
–Y, bueno, ¿cuánto me cobras por una cogidita?
–Cobro $900, pero con mujeres no lo hago.
En primera, con su respuesta me pregunté por qué tan caro si era un tugurio, literalmente un tugurio.
La cosa es que los chichifos son como los terapeutas: dependiendo de la piedra es el chingazo: te cobran por cómo te ven. Pero era de noche y ustedes ya saben que de noche todos los gatos son pardos; entonces, una, además de gata, parda. Por alguna razón qué, pensándolo bien, únicamente responde a la extorsión, el chichifo quería cobrarme 900 varos por una maldita cogida. Y es que en provincia siempre es lo mismo: quieren aprovecharse del foráneo a como dé lugar, esté jodido o no. Será que lo veo distinto porque si a mí me preguntaran que cuánto cobro por sexo, diría, para hacer enojar a Dios –y porque estoy aburrida–: este es el cuerpo de Cristo, tomad y bebed de él… así que lo que sea tu voluntá.
En segunda y la otra cosa, es que una mujer que quiere pagar por sexo a un homosexual, se divide en dos: en creer que tiene culo de hombre o en estar obsesionada con Pedro Almodóvar. Si es por la primera razón, ya no hay nada qué hacer; ahora que si es por la segunda, probablemente es lo mejor que puede pasarte porque nuevamente tienes dos opciones: eres una rara especie de lobuki muy poco sofisticada o has encarnado –por fin– algún personaje de Pedro Almodóvar. Si eres la primera, no tiene remedio; si eres la segunda, tampoco tiene remedio.
La cosa fue que me dijo que no, entonces, no solo se redujeron las posibilidades to get laid aquella noche, sino que las sentí anularse. Salí del tugurio que te platico y me encaminé a un lugar de travestis un poco más decentuki. Comencé a beber una dos tres cuatro y etc copas entre despechada y sedienta, pero, ojo aquí: si partimos de estar bebiendo porque un chichifo no quiso involucrarse con una mujer homosexual, debe de asumirse que, de entrada, algo saldrá mal. O que una se convierte, instantáneamente, en la viva fórmula para el desastre.
Cinco seis siete ocho copas y que me olvido del chichifo y de mi Ley General de Acostones (sin previo pago), la cual dicta que para optimizar tus experiencias sexuales, existen dos factores que debes analizar: quién te gusta y a quién le gustas; en este punto, es más importante la segunda cosa, y los más satisfechos, sexualmente hablando, son quienes eligen la segunda con base en la primera. Si eliges la segunda con base en la primera: chica lista; si eliges la segunda (así a secas), podrías convertirte en alguien como yo: una chica aburrida en condiciones de alcoholemia aguda que se agarra a una chacala.
Seis de la mañana y por fin terminaba la barbarie. Me regresé a casa pensando en el chichifo: que si se me había negado no era porque no quisiera sino porque no podía. Y en la chacala: un personaje que, sin saberlo, se convertía en dos: en mi válvula de escape o en el efecto colateral de estar hablando de Pedro Almodóvar. Si se convertía en la primera, ella jamás lo sabría; ahora que si se convertía en la segunda, volveríamos, seguramente, a comenzar.







