas sus manos en la plaza de la ciudad”. Y bueno, ahí ya me hizo el día. Y no sólo desayunó conmigo y me re-contrataron, me re-contrató porque era el director de literatura; sino que tenían preparada una fiesta de despedida para mí. Entonces, a veces, adelantarme a los hechos me ha hecho sufrir un poco. Porque no prejuicio a favor mío, sino prejuicio en contra mía. Pero he aprendido de esas experiencias y poco a poco intento quitarme este vicio.




