Las refinadas formas de la maldad

Ramiro Padilla Atondo

10/07/2014 - 12:03 am

La religión ha intentado explicar las raíces de la maldad desde hace miles de años. Y lo han intentado desde ese famoso código binario de conducta, el malo es el otro, yo (nosotros) representamos el bien. Y es normal que el pensamiento occidental esté permeado por este tipo de ideas. Desde las grandes potencias hasta los países tercermundistas, el componente fundamentalista religioso está inmiscuido en la idea que nos hacemos del mundo, y sobre todo de la maldad.

Para los Estados Unidos, el primer malo de su historia fue Inglaterra, representaba todo lo contrario de su mito fundacional, una sociedad clasista y opresiva. Después y de manera progresiva, los malos fueron encarnados por México, los nazis y los comunistas, para terminar con los musulmanes.

Y es claro que a nivel social, la maldad siempre será encarnada por el otro, lo que me ha llevado a escribir esta reflexión. En una sociedad como la nuestra, ¿realmente somos conscientes de nuestra maldad?

Porque si hiciéramos una lista de acciones (o falta de ellas) que se pudiesen calificar como eso, como algo intrínsecamente malo, nos sorprenderíamos.

Heriberto Yepez en una entrevista con Javier Solórzano, dijo que los políticos no eran más que proyecciones de nosotros, lo cual es cierto. No nos gobiernan tipos de otros países. Los políticos son fieles a los usos y costumbres de nuestro sistema político, del cual nos quejamos, aunque no hacemos nada para cambiarlo.

Ahora, la cuestión fundamental es; ¿hay una conciencia de maldad en las acciones de un político? Aunque esta pregunta pudiese caer dentro de un falso dilema moral. El político es político porque ha hecho su carrera arguyendo que la moral es un árbol que da moras. Maquiavelo en su máxima expresión. Un gobernante no debe de ser querido sino temido. No somos ni de lejos una democracia funcional. Vivimos una partidocracia que presume con descaro su poco interés por solucionar los verdaderos problemas del país. Y quizá sea esta contradicción que no hemos logrado entender, la que nos tiene sumidos en el subdesarrollo político. Ya sabemos de que van los que aspiran al poder. El solo hecho de aspirar a este ya tiene que ver con algún tipo de obsesión. Y esta obsesión no está ligada de ninguna manera a la bondad.

He decidido lanzarme de candidato porque quiero servir a mi pueblo, es una frase que sabemos vacía de antemano. Es una forma de la maldad. Si hemos evolucionado hacia una sociedad donde elegimos a unos pocos, y estos pocos jamás velarán por nuestros intereses, entonces nuestro sistema político no funciona.

Algunos argüirán que la democracia no es perfecta pero es mejor que otros sistemas,  y puede que  tengan cierto grado de razón, pero, una democracia en la que se utilizan los dineros públicos para comprar votos no es democracia.

Es otra forma de maldad. Vivimos la peor de las situaciones. Un gobierno que encarcela a los buenos y libera a los malos. Su cinismo no tiene límites.

En eso consiste el refinado arte de la maldad. En hacer que todo parezca justo de manera tan sutil que haya quienes crean que se obra con justicia, en un país donde esta se vende al mejor postor.

Lo dijo el doctor Mireles en uno de los videos. Nosotros ya hicimos el trabajo, los malosos están allá, vayan por ellos. Y el gobierno hizo mutis. Les endulzaron el oído para neutralizarlos. Pan o palo al estilo porfiriano.

 Y la apatía está tan arraigada en nosotros que las medidas abusivas del gobierno, nos parecen algo tan lejano, que creemos que no nos alcanzarán. Y es claro que mientras mantengamos el poco espíritu crítico ante nuestra situación, esta empeorará de manera progresiva. No hay gobierno priísta que se haya distinguido por una mejora sustancial en los niveles de vida de sus ciudadanos. Las conquistas ciudadanas han sido ganadas con mucho esfuerzo.

El mensaje del gobierno con el doctor Mireles es claro. Un manotazo al más puro estilo del estado totalitario. Y la pinza se va cerrando. Las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones no hacen más que hacer realidad el estado Orwelliano del que muchos hablan. Esto es, la realidad ha superado la ficción.

Nuestra maldad consiste en abonar a este estado de cosas con nuestra apatía. No hay gobierno que se sostenga ante un pueblo organizado.

Es claro que el sistema siempre ha desarrollado la apatía como un estilo de vida. Y tampoco se trata de hacer esta misma ecuación simplificadora diciendo que el gobierno es la suma de todas las maldades. También nosotros somos culpables. Y si somos culpables, nos toca poner la solución. Apague la tele y escuche medios alternativos. Proteste en la medida de sus posibilidades. Los gobernantes son un porcentaje insignificante de la población. Como mexicanos, merecemos un gobierno mucho mejor, muchísimo mejor.

Ramiro Padilla Atondo

Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

Lo dice el reportero