México, 8 Feb. (Notimex).- A cien años de la llamada Decena Trágica, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) recordó este suceso a partir de la crónica realizada por el joven soldado Francisco L. Urquizo, quien presenció los acontecimientos que iniciaron el 9 de febrero de 1913.
"Como la noticia de la subversión había cundido, las gentes salían de sus casas y se adherían al bando que fuera de su simpatía. A Madero se le adhirieron cientos de gentes que lo vitoreaban. Él saludaba con su sombrero. Alguien le dio una bandera que tremolaba. Los cadetes del Colegio Militar, y los partidarios suyos que se le iban reuniendo, eran su mejor escolta; los pechos de ellos eran su escudo", escribió.
Mas adelante narró: "El presidente se vio obligado a refugiarse en la fotografía Daguerre, de la avenida Juárez, cuando tiroteó a la columna un grupo de rebeldes posesionados de las alturas del Teatro Nacional, en construcción. Allí se le hizo presente el general Victoriano Huerta, y allí fue también donde se le encargó del mando de las tropas leales, en vista de encontrarse heridos ya el general Ángel García Peña, secretario de Guerra, y el valiente general Lauro Villar, comandante general de la Plaza".
Este y otros testimonios, considerados por la Dirección General de Publicaciones (DGP) del Conaculta como imprescindibles para conocer y comprender la Revolución Mexicana, que forman parte de la obra literaria "La Ciudadela quedó atrás", fueron rescatados y reeditados para ponerse al alcance de las nuevas generaciones.
"La Ciudadela quedó atrás" es una de las últimas obras de Urquizo, publicada cuatro años antes de su muerte, en 1969, en la cual se relatan de manera neutral los acontecimientos vividos durante este periodo, desde la perspectiva del entonces joven soldado.
De acuerdo con el prólogo realizado por el investigador Elías Salas Westphal, esta obra rescata con agilidad narrativa y estricto apego a los acontecimientos, uno de los más patéticos episodios de la Revolución Mexicana, entre el 9 y el 18 de febrero de 1913, que concluyó con el asesinato del presidente Francisco I. Madero.
Tras finalizar este movimiento militar, Urquizo solicitó su baja del ejército federal y se incorporó al Ejército Constitucionalista, comandado por Venustiano Carranza, en el cual alcanzó uno de los más altos honores militares; pero también conoció la derrota y el exilio, luego de la muerte del líder revolucionario.
Originario de Torreón, Coahuila, Francisco Luis Urquizo Benavides se enlistó en el Ejercito Libertador en 1911, en contra de la reelección de Porfirio Díaz; después de algunas batallas en Durango alcanzó el grado de capitán de la Guardia Rural y en diciembre de 1911 se integró al ejército federal, como subteniente de caballería auxiliar.
Debido a la persecución política, tras el asesinato de Venustiano Carranza se autoexilio en Europa. Cuando regresó a México estuvo proscrito del ejército más de 10 años, durante los cuales se ganó la vida como burócrata de la Secretaría de Hacienda en puestos de mediana importancia.
El presidente Lázaro Cárdenas lo reincorporó al ejército y llegó a ser Secretario de la Defensa durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho.
Su gusto por las letras inició desde su juventud, y debido a su talento es considerado como uno de los mejores novelistas de la Revolución Mexicana. Se distinguió por ser un escritor documentado y minucioso, que guardaba en forma ordenada sus notas y apuntes, así como por poseer una memoria privilegiada.




