El candidato presidencial es el máximo representante de un partido durante un proceso electoral. No es el único, pero sí el más importante personaje que ese organismo político pone a disposición de la ciudadanía para solicitar el voto. Los espacios mediáticos que se le abrirán a ese candidato serán los más amplios, tanto por lo que estipula nuestra ley mediante spots como por la cobertura periodística que genera desde meses antes de que se confirme en quién recaerá la candidatura presidencial. Pero al momento de votarle, un ciudadano pone en la balanza no sólo la biografía, el carisma y la propuesta del candidato presidencial, sino también evalúa a los personajes de los que se hace acompañar, e incluso la historia del partido en cuestión. Por eso no se entiende que Andrés Manuel López Obrador, urgido de reconquistar a quienes desencantó y de entusiasmar a quienes nunca antes ha podido convocar, permita las aspiraciones de René Bejarano, quien pretende volver a la Cámara de Diputados en 2012.
Sólo por si alguien no lo supiera, vale la pena recordar que en marzo próximo se cumplirán ocho años de aquella mañana en que en vivo, Brozo mostró a México un video en donde Bejarano aparece retacándose los bolsillos de dinero que le entregaba el empresario Carlos Ahumada. El líder del llamado Movimiento Nacional por la Esperanza ha dicho que fue encarcelado, juzgado, y absuelto, de 8 cargos derivados de la exhibición de esos actos en donde recibía fondos de Ahumada. En ese momento, López Obrador se desmarcó de su operador político, alegó ser víctima de un complot y como al pasar el tiempo se supiera que adversarios de AMLO habían conocido los videos antes de que estos fueran exhibidos, pudo alejarse del escándalo con menos daño del que inicialmente se calculó que enfrentaría.
En todos estos años, Bejarano ha seguido en la política. No sólo a través de su esposa Dolores Padierna, hoy secretaria general del PRD, sino él mismo ha estado en las negociaciones importantes de su partido y del gobierno en el Distrito Federal. Aún en la cárcel, siguió operando políticamente. Y en marzo pasado, dio el primer paso para lo que se puede considerar su intento de reincorporación total al participar en el Consejo Nacional perredista. Bejarano sabe que su regreso puede ser polémico, por lo mismo ha dado los pasos poco a poco, y midiendo las reacciones, según le dijo a Milenio en abril pasado, cuando “cuestionado sobre las implicaciones políticas que tendrá su retorno aseguró (dijo que) hay que medir, yo estoy midiendo la reacción del resultado del consejo y ha sido buena ante la ciudadanía”.
Ahora, en plenas posadas, se ha confirmado lo que ya había trascendido en algunos pasillos. Bejarano quiere ser candidato. Quiere ser diputado federal. No es una cuestión de derechos. Legalmente nada le impide eso. Pero Bejarano no fue una víctima. O en todo caso, no una víctima de Ahumada ni mucho menos. Fue parte de un esquema no del todo aclarado de financiamiento de actividades políticas de los perredistas. Un esquema que fue exhibido pornográficamente. Su video marcó un momento muy bajo en nuestra política. Y él fue coautor de ese momento.
Ya luego hablaremos de la mala noticia de que en 2012, la planilla electoral para la Presidencia no contenga ningún nombre fresco, desconocido, alternativo o incluso marginal. Por lo pronto, dado el escenario de que tendremos como candidatos a dos ex gobernadores (PRI y PRD) y a un ex secretario de Estado (PAN), podremos al menos pedirles cuentas de lo que han hecho en el pasado. De cómo han lidiado con denuncias de corrupción en sus gestiones o incluso denuncias que involucran a compañeros de su partido, como ha sido el caso de Enrique Peña Nieto y el ex líder nacional priísta Humberto Moreira, quien a pesar de su exitosa operación electoral, fue apartado por Peña Nieto porque dañaba a sus aspiraciones. Una opinión pública muy activa y crítica en las redes sociales hizo que mantener a Moreira representara la probabilidad de un costo inmenso para Peña Nieto. ¿López Obrador creerá que puede permitirle a su operador Bejarano ser candidato cuando la memoria no podrá disociarlo de aquellos videos de las ligas? ¿López Obrador piensa que la clase media a la que quiere seducir podrá disociar su candidatura de la de su colaborador? ¿López Obrador piensa que estamos otra vez en 2004, en la era del complot y que es impermeable a las críticas como entonces lo fue? En las semanas por venir, los ciudadanos tendrán en las redes sociales, y en las encuestas, la respuesta a estas interrogantes.




