La escritora Ana Laura de Anda Martínez habló con SinEmbargo sobre su libro de ensayos Los relingos, un conjunto de textos que ahondan esa extraña obsesión de muchos en coleccionar y buscar cachivaches.
Ciudad de México, 10 de mayo (SinEmbargo).– Ana de Anda recuerda cómo su papá llamaba Relingos a sus tenis viejos y en general a lo que se ponía mientras era adolescente. “Yo pensaba que era una palabra más común de lo que últimamente he visto que es. Fue hasta que un montón de gente me dijo que nunca había oído el término que lo busqué, y en el diccionario del español de México la definición es lo que yo conocía: un trapo viejo”.
Esa misma palabra ahora titula su libro de ensayos que edita el Fondo de Cultura Económica en la que expone las ideas y sensaciones que yacen detrás de la fascinación que despierta en muchos el recorrer tianguis de antigüedades, chácharas o de ropa de paca o para dar y acumular algún tesoro abandonado por alguien, o el simple hecho de preservar algún objeto que aún cuando es inservible se vuelve casi imposible desapegarse de él.
“Lo veo como un mal muy cotidiano compartido por un montón de personas que de pronto pues generalmente las personas ya no tenemos tiempo para nada y se te va juntando por una parte los electrodomésticos descompuestos que no quieres tirar, porque tendrías que comprar otro y también comprar libros, o comprar zapatos, o coleccionar imanes para el refrigerador o un montón de pequeñas cosas que uno va juntando y de pronto cuando te das cuenta ya tienes un montón y muchas veces no es que tengan un uso práctico o muy inmediato, sino que les atribuimos más un valor sentimental”, comentó De Anda en entrevista.
Ana Laura de Anda Martínez ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y del programa Jóvenes Creadores. En la plática con SinEmbargo compartió que, en su caso, ella iba a chacharear no como una necesidad, sino como un entretenimiento.
“Para mí siempre fue algo más lúdico. Muchas veces no compro nada, solo me gusta ir a ver y a pasearme y si vas acompañado pues es muy divertido ver en qué se fija la persona con la que vas porque pues así puedes ver casi sus fetiches personales, ¿no? Así dependiendo de lo que se fije”, comentó. “Yo primero iba con mis papás y era casi una actividad familiar porque pues era muy divertido ver en qué se fijaban y pues no es que fuéramos a comprar cosas, solo íbamos a ver qué había y luego yo empecé a hacerlo con mis amigos y entonces había cosas en los puestos en las que yo no me fijaba, pero ellos sí. O yo levantaba alguna“.
—¿De qué está conformado tu ecosistema de acumulación?
—Yo compro muchos libros porque pues estudié Literatura y porque además me dedico a escribir, pero hay muchos que no necesitaría tener el libro porque está en digital o porque está en alguna biblioteca, pero solo hay un fetiche con el objeto porque está bonito o porque pues esa edición ya no se consigue que me hace querer tenerlo, pero entonces se vuelve un problema porque mis libreros están así. También me gustan mucho las cajas de metal o de latón, las cajitas me parecen superlindas. Entonces cada que veo una cajita, pues la compro.
De Anda matizó al respecto que cada vez más este tipo de tianguis o de librerías de viejo se han ido encareciendo y se están volviendo ya no lugares de pepenas, sino nichos de coleccionistas. “En Donceles (en el Centro Histórico de la CdMx) pues ya quedan muy pocas librerías que todavía tengan libros en el piso, que tengan un desastre en el librero, ya todas están muy bien escogidas, muchos de los libros ya tienen plástico y ya te los venden super caros. Que igual pasa con la paca, también ya hay muchos bazares de segunda mano que igual te venden carísimo un suéter, pues mejor vas y te compras un suéter nuevo”.
“En general siento que se ha ido desplazando, que todavía puedes encontrar en mercados de pacas, pero igual y ya no en el centro de la ciudad, sino en El Salado (entre Neza e Iztapalapa), que pues también tiene su chiste si no vives ahí cerca, pues moverte hasta allá y pues sí, ir a escoger. También eso es lo que hace mucha gente en este tipo de bazares o en este tipo de librerías, pues ellos le invierten tiempo a andar cazando cosas, a comprarlas muy barato y a volverlas a vender, pero bueno, subiéndole el precio. Pero sí, en general siento que este tipo de bazares o tianguis o lugares de cosas de segunda mano pues ya en el centro de la ciudad o en las zonas mejor conectadas, pues ya son muy se han ido desplazando hacia la periferia lo que todavía era pues más barato”.





