La otra Atenea

Guillermo Samperio

23/08/2014 - 12:00 am

En la unidad Cuitláhuac, pues, empezamos a vivir un servidor, mis hermanos (por orden descendente) Julieta (a la que le llevo dos años), Rosa (como se llamaba mi madre), Pastora (como se llamaba una bailarina y cantante española que anduvo por México en los años cuarenta); entre mis hermanas se llevan un año cada una y a veces menos (osea, que mi papá estaba sobre el guayabo muy seguido). Dos años y medio después llegó Julián y, luego tres años después llegó Matilde, a la que le llevo diez años. Cabe mencionar aquí una anécdota tremenda para nosotros en esa época, recuerdo entrar por el patio de las primeras casas duplex que se construyeron en México a mi madre cargando a la bebé Maty, a mi padre, jalando de la mano a una niña con apariencia de unos doce años, rubia, alta y ojos verdes (nada mal que ver) y a mi prima Judith, cargando el maletín de las cosas de mi mamá y de la recién nacida.

         Entramos todos a casa y William, mi padre nos pidió que nos reuniéramos en la sala. Cada quien quiso ver a la chiquita y hasta cargarla pero nada más me la dejaron cargar a mí y a Julieta; finalmente mi padre nos dijo que nos tenía una sorpresa. Todos guardamos silencio y esperamos a que hablara (mi padre siempre nos tenía sorpresas como llegar borracho a altas horas de la noche y armar escándalos, ofender a los vecinos, romper una que otra silla, tener discusiones eternas con mi madre, hablar solo durante un par de horas y quedarse dormido en el sofá ((en ocasiones se quedaba dormido tres o cuatro días y mi madre “shhh, no le hagan ruido a su papá” nos decía)) y dijo: “En este día, Dios (aunque no creía en Él) les trajo dos hermanas: una recién nacida que se llamará Matilde de los Ángeles y esta grandulona que se llama Lourdes y que tiene diez años.

         Lo que alcancé a percibir en el ambiente fue una combinación de alegría y consternación; con seguridad todos los hermanos estábamos pensando que mi papá nos la había hecho otra vez; supongo que creía nos íbamos a tragar la cápsula de que él era Zeus y de que su cabeza había nacido Lourdes como en el caso del nacimiento de Atenea. En fin, festejamos con un pastel y chocolate.

         Días después mi mamá me contó que ella y mi padre habían durado sin procrear hijos cinco años a pesar de que llevaban relaciones sexuales con normalidad y que don William la señalaba a ella como la impotente; sin embargo mi madre supo de un especialista sobre tales asuntos y fueron a verlo a pesar de que ya habían estado en múltiples consultorios y que pensaban ya separarse. Después de varios análisis que les mando realizar dicho especialista resultó que el que no podía procrear hijos era el gran señor; el médico le mando un montón de medicinas y de pronto se embarazó mi madre de mí y que en ese momento paralelamente mi papá tenía una amante tapatía, a la cuál también la embarazó, pero tres meses antes que mi mamá, por lo que mi media hermana Lourdes es seis meses mayor que yo. Obviamente este hecho le pegó un buen rato a mi ego pues, yo entendía que era el mayor de los hijos de mi padre

         Además, mi mamá me comentó que mi padre le habían comentado que el nuevo marido de la tapatía quería abusar de ella y que ese era el real motivo por el que había ido mi padre a Guadalajara a traerse a esa muchacha. Creo que Lourdes fue llevada a un lugar donde no la pasaría demasiado bien pues, talvez sutilmente incitados por mi madre, nosotros la molestábamos mucho y talvez por ello cuando ella cumplió diecisiete años mi padre se la llevo a vivir con él a un departamento de Sta. María la Rivera.

Guillermo Samperio

Lo dice el reportero