Los muertos de nuestra democracia

Salvador Camarena

08/11/2011 - 12:03 am

¿Por qué tiene que haber asesinatos en las elecciones mexicanas? ¿Cuántos homicidios hay cada vez que se van a renovar las instancias de poder de municipios, congresos, gobiernos estatales y Federación? ¿Estos muertos van “a la baja”? ¿O su número se mantiene en una misma constante histórica en entidades como Guerrero u Oaxaca, Veracruz o Chiapas? ¿Hoy son más, en más regiones? La violencia que ha marcado a los años del Calderonismo ¿ha tenido algún impacto en el número de muertos “por motivos políticos”? ¿Las pugnas políticas cuestan menos asesinatos desde que comenzó la alternancia? ¿El IFE tiene un monitoreo al respecto, algún “índice rojo”? En otras palabras, ¿siquiera el IFE sabe si nuestros procesos electorales están hoy más o menos manchados de sangre? ¿Cuándo habrá unas elecciones en México que no cuesten muertos, ni un muerto?

Hace una semana, Ricardo Guzmán Romero fue asesinado delante de todos y su muerte hoy ya no es noticia. Es más, desde el domingo ya no se hablaba de él en las primeras planas de cuatro de los más importantes diarios “nacionales”. Ni una línea para el ex alcalde de La Piedad. Qué barato sale matar a un presidente municipal. En cuestión de días, pasa a segundo plano. En cosa de nada, los medios ya otorgamos a ese funcionario público el único estatus que estamos dispuestos a dar sin regateo, el de una estadística: es el cuarto presidente municipal asesinado desde que Leonel Godoy funge como gobernador, el 27 desde que Calderón está en Los Pinos. Permítanme decirlo de nuevo: mataron a un alcalde de una ciudad importante, en medio de uno de los procesos electorales más complejos y los periodistas ya dejamos el caso a su suerte, a lo que hagan (es un decir) “fiscalías especiales” y funcionarios ordinarios de gobiernos que se han cansado de demostrar su incompetencia. ¿Será que no importa que maten a un alcalde?

La verdad es que es un poco injusto reclamar a los medios de comunicación este desdén ante un asesinato de este tipo cuando desde el primer momento la muerte de Ricardo Guzmán Romero dejó de verse como un ataque a la democracia y se volvió objeto de disputa verbal entre perredistas y panistas. Los primeros acusaron a la candidata del PAN de sacar raja política; la segunda expresó su desconfianza en las autoridades perredistas estatales. A nuestros políticos, incluidos los panistas, nunca se les ocurrió que lo acontecido ameritara suspender, aunque fuera por unas horas, la competencia electoral. Nunca se plantearon reunirse y de manera conjunta expresar sin reservas una condena, nunca abandonaron el lenguaje de guerra, nunca concedieron siquiera unos días antes de sembrar dudas, de liberar suspicacias. Lo único que importaba es ganar. Y frente a ello, el asesinato de una autoridad, con el mensaje que deja en cuanto a capacidad y desplante de los criminales que actuaron a la vista de todos, es lo de menos. Por supuesto que la muerte de Guzmán Romero pudiera tener otro móvil, alguno ajeno a las inminentes elecciones. La exigencia de los políticos para que se realice una investigación sería más contundente si estuvieran libre de tintes “sospechosistas”: ni los panistas fueron capaces de cerrar filas con las autoridades perredistas de Michoacán, ni estos –a pesar de la trágica experiencia de tantos homicidios en contra de perredistas— supieron hilvanar un discurso alejado de la lógica electoral.

México se presenta en foros internacionales como una democracia. Una que no se parece a las de España o Chile, por mencionar algunos ejemplos, en que acá al final de las elecciones también hay que contar muertos. O que habría que contar muertos, porque que yo sepa ninguna autoridad realiza tal compendio. Si bien nos va, los homicidios los cuentan los medios porque los partidos ya los descontaron. Son bajas colaterales, pero no individuos por los cuales exigir justicia. Alguien sabe ¿cuántos detenidos hay por el asesinato del ex contendiente del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú? ¿Alguien cree que habrá justicia en ese caso? En el país que ya vio caer a un candidato presidencial y que ello no impidió que siguieran los asesinatos políticos hasta parece una ñoñez andarse preguntando, ¿por qué tiene que haber muertos cada vez que vamos a las urnas?

Salvador Camarena

Es periodista y conductor de radio.

Lo dice el reportero