
Tal como lo había anticipado desde su discurso en su toma de posesión en su segundo mandato como Presidente de Estados Unidos, Donald Trump ya confirmó su deseo de relanzar la llamada Doctrina Monroe con la que amenaza con controlar los recursos, la economía y las relaciones políticas de todas las naciones de América, en lo que llama “nuestro Hemisferio Occidental”.
Esto quedó confirmado con la publicación de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos publicada el pasado 5 de diciembre. El documento revela un cambio de estrategia geopolítica de la actual potencia dominante en el capitalismo mundial, para centrarse en regiones estratégicas, especialmente en América Latina a la que amenaza con controlar mediante el reclutamiento o la expansión, ya sea mediante el poder suave o la presencia militar.
El documento contiene frases grandilocuentes en donde se presenta a Estados Unidos como la nación elegida por Dios o predestinada a ser la nación “más grande y poderosa” de la historia de la humanidad. En la introducción del documento, el mismo Presidente Trump se auto elogia y dice: “Durante los últimos nueve meses, hemos salvado a nuestra nación y al mundo entero, que se encontraban al borde del abismo y de la catástrofe […] Ninguna administración en la historia ha logrado un cambio tan espectacular en tan poco tiempo”.
La Estrategia de Seguridad del gobierno de Trump sostiene que el objetivo central de la misma es preservar la grandeza de esa nación: “Este documento es una hoja de ruta destinada a garantizar que Estados Unidos siga siendo la nación más grande y próspera de la historia de la humanidad”. El texto repite una y otra vez las preferencias ideológicas del movimiento MAGA que sostiene a Donald Trump, como la preeminencia militar, los valores tradicionales conservadores, y su crítica a lo que llaman la ideología woke, es decir, reitera su política de cuestionar y eliminar derechos sociales de minorías, ideológicas, y de diversidad sexual ganadas por las sociedades en los pasados 50 años.
Pero entiende que Estados Unidos ya no es la única superpotencia, como queda en claro al admitir que con China compite como iguales. Lo relevante es que de facto el gobierno de Trump renuncia a un dominio mundial como habían hecho las élites y gobiernos de Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial para precisar que se centrarán en las regiones que consideran estratégicas. En este sentido anticipa menor presencia en Medio Oriente, al tiempo que exige a sus socios europeos y asiáticos (Japón y Corea del Sur) una mayor participación y carga económica para garantizar la defensa militar de esas regiones.
El documento contiene cuatro líneas centrales: una introducción donde se preguntan “¿Cuál es la estrategia estadounidense?” y en donde se hace una crítica a la estrategias de política exterior estadounidense al “desviarse” de sus objetivos centrales y como ese “desvío” ha sido corregido por el Presidente Trump. En el segundo apartado se expone “¿Qué debe querer Estados Unidos?” en general y del mundo. En el tercer apartado se precisan los “medios de que dispone Estados Unidos para conseguir lo que quiere”.
Al final se definen los principios y prioridades de la estrategia de seguridad en cinco regiones del mundo. En primer lugar se pone al Hemisferio occidental como “el corolario de Trump a la Doctrina Monroe”. La segunda región se define para Asia, con China como claramente como la potencia emergente. En un acto de sinceridad, los estrategas estadounidenses ya dan un trato de iguales a China. Dice en una parte del documento: “Desde la reapertura de la economía china al mundo en 1979, las relaciones comerciales entre nuestros dos países han sido y siguen siendo fundamentalmente desequilibradas. Lo que comenzó como una relación entre una economía madura y rica y uno de los países más pobres del mundo se ha convertido en una relación entre dos países casi iguales”.
“Una relación entre dos países casi iguales”, se admite ya en el gobierno de Trump por lo que para mantener su predominio proyecta “ganar el futuro económico, y prevenir los enfrentamientos militares”. El documento establece que no permitiría la reunificación de Taiwán con China y el control del Mar de China por donde transita un tercio del comercio mundial. En la tercera región se expone la estrategia para los países europeos quienes reciben un trato de desprecio y de regaño por parte de los estrategas estadounidenses. Sostienen que su economía estancada y excesivamente regulada y las políticas migratorias están por llevarlos a un “desvanecimiento civilizacional”. Peligrosamente sostienen que ven con “optimismo” el fortalecimiento de partidos tradicionalistas, es decir, de derecha o ultraderechistas.
Uno de los cambios significativos de la estrategia geopolítica es que ya no ven a Medio Oriente como el centro de la política exterior estadounidense, entre otras cosas porque dejó de ser la principal fuente energética de Estados Unidos y de los países capitalistas desarrollados. A África sólo se le asigna el objetivo de zona para invertir y tener el acceso a minerales y tierras raras.
En todos los casos la visión “estratégica” de Estados Unidos para las regiones del mundo, presupone que todos los aliados deben aumentar sus gastos y defensa militar para “transferir cargas” y así “construir la paz”. Es una visión ominosamente militarista y guerrerista de un Presidente que se ha obsesionado en ser reconocido como promotor de la paz.
Y en este reajuste de la política exterior estadounidense declaran la utilización de la vieja Doctrina Monroe como la base de su nueva política geopolítica para América Latina, pero con el corolario de Donald Trump, como lo llaman en el documento. Por ello ya muchos comentaristas, entre broma y serio, han comenzado a llamar a la nueva estrategia de seguridad como la Doctrina Donroe.
Como se sabe, en 1823, el Presidente James Monroe declaró su pretensión de impedir que las potencias europeas tuvieran injerencia en este hemisferio, por lo que proclamó que “América era para los americanos”, entendiendo por americanos sólo a los estadounidenses.
Algo semejante acaba de declarar descarada y cínicamente el gobierno de Trump en esta nueva Estrategia de Seguridad. Señalan en el documento: “Queremos asegurarnos de que el hemisferio occidental siga siendo lo suficientemente estable y bien gobernado como para prevenir y desalentar las migraciones masivas hacia Estados Unidos; queremos un hemisferio cuyos gobiernos cooperen con nosotros contra los narcoterroristas, los cárteles y otras organizaciones criminales transnacionales; queremos un hemisferio que siga estando a salvo de incursiones extranjeras hostiles o del control de activos clave, y que respalde las cadenas de suministro esenciales; y queremos garantizar nuestro acceso continuo a ubicaciones estratégicas clave. En otras palabras, afirmaremos y aplicaremos un ‘corolario Trump’ a la doctrina Monroe”.
En esta explícita declaración de intenciones de volcarse sobre el continente americano (“hemisferio Occidental” la llaman) anuncian su intención de impedir que otras potencias económicas intervengan en esta región, y comprometen a todas las embajadas y relaciones consulares a trabajar para ganar los contratos de infraestructura y de acceso a los recursos estratégicos de la región solo para empresas de Estados Unidos.
Y para ello amenazan incluso con el uso de la fuerza. “Debemos restablecer nuestro acceso independiente y fiable a los bienes que necesitamos para defendernos y preservar nuestro modo de vida. Para ello, será necesario ampliar el acceso de Estados Unidos a los minerales y materiales esenciales, al tiempo que se combaten las prácticas económicas depredadoras”. Sin tapujos y abiertamente consideran que el Occidental es “nuestro hemisferio” y anticipan que van por los “minerales y materiales esenciales” de los países de la región.
Visto a la luz de este documento que presenta la visión de lo que quiere el gobierno de Estados Unidos para el mundo de los próximos años, las recientes amenazas a Venezuela no son un asunto pasajero sino el preludio del trato que toda América Latina puede esperar del gobierno de Trump y Estados Unidos para los próximos años.





