El equipo interdisciplinario, conformado con especialistas del INAH y la UNAM, comenzó el estudio directo del Mapa de Popotla en condiciones controladas dentro de la bóveda donde se encuentra resguardado, empleando nuevas herramientas tecnológicas y métodos de análisis material.
Ciudad de México, 8 de julio (SinEmbargo).– La síntesis es rotunda. "Este códice, en pergamino, mide 83 x 72 centímetros. Tiene dibujos a la acuarela". Lo escribió el antropólogo e historiador Alfonso Caso en los Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en 1947. Se refería a una copia del misterioso Mapa de Popotla. Hoy, casi ocho décadas después, los expertos del INAH han revelado los primeros secretos del documento "original", que ha pasado desapercibido hasta ahora y que muestra una ventana, pequeña pero profunda, al mundo de hace más de 300 años, cuando nacía una nación tras la Conquista.
El documento se encuentra en la bóveda de la Biblioteca Nacional del INAH. Se trata de un códice pictográfico, elaborado sobre piel animal, y que contiene trazos y glifos, pero sobre todo siglos de historia, simbolismo y relecturas. Ahora, un grupo liderado desde 2016 por la investigadora Isabel Bueno Bravo, asociada a la Universidad de Varsovia, emprendió una investigación sistemática sobre el documento y sus copias. Ahora, tenemos los primeros frutos de esta empresa.
El Mapa de Popotla es parte de un "corpus de cartografía indígena colonial del centro de la Ciudad de México". Su valor, dicen los expertos, es simbólico y territorial, "posiblemente utilizado como documento legal, narrativo o genealógico en el contexto de las transformaciones sociales y políticas posteriores a la Conquista".

Ya en 2014, la doctora Bueno Bravo había revelado que de este Mapa de Popotla se hicieron cuatro copias: dos en México y dos en Viena. "Entre ellas apenas existen diferencias de contenido, pero la mejor conservación de las copias vienesas permitió apreciar pequeños matices", dice la experta en un artículo de aquel año.
Las palabras de Caso citadas al principio provienen de un texto donde analiza una de esas copias al detalle. "Aunque antiguo, no es el original, pues el señor Federico Gómez de Orozco tiene una calca que le obsequió el doctor Nicolás León, y en la que aparecen leyendas que faltan en el ejemplar del Museo. Esta calca parece sacada de una copia del original, según la leyenda que tiene", explica el exdirector del INAH.
Ahora, el equipo liderado por Bueno Bravo documenta la existencia en México de al menos tres versiones: una en piel animal, una copia en papel semitransparente elaborada en 1720 —conocida como calco de Gómez de Orozco, citado por Caso—, y una tercera, realizada sobre papel vegetal o albanene, posiblemente por encargo del mismo Caso hacia finales de los años 1940.
Los primeros descubrimientos del misterioso Mapa de Popotla
El equipo interdisciplinario, conformado con especialistas mexicanos y liderado por Bueno Bravo, comenzó el estudio directo del códice en condiciones controladas dentro de la bóveda del INAH, empleando nuevas herramientas tecnológicas y métodos de análisis material. En ese contexto han comenzado a emerger hallazgos clave que están enriqueciendo la interpretación del documento.

En primer lugar, la orientación del mapa: se había asumido que el códice debía leerse con el norte hacia arriba. Sin embargo, el análisis de la disposición espacial de los elementos —glifos, caminos, edificaciones y personajes— sugiere que el documento pudo haber sido concebido con una orientación distinta. "Esta rotación del eje simbólico altera profundamente su lectura: más que un árbol genealógico fijo, podría tratarse de un relato territorial dinámico, con implicaciones en la comprensión de las rutas, los asentamientos y la organización del espacio indígena-colonial", explican.
El segundo hallazgo da pie a más preguntas: el calco de 1720, lejos de ser una simple copia del mapa en piel resguardado en la bóveda, parece haber sido trazado a partir de otro ejemplar. "Las proporciones, la forma del soporte e incluso ciertos elementos pictográficos no coinciden", revelaron los expertos.
Por ejemplo, el contorno de la piel es distinto, las huellas de los pies difieren en el número de dedos y el glifo toponímico de Popotla presenta una cantidad diferente de popotes. "Todo indica que el calco se basa en un mapa en piel distinto al que actualmente conserva el INAH, lo que sugiere que existieron varias versiones sobre piel originales o derivadas desde una fuente común, hoy posiblemente perdida", lamentan.
Una iglesia, sus caminos y un hombre indescifrable
Una de las claves del documento es la iglesia ubicada al centro de éste. "La iglesia ocupa el centro de un cuadrado indicado por una línea café y que es probablemente el límite del recinto del convento. Dentro de este cuadrado, en el ángulo superior izquierdo, está un tzompantli, es decir, unos palos, en los cuales aparecen ensartadas calaveras. Naturalmente que. esto no indica que estuvieran todavía en esa época, sino el lugar donde habían estado", explica Caso en su texto de 1947.

Se trata de la iglesia y convento de San Esteban Popotla, demolidos a principios del Siglo XX. Popotla, vale recordar, significa "entre los juncos", o "entre los popotes". El barrio está ubicado en el centro de la Ciudad de México, con dirección hacia el noroeste.
El Mapa de Popotla está dividido en cuatro partes por dos caminos que se cruzan precisamente en el sitio de la iglesia. En los lados oriente y sur está limitado el mapa por una acequia o canal grande que hace una curva en el ángulo noroeste, "en donde aparece una como cerca de piedras, probablemente una presa o borde para defensa de las tierras de las inundaciones", relata Caso.
En el ángulo inferior izquierdo, agrega, está representado un hombre con su jeroglífico, algo que, admite el antropólogo, "no puedo interpretar". "En la calca de Gómez de Orozco hay, además, una leyenda que dice: ‘Esta la mapa de Popotlan’".
Lo que sigue para el códice
La investigación de este documento no ha finalizado, pues ya están listos sus primeros frutos. Sin embargo, los expertos aún deben datar su origen, al menos, el del documento resguardado en la bóveda del INAH, que es el que sobrevivió a los siglos y todo lo que eso conlleva.
"Se contempla la posibilidad de aplicar datación con radiocarbono y espectrometría de masas con aceleradores, aunque esta implica trabajar con el límite mínimo de micromuestra permitido por los protocolos actuales", aceptan. El desafío es que los resultados podrían ubicarse en el periodo de menor resolución cronológica de la curva de calibración, es decir, en el tramo comprendido entre 1650 y 1950. Esto dificultaría obtener una fecha exacta.
Otro camino abierto es el de la piel sobre el que está inscrito el códice. El propósito es obtener detalles de manufactura de este enigmático documento posiblemente elaborado pocos años después de la época de contacto que revelarían detalles clave sobre la historia de México.
El equipo de la doctora Bueno Bravo incluye especialistas del INAH y la UNAM en áreas como análisis arqueométrico, con la Maestra Alba Azucena Barrios Ruiz); en botánica, con la Maestra Susana Xelhuatzi López; en datación y técnicas nucleares, con los doctores Corina Solís Rosales, Miguel Ángel Martínez Carrillo y María Rodríguez Ceja. También participan como expertos en cristalografía de proteínas el doctor Abel Moreno Cárcamo y en genética forense la doctora Alexa Villavicencio Queijeiro.




