
Ciudad de México, 8 de febrero (SinEmnbargo).- La llegada de la edición 11 de Zona Maco representó para muchos el cumplimiento de un ciclo más en el que coleccionistas y entusiastas se dan cita para contemplar lo mejor del arte actual. Sin embargo, con la llegada de un nuevo año, el interés de muchos más se centra en la polémica que las obras mostradas puedan generar.
Así, entre críticas y admiraciones, la feria de arte más grande de México sirve –además de punto de reunión para artistas consagrados y emergentes– como pretexto para la polémica. No obstante, también pone en marcha una serie de reflexiones, sobre todo aquellas referentes a la manera en la que el arte actual aborda temas inmediatos.
Desde hace algunos años, la violencia en México es la rúbrica con la que el país firma su carta de presentación en el mundo entero, quitando protagonismo (aunque no importancia) a otros temas de igual urgencia como sistemas educativos y de salud ineficientes, así como la desigualdad social que aqueja a personas de todos los rincones de la República. No obstante, es el continuo ambiente de agresión, originado principalmente por la Guerra Contra las Drogas, el tema recurrente tanto por mexicanos como por extranjeros.
Así, aunque la violencia no es exclusiva de alguna latitud, hay regiones del orbe que destacan precisamente por ello. Por otra parte, esto la convierte en un referente universal y eje para la obra de muchos creadores.
Tomando en cuenta esta preponderancia, no son pocos los artistas que deciden abordar el tema. Sin embargo, es la técnica particular de cada uno de ellos, así como el formato de su predilección, lo que le da forma hasta culminar en una pieza lista para exhibirse.

PUNTOS ROJOS
En la 11 edición de Zona Maco, que conlcluye mañana, estos ejemplos no pudieron faltar, presentándose ante los ojos de los asistentes en las formas más variadas. No obstante, la huella de la violencia es palpable en todas ellas.
Tal es el caso del artista colombiano Andrés Orjuela, quien en su obra plantea una reflexión crítica sobre las relaciones entre arte, gráfica y violencia, además de utilizar como referente su experiencia ciudadana en su país de origen así como testigo presencial de la evolución y acentuación de la violencia en México, en donde reside desde hace seis años.
"He visto cómo de la decapitación pasaron a la decapitación e inscripción con cuchillo en esa cabeza, el siguiente nivel fue despellejando ese cráneo, el siguiente nivel fue decapitar, depellejar y poner sobre un puente ese cráneo(...)", dijo en 2011 en una entrevista que le hiciera el Museo de Arte Moderno de México.
Sin embargo, han pasado ya tres años y la violencia a la que aludía entonces ha seguido su perfeccionándose. De igual manera su obra, la cual ahora en gran medida gira en torno a la revista Alarma!, emblemática publicación mexicana mezcla de amarillismo, periodismo policiaco y una estética gore que hace palidecer la portada de cualquier álbum de death metal.
Por medio de intervenciones gráficas Orjuela reinterpreta las portadas de Alarma! cambiando el discurso de estas, a veces con un tinte de humor negro y en otras crítico. Sin embargo, la violencia es el eje. Esto queda comprobado en "Psicofonía Goliat", una pieza sonora que juega con la censura del canal de videos YouTube y los videos grabados por el crimen organizado, que fugazmente fueron albergados en este espacio debido.
La serie "Muestrarios", por otra parte, propone otro tipo de ruptura con la imagen directa presentada por los medios, al recoger puntos de tinta roja utilizados precisamente para la impresión de la sangre que aparece en las imágenes violentas publicadas.
El artista enumeró consecutivamente a cada una de las mil 11 personas fallecidas que aparecieron en la portada de Alarma! entre enero y diciembre de 2012 y seccionó un fragmento circular de la imagen en donde se exhibía la sangre del occiso. El resultado es tal que cada una de las víctimas se reduce a una simple serie de puntos ordenados en la pared que permite la eliminación de cualquier aproximación sensacionalista.
No obstante, el imperio de las imágenes grotescas y sangrantes sigue dominando en las calles y no hace falta ser víctima o testigo de un acto violento. Basta con dar un vistazo a un puesto de revistas.
SANGRE EN TODOS LADOS
"Cuando regreso me encuentro con una proliferación de medios impresos con imágenes extremadamente violentas y lo que siento es que generaron una especie de estética de la violencia que no permite acceder a ella y tener algún tipo de juicio político, moral, ético…", dijo Eric Meyenberg, al contar su regreso al país luego de una estancia en el extranjero que fue aderezada con noticias sobre la situación violenta de México.
La serie "Cartografías de la disolución" es la segunda parte de otro proyecto llamado "Cartografías del crimen". Ambos relacionados con la violencia que actualmente matiza y en muchas más ocasiones se convierte en el escenario en el que transcurren las vidas de millones de mexicanos. Meyenberg es el autor de ambas propuestas, siendo la primera su carta de presentación en esta feria de arte.

"Yo vivía fuera del país y todas las noticias que llegaban en ese momento… en el boom, en esta explosión de la violencia, eran exactamente esto. Un sangrerío por todas partes."
Sin embargo, en la obra de Meyenberg no se aprecian cuerpos desmembrados, o "narcomensajes". A simple vista pareciera que se está ante una serie de mapas imaginarios de archipiélagos o islas desconocidas ubicadas en algún lugar escondido del mundo. No obstante, es sangre lo que se muestra, su contorno al menos.
"En cuanto uno se da cuenta qué está generando estos 'mapas', que no son islas ni mucho menos, sino que son huellas de violencia, es cuando viene otra vez una conciencia de lo que está sucediendo. Una especie de shock que te lo da la forma", agrega el artista.
De esta manera, Meyenberg reduce las imágenes violentas a su mínima expresión quedando al final una mancha única y abstracta que si no fuera por su color podría ser un mero accidente pictórico.
"Me valgo de esto para llevarlo a una estética hasta el final, retrasando las manchas de sangre y eliminando a la víctima y el contexto para sólo dejar la huella de la violencia sobre la superficie del terreno y hacer esta traducción hacia la pintura en donde la sangre funciona como una huella pictórica sobre la superficie cromática del lienzo."
Al ser cuestionado sobre la manera en la que la violencia se ha vuelto un hábito, Eric ahonda en el hecho de que esta es ahora aceptada como es y sin ningún tipo de reflexión de por medio. "La idea del proyecto es volver a darle ese peso", dice, aunque niega que este aislamiento del que la sangre impresa es objeto contribuya a suavizar la imagen de la misma.
En cuanto a la violencia y el papel del arte en lo referente a esta concluye: "El arte en primera instancia es un reflejo… y quizás sea una vía para cambiar las cosas."




