Aseguraba no confiar en creencias, doctrinas, ideologías, instituciones. “Por lo tanto sólo podía apoyarme en mí mismo —continuaba—; sin embargo, yo era polaco, formado por lo polaco y vivía en Polonia. Así que debía buscar mi <yo> a mayor profundidad, allá donde ya no era polaco sino simplemente humano” (Recuerdos...). Al respecto, el escritor argentino Juan José Saer propone la idea de la “perspectiva exterior”, que implica estar fuera y dentro en un territorio determinado. Nos recuerda la teoría de Gombrowicz sobre los judíos: el judío polaco reside dentro de Polonia, pero también fuera debido a la integración radical a su grupo. Lo humano que indaga en lo simplemente humano se encuentra en la posición de la “perspectiva exterior”, sobre todo si se trata de un artista. Para Saer: “no se es, cuando se es escritor... ni comunista ni liberal ni individualista ni nada, y consignas y teorías sólo reproducen la cristalización infecunda de abstracciones vacías, aquello que, justamente, perturba la disponibilidad del artista” (Punto de vista 35, Bs. As., 1989).
En la entrevista del diario La Prensa, Gombrowicz reconoció no haber facilitado su relación con el medio literario argentino.Aunque había leído El Aleph, respondía que nunca había tenido en las manos un libro de Jorge Luis Borges; le inquietaba que el argentino fuera un intelectual de la alta sociedad y capitanease al grupo de élite de La Florida. En Trasatlántico hay un pasaje satírico en el que, sin nombrarlo, aparece Borges seguido de sus serviles acólitos. El escritor argentino Ricardo Piglia comenta que no se trata de él, sino de Eduardo Mallea o de Mújica Láinez (Espacios de crítica y producción 6, Bs. As, 1987).
El narrador polaco llega a Argentina en 1939, por dos semanas, a bordo de un barco, “El Chorbry”, que la compañía naviera polaca lanzaba a flote por primera vez para la ruta Polonia-Argentina; Witold estaba invitado por su condición de periodista. Además de realizar este oficio, Gombrowicz fue cazador, abogado, tenista, lector ecléctico, escritor, asmático, experto en genealogías y mirón de gente joven. Cuando el barco iba a emprender el regreso, estalla la segunda guerra mundial y los nazis ocupan Polonia; Witold duda en regresar al navío, pero después de subir y antes de que leven anclas, se baja con las maletas en las manos y se queda en Buenos Aires. Algunos de sus compatriotas le reprocharon esta decisión y su falta de patriotismo. Para Gombrowicz, regresar a Polonia no sólo representaba incorporarse al mando de superiores militares, que repudiaba, sino también defender una patria en la que no creía y de la que se había aislado dentro. Eligió un auto-exilio, o destierro como él prefería denominarlo, que duraría veinticinco años. Se ganó la vida en ocupaciones varias: dio clases particulares, ejerció de periodista, se empleó en el Banco Polaco y recibió ayuda de algunos mecenas, pero siempre estuvo al borde de la miseria. El reconocimiento mundial le llega cuando gana el Premio Formentor en 1967 con su novela Cosmos, escrita en la Argentina.




